En medio de los preparativos para las fiestas de fin de año, representantes de la producción primaria yerbatera se hicieron presentes sorpresivamente en la sede del Instituto Nacional de la Yerba Mate (Inym), reclamando con energía la intervención de ese organismo y la modificación de la ley que regula su accionar.Los productores manifestaron un profundo descontento con la falta de iniciativas, tanto del Instituto como de los legisladores nacionales misioneros, frente a la realidad que enfrentan los eslabones más débiles de la cadena yerbatera, los pequeños productores y los tareferos, perjudicados por el incumplimiento de los precios sostén y las irregularidades en los plazos de pago de la materia prima. El pedido de intervención y reforma de la legislación, en el que coincidieron asociaciones de productores y tareferos y dirigentes de la FAA, se sostiene en la necesidad de adoptar con urgencia un sistema de cupificación y control de la calidad de la yerba, como medidas paliativas de la crisis que genera la sobreoferta de materia prima en un marco de fuerte concentración del sector de la molienda, y atomización y descapitalización de los productores primarios.El cuadro no es nuevo, y no falla quien recuerde que la puesta en marcha del Instituto en 2002 estuvo rodeada de una situación no demasiado diferente a la actual. Sin dudas, mucho se ha hecho para ordenar el sector desde el Instituto, financiado por los consumidores por medio del sistema de estampillado, sin embargo el organismo ha decepcionado al momento de cumplir con el principal objetivo por el cual fue creado; esto es preservar el equilibrio a la hora de la fijación de precios y colaborar a una gradual, y eficiente, integración de los productores a los beneficios del sector. El pedido de intervención, expresión del malestar profundo de los productores, tal vez no sea una solución, pero debería llamar la atención a un Directorio que en 14 años de deliberaciones no ha logrado dar respuestas sólidas a la crisis del sector.
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