La propuesta de modificación del Código Penal juvenil, que efectuó ayer el ministro de Justicia de la Nación, Germán Garavano, volviendo a poner en el tapete la posibilidad de bajar el límite de imputabilidad, de 16 a 14 años, respecto a los menores que delinquen, sonó como un anuncio del lanzamiento de la compulsa electoral el año que se inicia. En el mismo sentido, cabría interpretar la resolución de otorgar 25.000 millones a la Provincia de Buenos Aires, una dádiva que ayudaría a reducir el endeudamiento con el que cerró 2016 el gobierno de María Eugenia Vidal que el Gobierno de Mauricio Macri no consiguió fundamentar debidamente.Curioso es, sin dudas, que la mayoría de los gobiernos provinciales apoyen la trasferencia, según el gobierno, y no reclamen equidad cuando, unos días atrás, se les anunció un duro régimen de control de gastos y uso de los recursos provinciales. Sin embargo, más que el silencio de los mandatarios provincianos; el dato escandaloso es el desprejuiciado uso electoral de la supuesta reforma al código penal juvenil.La propuesta, no casualmente retoma otro politizado debate en las elecciones legislativas de 2013, cuando el exdiputado y actual intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, propuso la modificación del régimen penal juvenil en un intento de ganar sobre la hora el favor del electorado bonaerense que se mostraba esquivo al gobierno. También en las movilizaciones tras el asesinato en 2004 de Axel Blumberg, se pudo ver una segunda intención detrás de la justificada indignación que generó el hecho puntual. Son numerosos los ejemplos, de los años de recuperación de la democracia, y aún a nivel internacional, que muestran cómo la violencia que surge de un drama social profundo se vuelve instrumento de marketing político. La tarea de legislar, que se rige por un mandato humanitario inscripto en el espíritu y la letra de la Constitución, se desacredita con estos intentos de estigmatizar a los jóvenes más vulnerables y sacar rédito de la impotencia de los ciudadanos ante la inseguridad y el delito.
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