La reciente “Expedición Cruce de los Andes 2017”, organizada por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came), fue un privilegio que le dio la vida a los 28 integrantes del sector al celebrarse el Bicentenario de la Gesta Libertadora. Durante una semana los expedicionarios, provenientes de distintos puntos del país, experimentaron profundas emociones, cabalgando por serpenteados senderos de cornisa y con condiciones climáticas casi extremas. El fuerte y frío viento, el granizo y la nieve, fueron una permanente compañía. La posadeña Patricia Rodríguez Roberts formó parte de esta verdadera odisea y aseguró que la experiencia fue enriquecedora “en todo sentido. Fue un viaje emotivo, desde el principio hasta el final, reviviendo el camino recorrido por el General José de San Martín y su tropa, salvando las distancias”. Tras una breve narración, sobrevino la pausa. Fue necesaria para impedir que las emociones sigan invadiendo el relato. Rodríguez Roberts respiró profundo y volvió a intentar. “Era muy intenso desde que salíamos hasta que volvíamos a los campamentos después de cada tramo. Dormíamos en carpa a pesar de las bajas temperaturas. Pasamos todos los climas y todas las adversidades” durante un recorrido total de 170 kilómetros, de a caballo o a lomo de mula, por el camino de Los Patos. En cada trayecto apreció un paisaje “único, indescriptible”, al punto que las fotos y los videos no logran traducir la magnificencia que “solo se puede guardar en el corazón y en la retina”. Vivió sensaciones extrañas “al trepar esas montañas en caminos de 30 a 50 centímetros donde muchas veces los animales daban pasos imprecisos. El primer desafío difícil fue cuando llegamos al Espinacito, a una altura de 4.550 metros, donde soplaba un viento helado y fuerte. Prácticamente me tuvieron que bajar de la mula ‘Chicha’ porque sola no podría. Fue una emoción muy fuerte haber podido llegar a ese punto ya que expediciones anteriores no pudieron concretarlo por fuertes nevadas”. Recordó que bajar la cuesta “fue complicado porque es muy empinada, llena de piedras gigantes. Y si bien los equinos están acostumbrados a hacer ese trayecto, había que dirigirlos. En todo momento tenías que estar sorteando obstáculos personales en medio de la montaña. Venciendo miedos, lo que la vida te presenta, tiritando de frío, es encontrarse con uno mismo. En una empresa todos los días hay situaciones que se te presentan y tenés que salir adelante de la mejor manera. Creo que este viaje tuvo mucho de eso porque te enfrentaba a situaciones que tenías que resolver positivamente. Fue muy enriquecedor en todos los aspectos: emocional, de compañerismo, solidaridad, desde lo gremial, lo empresario, lo personal e histórico, porque aprendimos mucho”.Admitió que a partir de esta hazaña, que emprendió ataviada en un poncho celeste que era de su padre, Rubén Edgar Rodríguez Roberts, “empiezo a valorar a San Martín mucho más. Era un visionario y se podría decir que fue el primero en organizar una Pyme sin ningún tipo de ayuda, sin apoyo. Hoy si no tenés Internet, un dinero, no querés tomar riesgos. A partir de ahora tiene mi mayor respeto. Es mi prócer predilecto”.Fotos gentileza Patricia Rodríguez Roberts
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