El abrupto despido del ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, y la división de esa cartera ministerial en dos mitades con sus respectivos titulares, sorprendió más por la forma y el momento elegido, que por el trasfondo, que era conocido para quienes venían observando las desinteligencias imperantes en el Gabinete nacional.Por su lado, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, al explicar la medida a los medios nacionales, resultó poco convincente al asegurar que “no habrá cambio de rumbo” y que las divergencias con el exministro “no son discusiones que tengan que ver con cuestiones de diferencias de políticas”, explicaciones que no aclaran mucho el panorama y llevaron a algún analista creativo a hablar de un “despido sin causa”.La decisión de remover al titular del cargo más importante del Gabinete en plena navidad y en vacaciones deja, sin embargo, espacio para una lectura menos complaciente o centrada en personalismos, más que nada al tratarse de un Gobierno que se precia de no promoverlos, y que habitualmente se maneja con pautas predeterminadas en lo que hace a la liturgia institucional. En los hechos, tanto la renuncia de la titular de Aerolíneas Isella Constantini, presentada sólo unos días antes en forma sorpresiva, como el pedido de renuncia a Prat-Gay, quien según los testimonios de sus allegados no se lo esperaba; resaltan como indicios de -precisamente- diferencias sobre políticas, y sugieren un trasfondo de dificultades. En la semiótica política el “despido sin causa” de un ministro de Economía es señal de incertidumbre, interpretación que cuadra a este caso, cuando -en lugar de la prometida recuperación- el segundo semestre se cierra con recesión y -según el Indec- en el tercer trimestre la inversión se contrajo un 8,3%;?el consumo privado cayó 3,1%;?cayeron las importaciones (-0,6%); las exportaciones (-2,6%);? la construcción (-12,9%);?el comercio (-5%); la agricultura, ganadería, caza y silvicultura (-2,8%);?la intermediación financiera (-5%) y la industria (-8%).
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