Valentina se llama así porque su nacimiento fue justamente el Día de San Valentín. Casi como un designio, dicha fecha y su nombre marcaron su vida: de adolescente conoció a su único amor, con quien se casó y tuvo ocho hijos. Ese amor, por las cosas que tiene la vida, falleció en 1966, pero ella honró el voto de fidelidad que hizo el día del casamiento y, hasta hoy, lleva en su dedo anular ese anillo de oro símbolo de su unión. En una ocasión lo perdió y Valentina lloró durante tres días hasta que lo encontraron en el sofá. Esta es una de esas historias de amor en las que no importan las jugadas del destino, no se terminan nunca. Valentina Giménez, viuda de Morcillo, cumplirá 90 años el próximo martes 14 de febrero, Día de los Enamorados, y es la mejor exponente de lo que representa la fecha. Nació en Posadas en 1927 y se enamoró únicamente de un hombre, su amor de toda la vida, Ceferino Morcillo. Lo conoció de adolescente, en el barrio Rocamora donde vivía con sus padres y otros cinco hermanos. Él trabajaba en el negocio de su hermano y así comenzaron a hacer las primeras migas. Ella tenía 15 años. Él había regresado hacía poco de realizar “la colimba” en Curuzú Cuatiá, Corrientes, y poco a poco se fueron conociendo.Violando todas las leyes de la época, Valentina y Ceferino se fueron a vivir juntos en la casa de Modesta, su suegra, y antes de pasar por el altar ya tenían dos hijos en su haber. “Mi mamá me dijo ‘tenés que trabajar o casarte’, entonces me casé”, recordó entre risas Valentina. En ese entonces, Ceferino era empleado de Vialidad Provincial y si quería cobrar el salario familiar, debía pasar por el altar con su señora de hecho. Así fue: con 22 años, Valentina y Ceferino sellaban su amor para siempre. Luego de eso vinieron los hijos, seis más para un total de ocho -seis varones y dos mujeres- y pudieron comprar un lote cerca del arroyo Vicario en Villa Urquiza, donde él levantó con sus propias manos la casa en la que Valentina recibió a PRIMERA EDICIÓN. La vida transcurría de manera normal en esa casa numerosa de Villa Urquiza. La calle aún era de piedras, precarias viviendas se levantaban en un amplio terreno poco delimitado y el arroyo Vicario era el lugar donde la gente iba a lavar sus ropas. Tan diferente era el arroyo que algunos aseguraron que hasta se podía tomar agua de él. Cuando llovía mucho se salía de su tranco normal y amenazaba las viviendas de la zona, “pero nunca llegó a nuestra casa, que estaba bien armada”, señaló Valentina. Sin embargo, la tragedia golpeó la puerta de los Morcillo-Giménez. El 8 de enero de 1966, un paro cardíaco se llevó la vida de Ceferino, que tenía apenas 46 años. Habían vivido juntos poco más de 20. Valentina se enteró cuando llegó a casa de su trabajo “como doméstica en la casa de doña Margarita Campos Ayala. Vi a todos los vecinos en mi casa, mis hijos que estaban en ese momento habían salido a pedir ayuda”, recordó.En ese entonces ella tenía 39 años y ocho hijos por criar. “Los más chicos tienen pocos recuerdos de su papá”, dijo. Luego de elaborar el duelo, asumió el compromiso y postergó para siempre su vida sentimental. Con el recuerdo de Ceferino y ese anillo protector en su mano izquierda, se aventuró a la difícil tarea y no le salió nada mal.Una mujer decididaEn primer lugar, se encargó de que todos sus hijos vayan a la escuela y aquel que podía empezar a trabajar, lo hacía. Ella siguió con su trabajo en la casa de doña Margarita y cobraba la pensión tras la muerte de su marido y así fueron pasando los años entre su gusto por la lectura de las noticias policiales de los diarios, el tejido y los deportes. Fanática hincha de River Plate, miraba todos los partidos, no solo del equipo de sus amores, sino del que juegue. “Ceferino era hincha de Boca, pero jamás dijo en frente mío eso, lo decía cuando yo no estaba. Frente a mí decía que era hincha del último de la tabla, que en ese entonces era siempre Chacarita”, agregó para dejar bien en claro la pasión futbolera que corre por sus venas. También jugaba a la quiniela, otro de sus hobbies. “Mis números siempre fueron los cumpleaños. Ahora le estoy diciendo a todos que jueguen al 14 y al 90”, aseguró.Los varones, a medida que fueron creciendo, se fueron a Buenos Aires a buscar trabajo para ayudar a su mamá y con el tiempo, empezaron a volver pero con amigos y las primeras nueras, también aparecieron primos y esa pequeña casa del barrio Villa Urquiza siempre estuvo llena de gente, rodeando a esa “madraza”. “Ella es el centro de la familia, todo pasa en torno a ella. Es a quien hay que presentarle los novios y novias y a veces hasta tenemos más miedo de contarle las cosas a ella que a nuestros propios padres”, dijo Nuky, una de sus nietas. Como siempre sucede, comenzaron a nacer los nietos que suman 24 para Valentina y a medida que fueron pasando los años, llegaron los bisnietos que hoy son 25. Pero no solo eso, su primera bisnieta Dalma, se encargó de darle la noticia de que estaba embarazada a fines de 2015. Se preparó mucho para decirle a su bisabuela y, en pleno festejo por la llegada del 2016, le contó que estaba embarazada de tres meses. “¡Tres meses!”, respondió sorprendida Valentina y sus hijas aseguraron que lloró de emoción tras la noticia. En julio del año pasado llegó Vitto, su primer tataranieto. “Nunca me imaginé que iba a tener un tataranieto, no quería llegar a ser tan viejita”, dijo entre risas.Pero también hubo de las noticias más tristes. En 2007 falleció Carlos Antonio, más conocido como Nené, el segundo de sus hijos. La noticia la flaqueó y en 2008, su familia estima que debido a eso, debieron intervenirla quirúrgicamente por razones oncológicas. Pudo recuperarse y salir adelante con la ayuda de su familia. En 2015 otra vez la desgracia. Esta vez “Oni”, el quinto de sus hijos, también falleció. Con mucho dolor en su voz reconoció que “nunca pensé que iba a enterrar a un hijo”.“Los acuarianos somos así”Valentina aseguró que no se volvió a enamorar y que nadie se acercaba a ella con otras intenciones porque “todos me respetaban mucho”. Una vez, mientras regresaba de su trabajo, notó que un hombre la seguía pero nunca se le acercó. “No se animó, ella es una mujer de carácter”, dijo su hija “Negra” y recordó una frase que repetía siempre: “los acuarianos somos así”. Con sus casi 90 años, Valentina no pierde la coquetería. Sus nietas aseguran que hasta el día de hoy vienen a hacerle las manos y los pies y su peluquera la visita periódicamente para arreglar su cabello. En la actualidad vive con Normi y Paca, su nuera e hijo. Normi es su gran compañera. “No la puedo comparar con nad
ie, es la número uno”, dijo Valentina. Con ella va al doctor y ante cualquier necesidad, siempre está Normi cerca. Una de las pioneras del barrio Villa Urquiza celebrará los 90 años este 14 de febrero. El festejo será en el Club de Gendarmería de su barrio el mediodía del martes, porque no quiere irse muy lejos de su lugar de origen. Irá toda la familia, se esperan alrededor de 100 invitados. “Es el festejo en que nos juntamos todos y siempre terminamos jugando al carnaval”, relató una de sus nietas. Esa familia que se junta y que la venera, esa familia que inició hace décadas con Ceferino, es la mejor prueba del amor entre ellos. Una de esas historias de amor, que no se terminan nunca.
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