Se cumplieron dos años desde que el joven no vidente Agustín Johan (20 años) recibiera por parte del Consejo de Discapacidad de la Provincia un perro lazarillo para que continuara con su rehabilitación en busca de la autonomía. PRIMERA EDICIÓN lo visitó en su casa para ver cómo había evolucionado esa relación y conocer los objetivos trazados. Agustín recordó que “al principio fue un aprendizaje y una incertidumbre porque era una etapa de integración mutua. Pero por sobre todas las cosas yo no estaba acostumbrado a los perros, entonces eso me costó un poco. En la calle con las personas, me pasó algo igual, no fue fácil por la falta de información que había pero todo eso fue de transición, ahora en este último tiempo ya todo fue fluyendo y resulta mucho más fácil para todos”. Aluá es un macho Golden de tres años y medio que se ha convertido en los ojos de Agustín y lo compaña a todas sus actividades diarias, como ir al gimnasio o a sus clases en la Facultad. Al principio no solamente para la familia fue un gran cambio, sino que la comunidad necesitó informarse para saber cómo ayudar y no entorpecer el trabajo del perro cuando se encuentra guiando a su dueño. Para eso la propia familia se ocupó de realizar distintas campañas de concientización que terminaron dando muy buenos resultados. En términos generales, tanto para Agustín como para Aluá, la familia y la comunidad, estos dos años han sido positivos y todo lo que se presentó como dificultad durante el primer año, ya en el segundo se pudo superar. Mayor difusiónSobre lo que más le costó en este tiempo, Agustín pensó unos segundos y dijo: “Creo que fue el poder acceder con él (Aluá) a todas partes, porque muchas personas no sabían que el perro guía está capacitado y habilitado por ley para poder entrar a cualquier parte con su amo”. Recordó que “una vez no me dejaron entrar a una heladería y otra vez no me querían dejar subir con el perro a un colectivo, pero les expliqué y las personas entendieron; estas fueron como experiencias negativas, pero eso fue lo máximo, otra cosa mayor o peor, no”.El perro fue entrenado en un 80% por la Brigada de Canes, el resto de la tarea le tocó a la familia que lo recibió, tarea que al parecer desarrollaron muy bien, pues los compañeros le dieron una saludable evolución a su vida juntos. Sobre los aspectos en los que mejoró su calidad de vida con la presencia de Aluá, destacó que “el perro me facilita todo, me agiliza totalmente todas las actividades que realizo, me da seguridad y me protege. Con él sin dudas que mejoró mi calidad de vida y me ayudó a tener más paciencia porque al estar todo el día con él me hizo crecer en todos los sentidos”.En cuanto a su relación con el perro confesó que “está conmigo siempre, desde que me levanto hasta que me acuesto, yo le doy agua, de comer, jugamos, salimos, incluso duerme en mi habitación, tenemos un vínculo emocional muy fuerte, nos necesitamos mutuamente”, detalló. Sobre su futuro dijo que le gustaría “poder terminar mis estudios y que él pueda seguir conmigo. Aluá me dio mucho y deseo que esta relación pueda continuar”. Finalmente Agustín agradeció a “todas las personas que me acompañaron, como mi familia y mis amigos, a mis vecinos que aprenden conmigo que no solamente miran sino que se preocupan en aprender para que esto funcione. Sinceramente gracias a todos”.
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