Venimos de un año intenso. La ansiedad generada por el simple hecho de vivir e interactuar en este complejo mundo de hoy, nos hace sentir tensos, hasta crispados, presas de un agotamiento que, si no es aliviado, se vuelve crónico y produce más ansiedad, irritabilidad, malestar físico, mal humor y varios males más… hasta que llegan las vacaciones.En el calor del verano, cuando todo tiende al descanso y el silencio vacacional facilita el protagonismo del canto de las chicharras, descubrimos que ese silencio es algo más que ausencia de ruidos y que puede pasar a ser una experiencia interior. Entonces nos distendemos y, disponiendo de tiempo y calma para buscar todas las lecturas postergadas, comenzamos a recorrer nuestra biblioteca de Yoga, la virtual y la de papel. Y… lo primero que abrimos sincroniza maravillosamente con lo que veníamos sintiendo y diciendo: es El Yoga de las Cuatro Estaciones de nuestro compatriota Andrés Percivale.En sus páginas descubrimos que el corazón es el órgano del verano, junto con el intestino delgado. No descansa nunca: moviliza cada día diez mil litros de sangre a través de venas y arterias para llegar, transportando nutrientes y oxígeno fresco, a todas las células del cuerpo. Recibe de los pulmones la sangre purificada y la envía al organismo, y también recibe la impura que ya hizo su recorrido, para impulsarla a los pulmones, donde se renovará en contacto con el oxígeno.Nuestras antiguas tradiciones dicen que el alma se aloja en el corazón. Y precisamente las enfermedades cardíacas, aunque presenten pocos síntomas, son una de las causas más importantes de mortalidad en el mundo moderno. Asimismo, en el cerebro hay un centro cardíaco que marca el ritmo, según estemos relajados o excitados por alguna emoción violenta, o practicando ejercicios que requieren el flujo de sangre a todos los músculos. Es así como el corazón resiente las emociones disparadas desde todos los órganos: la rabia o la depresión del hígado, la pena de los pulmones, el miedo o estrés de los riñones y la avaricia de los intestinos. Pero… ya se ha comprobado científicamente que el Yoga y su componente de meditación, más una dieta baja en grasas, alivia significativamente los problemas cardíacos.Asimismo, el corazón también está vinculado a la glándula timo, pieza importante de nuestro sistema inmunológico; es por eso que una emoción desagradable o extrema puede bajar las defensas del organismo. Además, según los orientales, el corazón atesora la mente y es responsable de la labor cerebral que incluye la memoria, la conciencia, la claridad de pensamiento y la capacidad de tener o no un buen sueño reparador. Y dormir bien es vital, tanto como la sana alimentación y como la relajación profunda que conduce al estado meditativo con que concluimos una clase de Yoga.La relajación es una bendición y debemos agradecer a los sabios yoguis que hayan descubierto su importancia, ahora confirmada por la ciencia occidental, porque el descanso consciente de unos minutos de relajación es comparable al brindado por una noche de sueño profundo. Y todo sucede en el silencio, refugio de paz y salud que desintoxica la mente y sosiega el corazón, para que luego del aquietamiento de la actividad mental podamos emerger renovados, llenos de creatividad, inspiración y mejor perspectiva de la realidad; porque el silencio es insustituible en el sendero hacia el conocimiento de nosotros mismos. El silencio es aquí y ahora. Estamos de vacaciones… en silencio. Namasté.La profesora de yoga de 98 añosTäo Porchon-Lynch es más que una profesora de yoga. Para la mayoría de sus estudiantes es una guía de la vida. Enamorada del buen vino, de hablar suave y vestida con pronunciados tacones y grandes zarcillos, Porchon-Lynch asegura que es una persona afortunada. Por lo menos así lo siente ella, quien es a sus 98 años la profesora de yoga de más edad del mundo, hito registrado en el Libro Guinness de los Récords. “Nada es imposible, es como cuando te levantas y te dices que este va a ser el mejor de día tu vida. Y lo será”, le dijo a la BBC. “Si pones tu pensamiento en algo positivo se podrá materializar. No pienses en cosas malas. Eso me ha ayudado”.Nacida en India en 1918, Porchon-Lynh ha llevado una vida digna de ser llevada al cine. A los ochos años descubrió el yoga cuando vio a niños en la playa contorsionando sus cuerpos para lograr extrañas posturas.“Fuí donde mi tía y le pregunté ’¿ellos me dejarían hacerlo?”. Ella me respondió `Eso no es un juego, es yoga, y no es para las niñas´. Entonces fue cuando empecé a hacerlo”, contó en una entrevista con el periódico estadounidense New York Times. Además de dedicar su vida a la práctica milenaria del yoga, Porchon-Lynch también participa en competencias de baile de salón junto a parejas que son más de 70 años menores que ella.Vivió en Londres y formó parte de un grupo de bailarinas que entretenían a soldados durante la Segunda Guerra Mundial.Pasó tiempo junto a Mahatma Gandhi, Nöel Coward y el Dalai Lama y vivió en Hollywood, donde comenzó a enseñar yoga. “Lo mejor que me ha podido pasar es ver a alguien a quien le estás enseñando decir que no puede hacer esto o no puede hacer aquello”. “Y de repente comienza a aparecer una sonrisa en su rostro y darse cuenta que sí lo pueden hacer. Esa es la mayor satisfacción que he tenido”, contó a la BBC.En 1963 se casó con un vendedor de seguros, Bill Lynch, con quien compartió su pasión por el vino hasta el punto que ambos fundaron la Sociedad Estadounidense de Vino. Tras la muerte de Lynch en un accidente de motocicleta en 1982, ella volcó su vida al yoga. “Cuando estás en contacto con tu interior estás en contacto con tu aliento de vida, no puedes evitarlo. Lo primero que se tiene que aprender es a respirar y moverte con tu respiración. Tiene que venir de tu cuerpo”, explicó. Porchon-Lynch contó que además del vino también tienen una debilidad por el té, aunque que nunca bebé agua.(Fuente: bbc.com/mundo)
Discussion about this post