Hola queridos amig@s! En este nuevo encuentro vamos a reforzar la importancia de la palabra. Esto que transcribiré lo escuché en mi corazón: “Yo Soy el divino abecedario. Yo Soy el alfa y el omega. Yo Soy el principio y el fin de todas las cosas. Yo Soy la matriz de todo lo concreto. De Mí sales y a Mí vuelves. Conjugando sus letras obtenéis las palabras que amalgamadas forman las ideas que son la matriz de todo lo concreto. Si Yo Soy las ideas, es decir los sentimientos que las inspiran, comprende el valor que ellas tienen en ti, pues ellas son mi sustancia y por lo tanto la tuya, y tú con el libre albedrío tienes el poder de concretarlas o no, de caminar según ellas o no. ¡Cuánto poder te ha sido otorgado, oh, hombre! Y cuán mal gastado al no haberlo interpretado. Si el cúmulo de tus ideas eres, verifica si ellas conjugan con un buen entender; más allá del daño que la humanidad se está haciendo a sí misma, comprueba en el diario vivir si caminas a la luz de las ideas divinas o en la oscuridad de los pensamientos más retorcidos. ¡Obsérvate! Si dices una cosa y piensas otra, ya no es el divino abecedario quien priva en ti. Allí comienza el autoengaño y buscarás engañar a otros que, como tú, viven una convivencia dura de sobrellevar, donde el amor está ausente. Sólo cuando llegan al final de su existencia, algunos comprenden cuán vano ha sido el esfuerzo por tratar de hacer prevalecer su idea por sobre la de los otros. Únicamente en la perfección del obrar, las ideas divinas se manifiestan sin necesidad de imponérselas a nadie; pues cuando el resultado de tu quehacer hace doler, no son allí dictados los pensamientos por el Bien Supremo, ya que con tu consecutivo errar sin tratar de enmendar, has dejado entrar la semilla del mal. De Mí sales y a Mí vuelves, por más errado que sea tu camino. Sólo tú eres el responsable de hacerlo más corto o más largo. Piensa a la luz de tus ideas más elevadas, desecha conscientemente aquellas que no me reflejen; hazte esta diaria rutina y prontamente a Mí retornarás”. Ahora, veremos la importancia de la palabra como sonido, que al ser pronunciada produce una vibración que, al igual que cada acto, va generando campos de energía, es así que podemos asegurar que somos energía y nos movemos en un mar de energía. Es este mundo dual (el frío-el calor, el bien-el mal, la luz-la oscuridad, etc), donde todo se mueve entre los opuestos, los cuales son polos de una misma naturaleza que al moverse generan dichos campos de energía. Cuando Dios creó la luz, también creó la oscuridad, dado que ésta es sólo la ausencia de la luz y entre estos dos polos se mueve o se genera todo el mundo conocido (o como lo conocemos).Si el Padre lo creó de esta manera es porque el hombre que está en él, que es parte de él, debe moverse en actos y con palabras que son los que generan los campos y al hacerlo a través de los eones (de tiempo) va aprendiendo, ya que cada acción o movimiento o (al decir movimiento se refiere primeramente al movimiento mental que genera acción o palabra) genera una reacción. Recordemos que el movimiento en un principio se genera en el plano de la conciencia hacia uno u otro sentido y el hombre en el plano físico transforma esa energía de los pensamientos y sentimientos en emociones. De esta manera la humanidad crea esa gran masa de emociones la cual es la generadora de la energía de evolución constituyéndose así en un instrumento esencial para el accionar del cielo, pues en él no existen emociones ya que carecen del cuerpo físico donde son experimentadas. Cada potencial ser humano elige, al venir a este plano físico (a la Tierra), con quiénes se relacionaría, las posibles circunstancias que atravesaría en esta experiencia; en definitiva, lo que hemos hecho es un contrato con nosotros mismos, con nuestro Dios interior, según el cual, ésa sería la mejor forma de aprender de nuestra alma, y se dice “posible”, porque al Dios otorgarnos el libre albedrío, somos nosotros los responsables de cuál emoción experimentar. Esa inteligencia sintiente (precursora de las emociones) y selectiva, tenía que además de consigo misma, cumplir su contrato establecido de evolucionar, la responsabilidad con el Todo, del cual es parte y uno con Él (el Padre o el Todo), quien ahora le pide que recuerde el contrato y que deje de soñar esta ilusión por ella creada. Cuando el Ser despierta de su estado de ensoñación, toma el poder sobre sí mismo y pasa él a manejar sus emociones conscientemente creando con ellas el mundo que quiere habitar. Les deseo queridos amigos una feliz creación consciente de su nueva y maravillosa realidad. Hasta la próxima. Con amor Gracie.ColaboraGraciela del CarmenZaimakis de AbrahamEscritora
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