Hace ocho años y un par de días, un hombre negro protagonizaba un hecho histórico mientras asumía las riendas de la principal potencia global para reencauzarla y llevarla, junto al sistema internacional, hacia mejores lugares.A la vuelta de ese tiempo, ese hombre que proponía un nuevo orden acaba de dejar el cargo y el que asume está exactamente en las antípodas. A la vista de lo expuesto, pareciera que quien llegó lo hace gracias a que quien se fue no hizo lo que prometió. Apenas un juego de palabras y una hipótesis de lo que pareció ser, lo que podría haber sido y lo que es. De la campaña y las promesas del principio, a la Casa Blanca en un hecho trascendental. De la Oficina Oval como eje de mando, al centro de la escena mundial para instaurar un nuevo modelo. Del “sí podemos” del desafío, al “defiendan la democracia” de la despedida. Barack Obama dejó tras de sí una estela de dualidad, cosas que salieron bien, otras no tanto y otras muy mal. Todo en un contexto de crisis financiera, política y social interminable que atravesó todo su mandato y que, a la vista de los resultados, dividió a su país a punto tal de consagrar a un bravucón del que se esperan cosas tan o más grandes que las que prometió Obama.Ubicar al expresidente en los libros de historia comienza a ser una tarea compleja a partir del análisis de lo hecho de 2009 en adelante. Y ya no depende de que fuera el primer mandatario negro de la historia del país, 143 años después de la abolición de la esclavitud; ni del carisma y la elocuencia que lo caracterizaron desde un principio; ni del mensaje de cambio que impulsó cuando le dijo al mundo que quería ser Presidente.La nota económicaCuando asumió el primer mandato, el 20 de enero de 2009, Obama debía ponerse al frente de un país devastado por una compleja crisis financiera. A la caída libre de la economía en general, se sumaba una crisis inmobiliaria que se llevó por delante a gobiernos, Ceos y bancos de todo el mundo. La crisis en cuestión ponía a Estados Unidos de rodillas una vez más como sucedió en la Gran Depresión y el joven Presidente debía darle pelea y batallar además con las convencionales posiciones ideológicas de su país sobre cómo salir del agujero. Entre otras medidas, Obama apostó por el estímulo fiscal y la inyección de billones de dólares al gasto público. El viernes pasado, cuando entregó el mando, la realidad indicaba que logró reducir el desempleo a su tasa más baja desde antes de la crisis que heredó. Pero la recuperación se hizo tan lenta y costosa que muchos quedaron fuera del sistema y jamás lograron reinsertarse.Sobre aquella crisis heredada, también vale decir que Obama salió al rescate de los bancos que habían provocado la debacle y contuvo a los Ceos de Wall Street, grandes responsables de los desbarajustes globales de las últimas décadas. Todo ello puso a gran parte del electorado en la vereda de quien acaba de asumir la Presidencia.La salud de todosUna de las premisas históricas de la plataforma demócrata estadounidense es la implementación de un plan de salud universal. Los lobys sanitarios y el Partido Republicano siempre fueron la oposición a esa iniciativa. Sin embargo Obama fue el Presidente que más cerca estuvo de lograrlo. “Obamacare”, su plan de cobertura médica a millones de personas que no contaban con la más mínima asistencia, ostentó el título de “revolucionario”. En pocos días será nada más que un recuerdo. La nueva administración planteó desde la campaña que el plan sanitario no cumple con las expectativas y que será necesario vetarlo.Un país divididoComo señala una premisa expuesta anteriormente, a la vuelta de estos ocho años la división social estadounidense es evidente. Y no se trata de la elección el candidato republicano, sino de lo más esencial: negros contra blancos, un mal endémico en el país del norte.Cabe la aclaración, Obama jamás prometió resolver ese conflicto y, en todo caso, agitó de todas las formas posibles la necesidad del diálogo como método de reconstrucción de un tejido social con metástasis desde el inicio de los tiempos.Sin embargo, la llegada de un hombre negro a la Presidencia de un país segregacionista hacía presagiar nuevos tiempos y nuevas formas de relaciones humanas. Los asesinatos de jóvenes negros a manos de policías blancos, las mortales revanchas en este sentido y algunas matanzas protagonizadas por supremacistas blancos aclaran que los presagios fueron equivocados. Y si a eso se le suma que el nuevo Presidente traccionó los votos de los extremistas blancos todo concluye en que el país está más dividido que antes.Fronteras afueraEl perfil diplomático de Obama abrió un abanico de posibilidades para el sistema global allá por 2009. La mano dura que ejerció George Bush sobre todo después del 11-S hacía de Estados Unidos el país más odiado y temido del concierto de naciones.Obama dejó las relaciones exteriores en manos de Hillary Clinton, esposa del expresidente Bill Clinton. La posición dominante de la funcionaria frente a varios retos agregó tensión a la estructura internacional y poco se avanzó en la resolución de nuevos y viejos conflictos. Sin embargo fue el segundo mandato de Obama el que dejó datos más explorables en materia diplomática. En el haber cuentan un acuerdo con Irán que renunció a construir una bomba atómica, la apertura a ciertos mercados y sistemas políticos asiáticos con la firma del acuerdo comercial “Transpacífico” y la normalización (a medias) de la relación con Cuba. En el debe, y no es menor, queda el registro de la escalada de tensión con China y Rusia ante la multipolaridad del sistema global. Este último aspecto tiene todavía más relevancia al momento de abordar la crisis siria, un cúmulo de rivalidades político-históricas que hacen del desvencijado país el escenario de una nueva Guerra Fría a partir de las intervenciones de la Bruselas (léase Unión Europea) y Washington vs Moscú y Pekín.De las guerras preventivas a los lobos solitariosUno de los aspectos que más distinguió a Estados Unidos en los últimos años es su sensación de inseguridad frente al terrorismo.Los brutales atentados del 11 de septiembre marcaron la agenda interna y global de Bush y su sucesor. El primero se armó hasta los dientes y salió a buscar culpables (y otras cosas) a otros continentes con resultados ya conocidos. Obama planteó la necesidad de cambiar el paradigma de la lucha contra el terrorismo: despliegue limitado de soldados, el uso de aviones no tripulados para minimizar bajas en las filas propias y el empleo de la diplomacia y de las soluciones locales.Sin embargo y aunque en menor medida que cuando Bush era Presidente, los soldados del Pentágono siguen desplegados en Afganistán e Irak y Obama, que en 2009 recibió el Premio Nobel de la Paz, es el mandatario estadounidense qu
e más tiempo estuvo en guerra. El terrorismo en tanto se adaptó a estos cambios y ya no guía aviones contra edificios emblemáticos, ahora emplea suicidas que atacan en los momentos menos esperados.Postdata: Guantánamo sigue abierta… y en Cuba.La cuestión migratoriaEn 2008, mientras estaba en campaña y cuando fue consultado sobre su política para los inmigrantes latinos, Obama respondió: “Puedo garantizar que tendremos en el primer año una propuesta migratoria que yo pueda apoyar”. La iniciativa empujó a que los latinos votaran en masa al entonces candidato demócrata. Durante varios meses en ese primer año de gestión, Obama tenía la mayoría en ambas cámaras, condición necesaria para aprobar esa propuesta de la que había hablado en la campaña. El proyecto jamás ingresó, luego perdió la mayoría en una de las cámaras, el tema no fue tratado en su amplitud sino hasta el segundo mandato y hoy millones de inmigrantes podrían ser deportados por el nuevo Presidente que los tiene en la mira desde el primer día de campaña en 2016. Ni siquiera los 750 “dreamers” que “salvó” Obama en 2012 con su orden ejecutiva están fuera de peligro.Lo peor de todo es que al cabo de sus dos mandatos, Obama pasará a la historia como el Presidente que más deportaciones registró (más de 2,5 millones). Tanto así que organizaciones sociales latinas lo apodan “el deportador en jefe”.ConclusionesLos aspectos analizados anteriormente no son todos ni son los únicos, pero dejan al descubierto de qué estuvo hecha la administración Obama a lo largo de ocho años.Obama rescató a su país de una crisis cuyo único precedente se encontraba en los 30 con la Gran Depresión, pero jamás logró acelerar la recuperación dejando en suspenso a millones de familias que, hartas de la agonía, votaron por un hombre de negocios multimillonario que privilegia el proteccionismo.Obama intentó un plan de salud para que llegara a millones de personas que no contaban con cobertura. Pero al mismo tiempo se dispararon los costos de los seguros médicos y las pérdidas empujaron a las principales aseguradoras a abandonar el programa. De todas formas el “Obamacare” tiene los días contados a partir del recambio presidencial.Obama buscó que negros y blancos resolvieran sus diferencias a través del diálogo. Pero al final de su mandato la polarización es tal que ciertos grupos supremacistas blancos se atribuyen la victoria del nuevo Presidente.Obama sepultó la sed de venganza de su antecesor, pero las guerras continuaron aunque de otras formas y el sistema mundial es un caos, producto de las constantes intervenciones de Estados Unidos en menor o mayor escala.Obama cambió el paradigma de la lucha contra el terrorismo, pero miles de inocentes pagaron y pagan con sus vidas el eufemismo estadounidense del “daño colateral” cada vez que un drone falla por algunos metros.Obama prometió una amplia reforma migratoria que beneficiara a unas once millones de personas con estatus irregular en suelo estadounidense, pero no accionó los proyectos a tiempo y después encontró la férrea oposición legislativa y judicial y hoy muchos duermen intranquilos pensando en si mañana serán o no deportados.Las transformaciones contenidas en el “sí podemos” no se plasmaron o quedaron a mitad de camino y ello significa que otro asuma el mando y diga que se necesitan cambios.Por todo lo planteado y por muchas otras cosas; por errores propios y por los provocados por la derecha más conservadora es que el legado de Obama será más simbólico que concreto. Colaboración:Guillermo BáezDe la Redacción de PRIMERA EDICIÓN
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