Como bien dijo Aristóteles “cualquiera puede ponerse furioso, eso es fácil, pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y de la forma correcta. Eso no es fácil”.Cada día vemos en las noticias las consecuencias de la falta de control de nuestras emociones, que producen respuestas exageradas y sin relación con el hecho que las originó, como por ejemplo asesinar a un vecino por tener la radio con volumen alto durante la siesta.La mayoría de los humanos estamos sujetos a la posibilidad de un arrebato con ira, que daña inmensamente y produce el posterior arrepentimiento, demostrando nuestra incapacidad para controlar las emociones.Somos enseñados permanentemente para tener el control de todo lo que nos rodea, porque eso nos beneficia, pero no nos preocupamos por aprender el control sobre nosotros mismos.Somos ineptos emocionalmente, no porque carecemos de emociones sino porque no prestamos atención para su entendimiento y control, por lo que nos desesperamos ante cualquier estímulo extraño y nos comportamos de forma imprudente al manejarlas con nuestra familia, en el trabajo y en toda la vida diaria.Respondemos con rabia y agresividad ante situaciones aparentemente simples, como cuando un hijo nos tapa la pantalla del televisor, o cuando nuestra esposa nos sirve una comida que nos desagrada.Y después del rapto de ira nos invade la desesperación y angustia, por el sentimiento de culpa que nos invade por el comportamiento equivocado, y que puede transformarse en depresión. Nuestro cerebro posee tres grandes secciones, el Cerebro Automático o Tronco cerebral es el más primitivo, se encarga de mantener y controlar todas nuestras funciones básicas y automáticas como la respiración, los latidos cardíacos, la función digestiva, etc.Luego poseemos el Cerebro Emocional o Sistema Límbico es primitivo, los evolucionistas lo consideran una herencia de los reptiles, se encuentra ubicado por encima del automático, regula y administra nuestras emociones y sentimientos.Por último está nuestro Cerebro Racional o Pensante o Neo-Cortex (Nueva Corteza) es el más nuevo, se ubica en la corteza muy por fuera de los anteriores y es asiento del pensamiento humano, de nuestra inteligencia, imaginación, aprendizaje, creatividad y espiritualidad.Dentro del Cerebro Emocional el elemento más antiguo que encontramos es el “Sentido del olfato”, debido a que cada ser viviente tiene una característica molecular que puede ser llevada por el viento y produce un olor determinado, este sentido sirvió a los primeros animales para analizar el olor y determinar si ese ser que estaba acercándose era amigo o enemigo, alimento o veneno, compañero sexual, depredador o presa.El olfato fue el sentido esencial para la supervivencia pues enseñaba lo que se podía comer o beber, de quién esconderse o a quién acercarse o quién lo atraía sexualmente.Luego el Centro Emocional se volvió más complejo y posibilitó expresar ira, temor y amor, ayudado por la memoria y el aprendizaje, lo que permitió afinar sus elecciones para sobrevivir, y adaptarnos mejor ante los cambios del medio, por ejemplo si un alimento nos descomponía lo guardábamos en la memoria y podíamos evitarlo en el futuro.Estas partes de nuestro cerebro las dividimos para entenderlas, pero en realidad trabajan juntas, donde la corteza cerebral nos agregó un matiz esencial a la vida emocional, permitiéndonos catalogar los sentimientos y entender lo que estamos sintiendo.Debemos entender que los sentimientos son parte de toda nuestra vida, de nuestras ideas, en el arte, en nuestra creatividad e imaginación, en nuestros símbolos, por ejemplo el vínculo “madre-hijo” base de nuestra unión familiar surgió a partir del placer, el deseo y pasión más el pensar racional.El aparato emocional abarca el más amplio espectro de emociones, desde llorar a reír, hasta la ira, el odio y el amor, nuestra herencia nos provee de un “Aparato emocional básico” que determinará nuestro temperamento, luego con el transcurrir de la vida iremos puliendo y armando nuestras emociones según las experiencias que tengamos, haciéndonos más aptos o ineptos en el manejo de nuestra vida.Nuestra sociedad parece deshacerse bajo el imperio del egoísmo, la violencia y la falta de desarrollo espiritual, lo que origina “valores” muy chatos, y raquíticos, además de querer poner en veredas opuestas a las emociones versus la razón.Las “cosas del corazón o emociones” son tan importantes para nosotros como la “reflexión intelectual”, hasta tal punto que es imposible separarlas, nuestras emociones nos guían cuando se trata de enfrentar momentos difíciles y tareas importantes, que no se las puede dejar en manos del intelecto.La pérdida de alguien querido, enfrentar el éxito y el fracaso, un peligro, los vínculos familiares, son demasiado importantes y se deben tratar con una cuota de emoción y de intelectualidad.Nos hemos dedicado extensamente a endiosarnos como “seres pensantes” que nos hizo olvidar el papel de nuestras emociones, que en igual medida son parte nuestra, con ellas nos llenamos de un impulso o disposición para actuar, que nos llevan en una dirección muchas veces opuesta a lo que nos dicta el intelecto reflexivo, como por ejemplo cuando alguien actúa arriesgando su vida para salvar la de un desconocido, donde un acto ilógico e irreflexivo es suplantado por un sentimiento altruista de amor al prójimo.Nuestras decisiones y acciones, cuentan tanto con nuestras emociones como con nuestra inteligencia, y a menudo nuestra inteligencia debe someterse a nuestras decisiones emocionales.Cuántas veces hemos oído que una persona dispara en forma accidental a un familiar en su casa, presa del miedo y pensando que es un ladrón; las pasiones y emociones suelen aplastar las buenas decisiones. Las primeras leyes y declaraciones de ética, expresadas por el Código Hammurabi, los Diez Mandamientos, y los edictos del emperador Ashoka son los intentos para dominar y controlarnos, no sólo nuestras emociones sino nuestro intelecto, siendo reglas que están destinadas a someter nuestros excesos emocionales y reflexivos.Ahora, si nosotros pretendemos echarle la culpa a nuestras emociones, estamos cometiendo el mismo error que al creer que sólo somos razón e inteligencia, pues “emociones y razón” gobiernan nuestro ser.Nuestro juicio racional se ve influenciado tanto por las emociones como por nuestra historia personal y global.por Bazán J. L. – Mé[email protected]
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