Una suerte de “error” se convirtió para Héctor “Chacho” Mendoza en un “alimento para el espíritu” y para un centenar de chicos de la tierra colorada con pocos recursos (y de todo el interior del país) en una posibilidad para conocer “la gran ciudad”, Buenos Aires.Mendoza vive en la populosa Villa 31, donde además se ocupa, mediante una ONG, del centro de actividades deportivas y recreativas con que cuentan. Además, forma parte de una cooperativa de trabajo, de la que forman parte unas 250 personas, quienes llevan a cabo tareas de barrido, reciclado y obras relacionadas con la urbanización del asentamiento.A pesar del tiempo que todo esto le demanda, desde hace seis años “Chacho” se reserva octubre y noviembre para recibir delegaciones escolares, a las que brinda alojamiento, comida y excursiones. Y sí, fue un desacierto el que dio vida a este gran proyecto.“Un compañero llevó un grupo de chicos y no contempló todo lo que tenía que hacer para atenderlos durante una semana, faltaron cosas, los amigos nos metimos a tratar de sacarlo del pozo y nos dijimos, ‘si lo hicimos y a las apuradas y tropezones, si nos organizamos bien, por qué no lo hacemos, sería un lindo gesto para los chicos’”. Y fue el principio de una gran movida.“Soy feliz cuando los tengo allá”La Escuela 420, de Colonia Yacutinga, tuvo el honor de hacer debutar al equipo. “Los recibí con estadía, comida, turismo, todo por una semana y un viaje muy especial. No sólo conocieron Buenos Aires, una noche les dije que se acuesten temprano porque a las 5 teníamos que salir hacia un museo muy importante, a las 6 los subí a un colectivo, les bajé las cortinas y a las 10 se las abrí en Mar del Plata, donde estuvimos un día y para ellos fue súper especial”, recordó.Y añadió que después llegaron también escuelas de Aristóbulo del Valle, 25 de Mayo, Posadas… “porque lo que hago con los chicos es un aliciente, una carga de batería al corazón, para seguir bien, soy feliz cuando los tengo allá”.Además, el oriundo de Aristóbulo del Valle recibió a los chicos que llegaron a la “city” para participar en el Mundial de Hip Hop y a la delegación que participó recientemente en el Desafío Eco, quienes incluso encontraron en el circuito carretero de ciclismo, que está en medio del hospedaje, una pista para practicar.E hizo hincapié en que “cada pueblo tiene su forma de vida, su cultura, pero los chicos se admiran de todo”. Y puso como ejemplo a un grupo de “mapuches, de Chubut; me enojé con los maestros porque no sacaban a los chicos, les dije que se estaban perdiendo muchas cosas, que teníamos que salir, y me mostraron que allí eran felices, se revolcaban en el pasto, que no conocían el pasto, se admiraban de los árboles, y todo porque viven en un lugar árido, donde sólo hay piedra”.Un lugar soñadoEl espacio donde “Chacho” aloja a los visitantes tiene capacidad para treinta personas. Es un predio de 24 hectáreas ubicado en cercanías de Aeroparque. Allí cocina, con la ayuda de los padres que van como acompañantes, mientras alumnos y docentes disfrutan y, para ello, una empresa de ómnibus “nos facilita el traslado y los chicos pueden conocer la cancha de Boca, de River, también visitamos Casa de Gobierno, Planetario, el zoológico, Rosedal, los Bosques de Palermo, Fuerza Aérea, el museo de aviones, subtes, trenes, teatro, obelisco de día, de noche, el cabildo, la catedral, Puerto Madero, la Fragata Libertad y Sarmiento”, relató.Con el apoyo de la gente que está a su lado, “espero a los chicos en Retiro, allí ya son mi responsabilidad, tengo una camioneta en la que cargamos todos los bolsos, vamos a aeroparque, a cinco minutos, en tren y, como el horario es siempre el mismo, cada vez que llegan un helicóptero desciende cerca de donde estamos y un avión sube cerca de sus cabezas”, describió y mencionó además la fascinación de los chicos, que no fueron ni uno ni dos, sino 400 a lo largo de los últimos seis años, por todo lo que los rodea. “Esto te carga las baterías para seguir adelante”, finalizó Mendoza.
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