Por Irene Ventriglia (*)Por ejemplo, organizamos talleres que simulan "la cena de navidad" para que nuestros pacientes intenten continuar con su tratamiento pero por muy diferentes motivos, ese día en esa mesa hay una cantidad de comida inmanejable no sólo para quienes que se encuentran en tratamiento por hipertensión, diabetes u obesidad, sino para todas las personas, adultos y niños.Es muy desigual la potencia entre la construcción de un hábito saludable, que puede costar años, y la cascada de estímulos que se inoculan a la población para que consuma alimentos o bebidas no saludables. Empresas de gaseosas o locales de comida rápida tienen más llegada a nuestros pacientes con publicidades que apelan al sentimentalismo y patéticos payasos, que nosotros en la sala de un hospital explicando los beneficios de comer verduras.En este marco, se permite y facilita la instalación de una tendencia o ideología que llamamos "contexto" y está conformada por una política, una economía y una sociedad determinadas. La industria alimentaria implanta su juego, que es el de ganar dinero, y son las políticas en el mundo entero -también por motivos económicos- las que le permiten instalarse casi sin ninguna restricción. Mientras tanto, nosotros "jugamos" a vivir más saludablemente. Evidentemente, ambos intereses no están alineados y la lucha es más ardua porque las fuerzas son cada vez más desparejas.En materia de ganancia económica, la industria de la alimentación es una de las mejores ranqueadas, solamente precedida por la venta de armamentos y de medicamentos.Nosotros creemos que elegimos lo que comemos, pero la industria y la política ya eligieron por nosotros antes, ofreciéndonos lo que más le conviene al mercado de consumo. Nuestros niños, que pasan gran parte del día viendo televisión -por el televisor o por internet, son los principales clientes de esos productos y están expuestos a 60 comerciales televisivos por semana cuyo 30 por ciento les ofrecen "regalos", según el informe "Publicidad de alimentos dirigida a niños y niñas en la televisión argentina 2015" de la Fundación Interamericana del Corazón – Argentina (FIC).Desde ese lugar se van torneando los hábitos culturales y sociales, como festejar todo comiendo, sea un nacimiento, un casamiento, el día del amigo, la salida al cine o un acto electoral y la publicitad termina endiosando la comida. Regalar alimentos se transformó en moneda de canje, sea de afecto, de valores u otros. Se hacen asociaciones muy fuertes como "regale una sonrisa-regale una golosina" -no una flor, no un libro- y se promueve la ingesta de comida durante la asistencia a distintos espectáculos.En el caso de las salas cinematográficas, estas asociaciones parecen llegar a una máxima expresión relacionando comida y entretenimiento. Acompañada por una creciente oferta, la ingesta pasó del maní con chocolate y el pochoclo a la hamburguesa, la pizza y los nachos con salsa. En países como Estados Unidos, los ingresos por venta de alimentos ya casi igualan la venta de entradas y van camino a superarla. Es la tendencia de las multisalas, que se generaliza hacia las independientes y se convirtió en el objetivo a alcanzar también por los empresarios que manejan la industria en Latinoamérica.Para lograrlo, las publicidades y las técnicas de marketing se tornan cada día más agresivas, implementando acciones que buscan "seducir" a adultos y niños que a esta altura terminan convirtiéndose en "víctimas", presionados para consumir alimentos mientras ven su película favorita. Desde cómo deben mirar los cajeros a los clientes para ser más asertivos y convincentes al ofrecer los combos de película más comida, bebida y merchandising, pasando por los banners que mezclan los anuncios de aventuras del último superhéroe con la oferta de papas fritas y gaseosa, hasta cómo diseñar el "corralito" que los pasea por el sector alimentos camino a la caja para que se distraigan con otro cometido.Mientras tanto, en los tratamientos para combatir la obesidad se multiplican las complicaciones porque a nuestros pacientes les sugerimos que socialicen y que salgan de sus casas, por ejemplo, yendo al cine. También sucede cuando toman un café en un bar, donde está de moda que venga acompañado con un snack que no sólo significa calorías de más de pobre valor alimentario, sino que representa en el paciente resolver con un "Sí" o un "No", seguir o salir del tratamiento. Por más que parezca exagerado, para quien padece un trastorno en la conducta alimentaria, la elección de comer una "palmerita" es en muchas oportunidades ingresar a un proceso difícil como quien deja de fumar y da "una pitada".Si bien en nuestro equipo y junto a nuestros pacientes seguimos trabajamos en la implementación de hábitos saludables, sabemos que sólo con la aplicación de políticas de estado lograremos mejorar esta situación. Y no sólo me refiero a la alimentación, a la oferta de alimentos saludables y la reglamentación de la publicidad, sino a la adecuación de la actividad física para la totalidad de la población, porque el sedentarismo es el cuarto factor de riesgo cardiovascular antecedido por el tabaquismo, la diabetes y la hipertensión arterial.Con los pacientes que llegan al programa, lo que primero que trabajamos es dar cuenta sobre el contexto económico-político-social. Es muy distinto afrontar un tratamiento tan complicado pensando que "soy el culpable" porque no tengo fuerza de voluntad y soy perezoso, a saber que formamos parte de una globalidad en un mercado donde el valor está en la ganancia de dinero y no de salud. Tomar conciencia de que forma parte de un entramado del cual es víctima, sin saberlo, re-ubica al paciente y lo potencia. Solamente desde ese lugar se comienza un tratamiento que es difícil y lleno de obstáculos, porque es la vida misma.Un cuidado especial requiere el tratamiento de la denominada "obesidad infantil", que en instancias de reflexión no existe ya que lo hay son "familias obisógenas", como las sociedades. En el núcleo familiar se dan miles de situaciones que promueven la mala alimentación y los hábitos no saludables. El ritmo de vida obstaculiza que se coma en familia, que no haya tiempo para preparar comida casera y que los niños no hagan la actividad física necesaria porque falla la curricular escolar y porque debido a razones de seguridad y culturales, ellos se queden jugando a la play en lugar de andar en bici o jugar al fútbol.La mayoría de los niños que asisten a nuestro programa Bambini en familia poseen en sus cuartos televisor, computadoras y teléfonos móviles con bellos juegos e imágenes. Toda una estructura a la que se suma una notoria y creciente dificultad en la puesta de límites, aparentemente propia de la época en donde vivimos.La legislación que previene el crecimiento de la obesidad y sus consecuentes riesgos para la salud y la vida individual y social de los pacientes es escasa y la que se ha implementado no se cumple cor
rectamente, según da cuenta la FIC Argentina en su investigación "Análisis y descripción del marco regulatorio" (2016). Si repasamos los intereses que están en juego, no creo que por el momento se logre demasiado. No han podido grandes países, como Estados Unidos que lo intentó fuertemente con Michelle Obama como primera dama, Inglaterra ni Francia, pero otros como Finlandia y Noruega van logrando algunos avances.El trabajo en la prevención y el tratamiento de la obesidad es conjunto entre profesionales de la salud, pacientes y familiares, pero debe ser también una responsabilidad social del ámbito legislativo, político y empresarial. Comenzamos un nuevo año, es una oportunidad para que estos demuestren que realmente les importa la vida de las personas, o en otras palabras, la salud de sus clientes.(*) Médica de familia. Dirige el área de acciones directas para la comunidad Aprender Salud del Hospital Italiano, que comprende los programas Bajando de peso, Parques y Bambini.
Discussion about this post