Siluetas ligeras, que parecen “flotar” en el espacio al tiempo que desbordan elegancia… Obras para admirar y reflexionar, expuestas en dos puntos importantes de la tierra colorada: en la Casa de la Cultura de la Capital del Monte, por último día, y en el Hotel Amerian, en Puerto Iguazú, de la mano de su artífice, la artista plástica Silvana Kelm.Silvana es de Villa Bonita, vivió en Posadas y muy joven se mudó a Buenos Aires, con el sueño de estudiar Bellas Artes, deseo que el destino le cumplió y que le fue abriendo caminos para que su trabajo se luzca en distintos escenarios. Pero la tierra roja es difícil de dejar y su marido ansiaba un lugar tranquilo donde vivir, Oberá lo encantó y allí están.Si bien la artista reconoció que laboralmente no es fácil, de a poco, después de habituarse, va armando su taller, donde también da clases de Escultura y Dibujo, partiendo de la figura humana.“Se hace un armazón de hierro, se modela en arcilla, porque al modelar, de la nada surge algo, un volumen, después se hace un molde y se pasa a algún material, estamos usando materiales nuevos, la resina poliéster, por ejemplo, tiene más años, pero el acrílico hace poco más de dos décadas que se está utilizando en Argentina. Enseño distintas técnicas para emplearlos y conocerlos, para que puedan adaptarlos a lo que quieran hacer en el futuro”, confió a PRIMERA EDICIÓN.Y subrayó que “la resina tiene miles de maneras de trabajarse, hay transparencias, opacidades con color y todo eso lo investigamos en el taller”.Su esencia en la obra “Me gusta lo figurativo y lo expresivo, trabajo sobre temáticas que tuvieron que ver con mi vida, como haber vivido en Posadas, sobre el río, por ejemplo, llevó a que los navegantes hayan estado muy presentes. O la serie de equilibristas y trapecistas, que surgió después de 2001, cuando la sensación era estar parado en una punta sin saber dónde caer, esa temática salió de esa época y porque empecé a trabajar con una galerista a quien le llamaba la atención que el acrílico fuera tan liviano, tenía miedo que no compraran la obra, estaba acostumbrada a trabajar con esculturas pesadas, hierro, bronce, piedra, madera” y, para convencerla de las amplias posibilidades que este material ofrecía, “empecé a hacer trapecistas colgantes, medio móviles, que se sujetaban a puntos muy pequeños”, contó la artista.“Cuando tuve a mi hija surgió la serie de ‘Crianza’ y tengo muchas más ideas en la cabeza pero el tiempo aún no me deja volcarlas. Al transformar esas vivencias en formas plásticas es como que vivo, en algunas esculturas, algo que me gustó y quisiera vivirlo nuevamente o de otra manera”, confesó y puso como anécdota una “figura que es un parto, no parí de esa manera, pero me hubiera gustado, tuve ese impulso, pero las cosas de los hospitales no lo permitieron”, pero sí plasmó “ese momento en que uno se transforma de ser un ser independiente, individual, a ser alguien de quien depende una criatura. Fue un pasaje y viví esa experiencia con una escultura que también es una manera de expresar una idea”.O la figura de “una mujer con los brazos largos, que exterioriza esa sensación de que nunca acaba el día, de que siempre hay algo para hacer”, observó. “La forma del espacio es un lenguaje que a veces uno no sabe cómo explicar con palabras, entonces lo explica con la forma, la textura, una cosa es que sea algo liso, otra rugoso, el color acompaña. Una cosa es que sea recto o curvo, con eso uno busca más violencia, más movimiento, docilidad, suavidad”, sostuvo e invitó a conocer su trabajo.
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