Unos perros siberianos que mantenían despiertos toda la noche a más de 30 vecinos de un barrio del centro de la ciudad; un caballo que “deja sus recuerdos” frente a la puerta de la casa de al lado; los del departamento de enfrente que se los escucha cuando “hacen sus cosas”; feriantes y vecinos que se disputan la vereda. Ya sean zonas residenciales, complejos habitacionales o asentamientos, lo cierto es que el conflicto por cuestiones de convivencia resulta cotidiano.La urbe aglomera de todo un poco, y el vecino habitualmente se encuentra encerrado en un paradigma confrontativo que no le permite el diálogo y hace que el conflicto escale llegando a la violencia si no es abordado a tiempo.Entre otros, el desafío en la convivencia radica en los principios de comprensividad, pluralidad y participación democrática.En este sentido, a través de la mediación es posible acompañar y generar las condiciones y escenarios que permitan lograr cohesión social en un intento de compaginar la libertad personal con la responsabilidad hacia la comunidad.El hecho de generar un espacio de diálogo inclusivo promueve la pluralidad a partir de la escucha mutua.Por otra parte y simultáneamente, los procesos de mediación, como estructura de reconocimiento y revalorización de las personas, contribuyen al fortalecimiento de quien participa en ella, tal manifiestan Bush y Folger.Tradicionalmente, la sociedad identifica la vía legal como vía principal de resolución de conflictos, sin embargo, todos sabemos el costo que este tipo de procesos implica, lo que no siempre está al alcance de quien tiene un conflicto.En definitiva, teniendo en cuenta la presencia natural e inevitable de conflictos en nuestro entorno y el malestar que genera, sus costos inaceptables -dinero, tiempo, energía emocional- y la sensación de impotencia y fracaso que la caracteriza, aprender a transformarlos en oportunidades es un aporte valioso. Recalco esto porque me sorprendo una y otra vez, cuando en la mesa de mediación se produce esa magia que permite pasar de la visión catastrófica y determinista con que llegan las partes hacia una visión conjunta del tema y su posible solución.La paz no es una meta a alcanzar sino un camino a construir. Aliento a cada uno de ustedes para que desde su rol, ya sea como padre, suegra, adolescente, sindicalista, jefe, docente, etc., reflexione si está realizando esta construcción y mantenimiento cotidiana de la paz en su familia, en su barrio, en su entorno de trabajo.No es sencillo, pero existen técnicas y herramientas que abren una perspectiva humanizante, permiten a las personas repensarse a sí mismas, sus potencialidades, limitaciones y trabajar la aceptación propia y del otro. A cooperar se aprende, y se fortalece la capacidad de enfrentar problemas participando de su solución. Produzcamos el cambio a partir de nosotros mismos, hacia nuestro entorno y la comunidad.ColaboraValeria [email protected] 3764510132
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