La situación de las economías regionales, a excepción del complejo sojero, es crítica en todo el país y la provincia no es una excepción, como lo demuestran los reclamos de pequeños productores yerbateros y tareferos, que esta semana se profundizaron, como informa PRIMERA EDICIÓN en esta edición, con protestas y cortes de ruta por tiempo indeterminado. El endurecimiento de la protesta revela que una vez más los sectores más postergados de la cadena yerbatera tocan fondo en cuanto a la esperanza de lograr medidas de gobierno a su favor sin hacer uso de la presión en las rutas; realidad que pone en evidencia la continuidad de un modelo de explotación del producto madre misionero que convierte al sector primario en la variable de ajuste de la cadena. Los reclamos que se esgrimen hoy, sintetizados en demandas de asistencia concreta de los tareferos y en cupificación y control de precios y del contenido de palo, por parte de los productores, han sido debatidas hasta el cansancio durante decenios sin que desde el Estado, nacional y provincial, se haya aportado más que paliativos circunstanciales.Y esto ha sido así porque en el laberíntico entramado que se armó con el tiempo en torno del sector, incluyendo una regulación burocrática desde el Inym, y una dispersión de áreas en la toma de decisiones, nunca se pensó más allá de dar salida a una coyuntura difícil, dejando que persistan las inequidades y distorsiones que traban el funcionamiento del sector. La semana pasada, ante el recrudecimiento de la protesta, se anunció que se buscarán alternativas de solución a la crisis a partir de una comisión integrada por representantes del Inym y el Ministerio de Agroindustria de la Nación. La experiencia indica, sin embargo, que lo que falta no son recursos o capacidad de análisis, sino voluntad política para hacer cumplir las leyes y poner límites a la presión del mercado sobre los segmentos más débiles. Y a los excesos de posición dominante de parte de los más concentrados y poderosos.
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