Todos los seres humanos anhelamos tener una familia sana, sobre todo cuando crecimos en un ambiente con disfunciones que nos causaron sufrimiento. Pero hay ciertas actitudes negativas que no colaboran a tal fin y, si las reconocemos, siempre podemos cambiarlas o eliminarlas. Veamos algunas de las actitudes a evitar para lograr armonía en el seno familiar.• Tener favoritismo hacia un hijoMuchas mujeres eligen como “favorito” al hijo varón; mientras que muchos padres eligen como “favorita” a la hija mujer. Nunca debería haber favoritismo de un hijo sobre otro, pues esa suele ser la causa de celos y peleas entre hermanos, incluso cuando ya son personas adultas. Si bien es cierto que a veces una mamá o un papá puede relacionarse mejor con un hijo que con otro, jamás debe hacerse diferencia entre ellos. El favoritismo es altamente tóxico y muy doloroso para los otros hijos, que se sienten desplazados. • No hablar de ciertos temasMuchas familias guardan secretos, a veces por años, a veces por generaciones. Por lo general, los chicos se sienten atraídos por “lo prohibido” y si los padres determinan que, por ejemplo, “de sexo no se habla”, lo hablarán en otro lugar, con amigos o conocidos. Los hijos necesitan saber que no existen temas que no se puedan conversar y el lugar más seguro siempre es el propio hogar, de acuerdo a la edad y la inquietud que tengan. En algunos casos, podría resultar útil buscar el consejo de un profesional.• Prohibir ciertas emocionesHay personas que fueron criadas de forma muy rígida y estricta y no permiten luego que en su propia familia se expresen ciertas emociones, sobre todo, negativas. “Los hombres no lloran”, o “una señorita no debe enojarse”, son algunas de las frases que suelen repetir a sus hijos. Es así como no se permiten a sí mismos (ni les permiten a los suyos) acciones tales como llorar, abrazar, besar, elogiar, etc. Las emociones son para ser sentidas y expresadas de manera sana y nunca deberían reprimirse.• Poner apodos“La loca”, “la gorda”, “el inútil”, “el burro”, etc. Muchas familias tienen por costumbre poner apodos a sus miembros, lo cual en algunos casos se transforma en un guión que la persona actúa a la perfección. Los apodos no deberían usarse bajo ningún concepto, ya que generan dolor emocional y pueden llegar a atar de por vida a quien los recibe. ¿Para qué se molestan los padres en elegir un nombre para sus hijos, si después los terminarán llamando por su apodo? Para concluir, la mejor actitud que podemos adoptar, como padres, hijos, esposos o hermanos, es hablar bien del otro (“bendecirlo” = decir bien), elogiarlo, felicitarlo. Las palabras tienen el poder de construir o de destruir. Y si no es nuestra costumbre, si nadie lo hizo con nosotros antes, nunca es tarde para practicar hasta que se convierta en un hábito. Nunca debería subestimarse el poder de una palabra, pues puede transformar totalmente un ambiente. Si creemos que, con nuestro aporte, podemos disfrutar de una familia sana y feliz, así será. Todo comienza por nuestra actitud, aunque nos lleve tiempo lograrlo.ColaboraBernardo StamateasLicenciado en Psicología, Sexólogo Clínico, Escritor y Conferencista Internacional.
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