Señora Directora: Creo en las fronteras abiertas y en la hermandad de los pueblos, pero no me parece desacertado que los países establezcan restricciones a la inmigración. Sobre todo si se trata de defender el estilo de vida propio y evitar la explotación esclava de los inmigrantes ilegales o la proliferación de ciertas conductas delictivas que ya de por sí resultan difíciles erradicar entre los propios connacionales. Este tipo de restricciones deben existir permanentemente y no ser parte de una necesidad determinada por una oportunidad electoralista. Pero nunca debe generalizarse, viendo a algunos orígenes como la fuente de todo mal futuro dentro del país, erradicándolos indiscriminadamente.
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