En el acto de fin de año, la maestra de la salita de 5 donde asiste su hijo despidió a los chicos vestida de Papá Noel y les obsequió alfajores. La idea fue hermosa pero provocó que uno de sus alumnos se sintiera excluido, discriminado y muy triste por ser celíaco: “Para vos no tengo nada, mi amor, porque sos celíaco”, le explicó la maestra cuando el niño se acercó a recibir su regalo. Es que la docente se olvidó de la condición del pequeño, hecho que no es la primera vez que sucede, según confió a PRIMERA EDICIÓN su papá, Adrián Frank. “El recibir o no un alfajor no es el problema, sino lo que ese presente de su maestra vestida de Papá Noel significa para un niño de cinco años. La verdad es que me sentí muy mal por mi hijo, Gonzalo, porque vi el dolor que le generó el gesto de su maestra, lloró todo el día”, contó Adrián que también es docente. “Lo que más nos disgustó, es que somos padres muy presentes, todos los docentes saben que mi hijo es celíaco y permanentemente mandamos notas en el cuaderno poniéndonos a su disposición para cualquier cosa que necesite. Incluso, el día del acto de fin de año, llegamos casi una hora antes porque queríamos encontrar un buen lugar porque mi señora tiene un embarazo avanzado. La maestra nos vio e incluso en ese momento pudo avisarnos que no tenía las golosinas para nuestro hijo para que nosotros se las acercáramos. Jamás nos imaginamos que no lo iba a tener en cuenta, incluso instamos a nuestro hijo a que se acerque a su mae a buscar el regalito”, contó. Para que no se repitaAdrián Frank es director de una escuela secundaria y, por ello, viaja a menudo a Posadas. “Aproveché que fue a Posadas para reunirme con la directora de Educación del Nivel Inicial del Consejo General de Educación (CGE) y le conté lo sucedido. La funcionara me dijo que, desde el CGE, sacarán una directiva general donde se pedirá a los docentes que presten atención a este tipo de cuestiones para que los alumnos celíacos no sean discriminados ni se sientan aislados de las actividades escolares”. Según indicó, “con las otras docentes del nivel inicial nunca tuvimos antes ningún inconveniente, pero con esta maestra no es la primera vez que ocurre algo como esto. Hace unos meses, llevamos golosinas para que la mae tuviera para cargar la latita que había preparado para cada uno de los alumnos. Incluso llevamos más cantidad para colaborar; pero mi hijo volvió a casa con la latita vacía”. Al respecto, reflexionó sobre el rol que ocupa la comida en el vínculo con los otros, “la comida nos une pero también nos puede aislar. Por eso, nos pareció excelente cuando la maestra del año pasado nos pidió que lleváramos una torta para celíacos para festejar su cumple, para que todos compartieran del mismo alimento y así Gonza se sintiera incluido e igual a cualquier otro chico”. Con este mismo propósito sus papás le enseñaron desde muy chiquito que él no podía comer lo mismo que sus amigos pero sí podía compartir su comida con ellos. Diagnosticado a los dos años Según recordó Adrián, a su hijo, Gonzalo, le diagnosticaron celiaquía a los dos años y desde entonces la familia tuvo que aprender a comer sin trigo, avena , cebada ni centeno (Tacc). “Tuvimos que pedir a los comercios de San Vicente que trajeran alimentos para celíacos. Además, cuando viajo a Posadas, aprovecho para comprar pastas frescas congeladas”, contó. Para el diagnóstico, al niño le hicieron una biopsia, “el Instituto de Previsión Social (IPS) te pide la biopsia como requisito para darle una caja de alimentos mensuales que, la verdad, no siempre la recibimos en tiempo y forma”, indicó. Desde que Gonza comenzó a ir a la escuela, sus padres le preparan una pequeña vianda que lleva en su mochila, “él sabe que no puede comer lo de sus compañeros, pero sí puede invitar y compartir la mesa con sus pares”. El año que viene, el pequeño ingresará al nivel primario de la Escuela 453. Según recordó su papá, “Gonza va los sábados a la escuelita bíblica y allí siempre le regalan golosinas. Una cosa que siempre nos llamó la atención es que siempre compran golosina sin Tacc para todos, porque ellos dicen que compran lo que todos pueden comer para que nadie se sienta diferente”, destacó su papá. No obstante, admitió que esa lógica es muy difícil de seguir para una merienda, “porque las masitas para celíacos es mucho más cara que las que tienen gluten”.
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