Maggie Jackson, autora del libro “Distraídos: la erosión de la atención”, exploraba en el 2009 los efectos de la sobrecarga, la alta velocidad, la hiperfragmentación y la multitarea sobre la capacidad de atención en lo que denomina sociedad cibercéntrica. Según ella, la cultura de la interrupción debía ser analizada como una cuestión colectiva y social. Con los avances tecnológicos cada vez más rápidos, este tema sigue siendo tan o más actual, por eso lo traemos nuevamente a colación, parar pensar acerca de las formas de algo prácticamente imposible, mantener a los niños al margen de los dispositivos digitales.El eje central de los estudios de Jackson eran los efectos de “nuestra hiper-veloz, sobrecargada y desenfocada sociedad” sobre la atención. Ya en aquel momento no era un cuadro bonito: una interminable corriente de llamadas telefónicas, correos electrónicos, mensajes instantáneos, SMS y tuits formaba parte de una cultura institucionalizada de la interrupción haciendo difícil concentrarse y pensar de forma creativa.Desde luego, cualquier etapa de la modernidad se ha visto afectada por sus nuevas tecnologías. “El telégrafo debe de haber influido tanto en la psique de los victorianos como el Blackberry lo hizo en la nuestra”, afirmaba Jackson. “Pero, al mismo tiempo, esto no significa que no haya cambiado nada. La cuestión es: ¿cómo afrontamos nuestros retos?”.Acerca de la existencia de una base científica real sobre la atención, Jackson afirmaba que durante los últimos 30 o 40 años los científicos realizaron “incursiones en la comprensión de sus mecanismos subyacentes y su fisiología”, a raíz de lo cual “la atención se considera ahora un sistema orgánico. Tiene sus propios circuitos en el cerebro y existen redes especializadas que se ocupan de sus diferentes formas. Cada una de ellas es muy específica y puede ser localizada mediante neuroimagen e incluso cierto tipo de investigación genética.“Aunque todavía hay debate entre los científicos, la mayoría reconoce que existen tres tipos de atención. La primera es orientadora: la linterna de nuestra mente. En el caso de la atención visual, implica partes del cerebro que incluyen el lóbulo parietal, un área cerebral relacionada con el procesamiento sensorial. Para orientarse hacia nuevos estímulos, dos partes del lóbulo parietal trabajan con secciones del cerebro relacionadas con los campos frontales oculares. Esto es lo que se desarrolla en un cerebro infantil, permitiendo que se centre en algo nuevo dentro de su entorno.“El segundo tipo de atención abarca el espectro de estados respondientes, desde el letargo hasta la alerta completa. El tercer tipo es la atención ejecutiva: planificar, juzgar y resolver información conflictiva. El núcleo de esta última es el córtex cingulado anterior, una vieja y minúscula parte del cerebro que ahora se encuentra en el corazón de nuestras destrezas de mayor nivel. Es la atención ejecutiva la que nos permite movernos más allá de nuestros yo impulsivos, planificar el futuro y entender lo abstracto.“Estamos programados para ser interrumpidos. Sufrimos una sacudida de adrenalina cada vez que nos orientamos hacia nuevos estímulos; de hecho, nuestro cuerpo nos recompensa por prestar atención a lo nuevo. Así que en este mundo nuestro, tan acelerado, es fácil y tentador reaccionar ante las cosas nuevas. Pero cuando vivimos de forma reactiva, minimizamos nuestra capacidad de perseguir objetivos”.DistraccionesEstar distraído “literalmente, es abandonarse a algo secundario. Hay también una interesante definición, más arcaica, que perdió popularidad en el siglo XVIII: arrojar en pedazos, dispersarse. Creo que es un término encantador” aseveraba Jackson.Y agregaba que “la sociedad actual está llena de maravillosas distracciones –disponemos de tanto escapismo portátil y de tanta fantasía mediatizada-, pero esto es sólo una parte. La otra es la interrupción: la multitarea, la fragmentación del pensamiento y del tiempo. Vivimos de manera altamente fragmentada. Hay estudios que muestran que los trabajadores de la información saltan de una tarea a otra cada tres minutos –de media- a lo largo de la jornada. Sin duda, es lo que hay que hacer para vivir en este complicado mundo”.Estas interrupciones, este grado de fragmentación “está correlacionado con el estrés, la frustración y con una baja creatividad. Está claro. Cuando estás disperso y descentrado, eres menos creativo. Cuando tus períodos de reflexión están siempre agujereados, es difícil profundizar en la resolución de problemas, en la capacidad de relacionar, en el pensamiento.“Estos son los problemas de atención en nuestro nuevo mundo. Los aparatos y las tecnologías nos conceden extraordinarias oportunidades, la capacidad de conectarnos y de aprender. Al mismo tiempo, hemos creado una cultura y estamos haciendo elecciones que socavan nuestras potencialidades de atención”.VínculosAl ser consultada acerca de si se ha establecido un vínculo directo entre interrupciones y neurofisiolofía, Jackson comentó que “las interrupciones están correlacionadas con el estrés y, en consecuencia, una cascada de hormonas del estrés acompaña a un estado semejante. El estrés, la frustración y la baja creatividad son bastante tóxicos. Y existen estudios que muestran cómo el entorno conforma el desarrollo del cerebro de los niños.“Pero no puedo afirmar que la fragmentación de la atención reorganice el cableado de nuestro cerebro. Cuando te sientas en una mesa durante seis horas realizando multitareas como un maniaco, ¿estás realmente reorganizando partes de tus redes de atención? Es difícil decirlo a día de hoy”.Sin embargo, una “prioridad de la futura investigación” consiste establecer ese vínculo, “ahora mismo –por ejemplo- el ámbito de la ciencia de la atención está especialmente preocupado con el desarrollo de la atención en los niños. Las redes se desarrollan a ritmos diferentes. La atención orientadora está ya en gran parte presente en la guardería. La red ejecutiva está en gran parte presente a la edad de ocho años, pero se desarrolla hasta mediada la veintena. Entender cuáles son los espacios ideales para ayudar a los niños a desarrollar su atención, esto es de lo que la ciencia se ocupa ahora”.Es imposible mantener a los niños al margen de los dispositivos digitales. Además, tampoco sería bueno para ellos, pues parte de sus tareas escolares requieren el uso de computadoras y tabletas, necesitan estar en contacto con sus amigos (todos tienen móvil) y es seguro que el día de mañana van a tener que recurrir a estos dispositivos para desarrollar su profesión.Ahora bien, entre no prohibirles su uso y permitir que inviertan horas y horas frente a las pantallas de diferente tamaño hay un gran abismo. Y el problema es ese precisamente, que han caído en la sobrecarga digital. Un ensayo
realizado por la Academia Americana de Pediatría (AAP) en 2013 asegura que los niños pasan ocho horas diarias frente a un aparato electrónico, y hasta once en el caso de los adolescentes: una auténtica barbaridad si tenemos en cuenta que esta entidad fija como tope un máximo dos horas diarias de exposición a dichos dispositivos.En la misma línea, el estudio EU Kids Online II, de 2010, revela que el 86% de los niños entre once y catorce años utilizan Internet de forma habitual. Y el estudio sobre seguridad y privacidad en el uso de los servicios móviles por los menores, elaborado por el Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación (Inteco) y Orange en 2011, asegura que la edad de inicio de los niños en el uso de estos dispositivos es… ¡a los diez años!“Esta precocidad conlleva un riesgo elevado, pues el ser humano tiende a la adicción y los niños, que son más vulnerables, todavía más”, advierte Javier Urra, primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, doctor en Psicología y en Ciencias de la Salud y autor de Mi hijo y las nuevas tecnologías (Ed. Pirámide). Ante tales datos, y considerando que el abuso de las nuevas tecnologías puede causar problemas de aislamiento y obesidad a niños y jóvenes, es evidente que debemos limitar el tiempo que nuestros hijos pasan enganchados al móvil y a la tablet. ¿Cómo?1. Acompáñelo: lo recomendable es que los niños se inicien en las nuevas tecnologías de la mano de sus padres y justo antes de entrar en la adolescencia, no antes pero tampoco más tarde. El motivo radica en que a una edad más temprana se mostrarán más receptivos a las normas que se le indiquen que cuando sean adolescentes. En cualquier caso, para que no se pierdan en el mundo digital, ayúdelos a no caer en sus redes, sino a aprovecharse de ellas. Insista en aspectos como la importancia de colocar el ordenador y la tableta en un lugar común, conocer sus claves de acceso, advertirles de los peligros potenciales de las nuevas tecnologías, pactar con ellos reglas de uso, no dejar el móvil en su dormitorio por la noche, etc.2. Tome conciencia de que hay peligro: es muy importante que los padres se convenzan de que existe un peligro real, porque solo a partir de ese momento podrán actuar de una manera efectiva. En este aspecto vamos bien, pues un Estudio sobre Hábitos seguros en el uso de las TIC por niños y adolescentes y e-confianza de los padres concluye que es precisamente el posible abuso o dependencia de las nuevas tecnologías lo que más inquieta a los padres (39,5%), muy por encima de la interacción con desconocidos (9,2%), los timos y fraudes (8,7%) y el acceso a contenidos inadecuados (8,2%), que son otros males que están ahí y a los que también hay que prestar atención pero que consideran más lejanos.3. Sea un buen ejemplo: una vez convencidos de que hay peligro, lo más eficaz es predicar con el ejemplo. Dice Amelia María Arenas Castro, psicóloga infantil: “Los niños imitan a sus mayores. Por eso los padres deben ofrecer a sus hijos ese modelo de conducta que desean ver reflejado en ellos. Si siguen conectados a la computadora y al móvil cuando regresan del trabajo e incluso contestan al mensaje de whatsapp mientras van conduciendo y sus niños están intentando contarles lo que han hecho en el colegio, los pequeños sentirán que estos dispositivos son más importantes que ellos mismos y que su propia seguridad, y además se convencerán de que resultan imprescindibles para vivir, lo que despertará aún más sus ganas de usarlos”.4. Ofrézcanle alternativas interesantes: dicho de otro modo: eche mano de su imaginación y proponga a su hijo opciones por las que le compense alejar sus aparatos tecnológicos. Susan Stiffelman, psicoterapeuta de familia y autora de La crianza con presencia, insiste en que “es absurdo que los niños dejen de relacionarse con las personas que tienen al lado para conectarse con los amigos que no están presentes. Realizar actividades en familia les enseñará a distinguir lo realmente importante de lo que no lo es”.El psicólogo Javier Urra sostiene la misma idea: “Hay padres que creen que sus hijos prefieren distraerse con las maquinitas a hacer algo con ellos… ¡y no es verdad! Así lo confirmó el Estudio Trina de la Diversión en Familia, al 63% de los niños les gustaría pasar más tiempo de ocio con sus padres. ¿Cómo? De las maneras más sencillas: preparando cenas especiales los viernes (48%), leyendo juntos (45%), haciendo manualidades (35%)… Además de estas propuestas, los padres deberíamos aprovechar que a los niños les encantan los juegos de mesa hasta los doce o trece años. Gracias a ellos aprenden a respetar normas y turnos, a ganar y perder dignamente, a concentrarse… ¡y se alejan de los dispositivos móviles!Muchas veces culpamos a las nuevas tecnologías por la falta de diálogo y de tiempo de diversión con los infantes, pero ¿de verdad nos esforzamos en darles alternativas interesantes o nos sentamos a su lado pasivos y sin interactuar con ellos? Si la oferta es organizar una excursión al campo, hacer un recorrido turístico por la ciudad, salir a la calle a tirarnos bolas de nieve o preparar un regalo hecho a mano, yo estoy seguro de que ellos dejarán sus dispositivos”.Fuente: Medios Digitales
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