El presidente Macri se ocupó en su más reciente aparición pública en defender su gestión de la crítica implícita del Fondo Monetario Internacional (FMI), que había apoyado sin reservas el viraje que su Gobierno le imprimió a la economía argentina, pero en su último informe observó que la reactivación de la economía no fue la esperada el último año.El Fondo evaluó que la recuperación de las economías de Argentina y Brasil se demorará más de lo previsto y por ello le bajó la nota al nivel de crecimiento esperable en América latina en el año que se inicia; pronóstico que el Presidente rebatió afirmando que la economía argentina ya está creciendo y generando empleo; aunque no dio cifras en favor de su aseveración.Curiosamente, un día después de las declaraciones del mandatario, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) lo refutó indirectamente al ratificar que en los primeros nueve meses de 2016 se perdieron casi 128 mil empleos del sector privado registrado y cerraron sus puertas más de 5 mil empresas. Según las Estadísticas de Registros Laborales del Indec, que se basa en las cifras del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), desde la asunción de Macri hasta septiembre del año pasado el empleo en blanco cayó 1,9% y 127.905 personas perdieron sus puestos de trabajo.Se trata de un claro indicador de una situación del empleo que, al menos, merece ser calificada como preocupante y se corresponde con el panorama recesivo de la economía al cierre del año; una realidad que no se condice con el apresurado diagnóstico presidencial de que ya se estaría operando una recuperación del empleo. Ciertamente, el Gobierno espera realizar sus expectativas y para este año habría una mejora a partir de las licitaciones de obra pública, sin embargo no es saludable confundir -y mucho menos desde la primera magistratura- las expectativas con realidades objetivas; mas aún cuando se habla de una variable tan sensible como la situación del empleo.
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