El impacto de estos hechos, que se repiten por lo menos hace un lustro en el país, y a los que no es ajena la provincia de Misiones, revive periódicamente un debate nunca cerrado o encarado definitivamente con la seriedad necesaria, como es el de la relación de estas catástrofes con la deforestación asociada a cultivos intensivos como la soja, y el mal uso del suelo. Curiosamente, los expertos no llegan en esta materia a una conclusión definitiva, pese a la gravedad de la situación, y si bien a esta altura nadie puede negar el desbalance climático y su relación con la devastación del monte nativo y la pérdida de biodiversidad; está visto que el peso de intereses económicos se hace sentir.Lo mismo ocurre a nivel global en la postura frente al cambio climático, que no se traduce en una política cierta de mitigación pese a los intentos de los organismos internacionales, sobre todo debido a la resistencia de los países con mayor poderío industrial. Según una entidad ecologista, citada por la Agencia Télam, el cambio climático y las malas prácticas agriculturales se dan la mano en los fenómenos de los últimos días en el país, que estaría en las primeras filas en cuanto a niveles de destrucción de las masas boscosas, ecocidio en aumento en el mundo. Un informe del Banco Mundial de septiembre pasado, estableció que “entre 2001 y 2014, la Argentina perdió más del 12% de sus zonas forestales, lo que equivale a perder un bosque del tamaño de un campo de fútbol cada minuto”, a lo que se suman “los efectos de la agricultura industrial”. Las catástrofes persistirán en tanto esta realidad no se tenga en cuenta a nivel gubernamental y se traduzca en una política ambiental coherente.
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