Señora Directora: En mi devaneo intelectual, me detengo en “mis tiempos” a reflexionar cuánto nos falta a los argentinos a “aprender” a pensar como lo hicieron aquellos grandes pensadores griegos hace 2.700 años, llamados filósofos. Ellos denominaban a la filosofía “Amor por la sabiduría”, pues este concepto nacía de dos palabras griegas: “filo” que significaba “amor” y “sofis” sabiduría.Es menester que reflexionemos y entendamos que cuanto más pensemos menos nos equivocaremos, basados en una proverbial educación envuelto dentro del “manto” lumínico que explicita la ética y la moral. Estos conceptos nos impulsan a tener y disponer de una buena y sana conciencia que nos permita convivir en un ambiente armónico dentro de la sociedad, amparada dentro de la ley y la verdadera justicia.En mi condición de ser humano quisiera exponer humildemente, como un principio de claridad, basado en el concepto implícito y explícito que determina el artículo 19 de nuestra Constitución Nacional, como base de una organización y como ley madre. En un estado libre y soberano donde los cimientos están establecidos en las estructuras fundamentales para su construcción; donde las acciones privados de los hombres, que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero y están solo reservadas a Dios y exentos de la autoridad de los magistrados y de toda “jerarquía” de ningún gobernante de la tierra.Ningún habitante está obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíba. La dignidad humana es un principio fundamental para la igualdad ante la ley y para la armonía, equilibrio y felicidad de los pueblos.Esa vida en sociedad es la que aumenta el optimismo y la seguridad de las personas que la integran, logrando de tal manera la obtención de objetivos que su esfuerzo lo impulsan.Pienso que desde el punto sociológico el desarrollo de la personalidad es un proceso de transformación de los elementos humanos que se hallan sin “modelar”, que le permita sin lugar a dudas a participar de una vida en sociedad.El principio ético y moral establece su vinculación a la conducta humana y ésta se desarrolla en base a esos principios.En cada una de las etapas del proceso de civilización de la humanidad, el interés general estuvo centrado en objetivos especiales: la religión, la virtud, la belleza, el arte, las creencias, etc. Cada uno de ellos imprimió ciertas dinámicas y ritmos, y le dio un sello característico al periodo correspondiente a efecto de buscar el confort de la sociedad y el crecimiento y desarrollo de un estado.Sin embargo, paralelamente, existe un contraste de sustancial importancia que por sí se constituye en el distintivo de nuestra época: el interés del hombre (aunque parezca paradójico) por la explotación del hombre. No es un interés científico, ni filosófico, ni metafísico, sino que se trata al ser humano como ente abstracto y “universal”, y debiera ser de interés humano y concreto, como ser real, que nos acompañamos en nuestra vida cotidiana con todas las atribuciones (aflicciones) y a compartir todas y cada uno de los momentos de nuestra vida.Sócrates, el gran pensador (filósofo) griego, y uno de los siete sabios de Grecia, por sobre todas las cosas, pensaba en el hombre, quería entender y saber cómo debe vivir el hombre, ser esforzado, valiente, tener templanza y ser justo como ser buen semejante, etc. Para él el alma humana valía más que el cuerpo y sus apetitos y placeres (concupiscencia). El amaba la verdad y la realidad.
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