Los caminos al igual que los pensamientos siempre nos transportan a lugares donde viviremos experiencias que de alguna manera nos transmitirán cosas buenas y otras un tanto penosas, pero nunca visitaremos el mismo lugar dos veces, quizás porque este cambió o nosotros miraremos aquello con otros ojos. Nada en el mundo permanece inalterable, todo cambia: algunas veces más lentas que otras, pero siempre una montaña terminará en el fondo del mar. Esto me hizo recordar cuando visité la pequeña localidad tucumana de Tafí del Valle, estaba sentado en un bar de la calle principal mientras degustaba una bebida espirituosa y unos quesos de cabra saborizados con morrones y aceitunas que son muy populares en aquel pueblo de los Valles Calchaquíes. En aquel momento no podía dejar de mirar a una luna brillante que parecía besar a aquellos cerros que sirvieron de inspiración a muchos poetas quienes encontraron esas palabras que no pueden salir de otra parte que no sea del corazón.En ese momento se acercó un joven, quien por su acento era español, intercambiamos un par de palabras y me pareció bastante agradable, esto hizo que levantara mi mano y le ofreciera un trago, para que la charla fuera más amena, mientras disfrutábamos del hermoso paisaje de aquella noche.El muchacho comenzó a armar unos cigarrillos con tabaco y papel de arroz, que es muy común en Europa, y me contó que hacía varias semanas había salido de Madrid rumbo a Córdoba, para conocer a los familiares de su padre, quien a finales de los años 70 se exilió en España, nunca más regresó y ahora él quería descubrir parte de su historia, que en definitiva era la de ambos. Me contó que recorrió Centro América, Colombia, Ecuador Perú, Bolivia y el norte de Argentina que le pareció sorprendente, tanto por los increíbles paisajes como por la calidez de su gente.Le dije que sólo vio una pequeña parte de las maravillas que encierra el país y que la provincia cordobesa es una de las más antiguas y hermosas, que sin dudas se sentiría como en su casa. De pronto comenzamos a analizar la importancia que tiene para una persona el lugar donde desarrollará toda su vida, un ambiente que debe tener ciertos factores que hagan que se sienta a gusto con su entorno. Entonces me contó una historia que conoció en Costa Rica. Allí conoció a un hombre en una humilde casa cerca de la playa, en la que residía junto a su mujer -oriunda del país centroamericano- con la que había tenido cuatro hijos. Su compatriota le contó que mucho tiempo antes vivió en una importante ciudad de la Península Ibérica donde tenía un trabajo rutinario y constantes discusiones con su mujer, a esto se sumaba la conducta rebelde de su hija quien lo ignoraba y no le hacía caso. En una ocasión este hombre fue, como todos los días a su trabajo, y dejó una lista de actividades sobre su escritorio para su secretario, regresó a su hogar, sacó una maleta de debajo de la cama y se fue para siempre.El hombre vivió un tiempo en Tenerife y después se fue a Centro América donde conoció a una hermosa mujer de quien se enamoró perdidamente: ella era muy agradable, cariñosa y disfrutaba mucho de su compañía. Por este motivo, ambos decidieron vivir juntos en una humilde casa junto al mar donde pusieron un pequeño local de ventas de recuerdos para turistas. Fue así que pasaron treinta años y formaron una hermosa familia con sus cuatro hijos. Esa historia de dejarlo todo para emprender la travesía de encontrar un lugar en el mundo para ser feliz me hizo pensar, muy pocos pueden lograrlo y muchos menos tienen el valor necesario para dar el primer paso. La noche y las charlas continuaron en ese pequeño bar en medio de los Valles Calchaquíes y en la despedida le dije al joven: “Tu padre y aquella persona, sin dudas encontraron su lugar en el mundo, y vos estás comenzando a descubrir el tuyo, simplemente porque estás recorriendo los caminos en busca de ello”. PorRaúl Saucedo [email protected]
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