Tenían el mismo sueño antes de conocerse. El destino quiso que se encontraran y juntos pudieran emprender la travesía por América Latina. Pablo Romero (34), argentino, y Marian Pargas (32), venezolana, iniciaron su viaje el 15 de octubre desde Las Heras, Buenos Aires, en un Renault 4 modelo 1995, y por estos días ya disfrutan del calor de la tierra colorada. La pareja no tiene un límite de tiempo para concluir este circuito pero calcula que serán unos dos años los que tardará hasta llegar a México.“Al viaje lo teníamos pensado por separado, antes de conocernos, y a dos meses de ser pareja ya comenzamos planificarlo. Al principio pensábamos ir en una moto porque creíamos que nunca íbamos a poder comprar un auto, hasta que mi hermana sugirió un Renault 4. Nunca habíamos tenido uno y éste, si bien era un auto viejo, era barato y con buena fama”, contó Pablo, que es desarrollador web. Esta aventura fue bautizada con el nombre de Epuyén, que en lengua mapuche significa “Dos que van”, emulando a un pueblo que se ubica en proximidades de El Bolsón (Río Negro) donde estaban afincados. Apenas llegados a Misiones, intuyen que aquí pasarán las fiestas de Fin de Año. “Es que nos hablaron tan bien de la provincia, con tantos recovecos lindos para ver, y como no tenemos apuro y el dinero lo vamos haciendo pueblo a pueblo, queremos dedicarle todo el tiempo que nos requiera para disfrutarla bien”. Para solventar los gastos, comercializan un libro que Pablo escribió antes de conocer a Marian, que se llama “Andando y soñando”, que alberga 24 cuentos o relatos, muchos de ellos basados “en cosas que me sucedieron cuando viajaba a dedo. Trato de compartir mi experiencia con el fin de animar a la gente a que se anime a vivir su sueño. Vamos por los pueblos tratando de vender esos libros. Además tenemos unos cuentos encuadernados manualmente que ofrecemos a menos precio, y eso nos va ayudando a seguir el camino”, comentó.Confió que “por ahí llegamos a un pueblo y sólo tenemos 200 pesos. La preocupación es si se nos llega a romper el auto, pero las veces que se descompuso siempre tuvimos”. Dijo que el Renault respondió bien aunque lo calificaron de “mimoso” porque “cada tanto hay que hacerle un ajustecito. Pero en líneas generales funciona muy bien. Y siempre fue muy noble porque cada vez que requirió intervenciones fue en los pueblos, nunca en rutas desérticas, en medio de la nada. Siempre en cercanías de alguien que nos podía ayudar”.“Estamos viviendo lo que se nos va regalando en el camino, gente que sin conocernos nos invita a su casa, nos da un colchón, ducha y comida, incluso cuando no tuvimos para pagarla”, celebró Pablo, que tiene el apoyo pleno de su familia, en particular de su mamá, Felisa, de quien heredó la pasión por la aventura. Con Marian conforman la dupla perfecta. La joven llegó a Argentina a fines de julio de 2012 para comenzar un posgrado en economía en la Universidad Nacional de La Plata, pero los planes cambiaron rotundamente. Cuanto tuvo vacaciones fue al sur a hacer un voluntariado en permacultura, donde otorgan alojamiento y alimentación por unas horas de trabajo en la huerta y en construcción natural. Conoció a mucha gente y supo qué era ser mochilero. Se atrevió a viajar de Chubut a Mendoza, a dedo, con otras chicas también profesionales que durante el año trabajaban, ahorraban algo y se iban de viaje. “Tuvimos que parar en El Bolsón porque llovía y Pablo nos alojó”. Y quedaron en contacto. En 2015 estuvo en Venezuela con su familia y regresó con la determinación de conocer otras ciudades, otros lugares. Y la Patagonia fue la elegida. Y fue Pablo quien le ofreció alojamiento en la casa donde estaba. “Coordinamos y me fui al sur. Y ahí nació todo. Fue mágico. Tenemos el mismo tiempo de pareja que de convivencia porque vivíamos en la misma casa. Ahora nos vamos por el resto de Latinoamérica, a conocer gente, lugares”. Seguramente pasarán por la casa paterna para presentar “al chico que me robó y con el que vamos juntos de la mano por esta aventura”.La carrera quedó ahí porque no era una pasión, sino un interés. “Lo mío siempre fue la música. En mi familia todos cantan o tocan un instrumento y dentro de mí siempre estuvo ese anhelo de cantar así que hago coplas que aprendí en el sur. En el auto llevamos una guitarra y un violín que hace mucho no tocamos pero están. Armamos una presentación del libro donde Pablo lee relatos y yo canto unas coplas relacionadas”, sorprendió.Fotos: J.C. Marchak
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