La cita en la capital francesa fue sin duda un hito histórico pues 195 países alcanzaron un acuerdo vinculante para mantener la temperatura media global muy por debajo de los 2 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales (1880-1899). El compromiso es hacer todos los esfuerzos necesarios para que no se rebasen los 1,5 grados. La meta consensuada es reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) que producen efecto invernadero en un 50% para 2050 y un 100% para 2100. Los países emergentes como los BRICS tienen que hacer reducciones de gases mayores que los países desarrollados, pero estos últimos deben asumir la mayor parte de la responsabilidad y aceptar la “justicia climática” frente a aquellas naciones que han visto expropiados sus recursos naturales como consecuencia del colonialismo. Por eso mismo, los Estados ricos tendrán que contribuir a financiar los gastos necesarios para que los Estados en vías de desarrollo se adapten a la nueva situación energética. Deberán movilizar un mínimo de 100.000 millones de dólares al año a partir de 2020, fecha en la que el acuerdo entrará en vigor. Aunque no se han previsto sanciones, habrá un mecanismo transparente de seguimiento del cumplimiento para tratar de garantizar que todo el mundo haga lo prometido.En febrero de 2016 casi se sobrepasó el límite de 1,5 grados centígrados. ¿Qué quiere decir eso? Que el calentamiento del planeta ha acelerado su velocidad y puede generar efectos climáticos irremediables en la geografía y las costas. Y parece que esa terrible barrera térmica será superada en 2017, lo que supone una urgente revisión de los objetivos marcados en la Cumbre de la ONU.Mal pronóstico2015 ya fue el año más cálido de la Historia y el fenómeno climático denominado El Niño fue entonces más monstruoso que en los últimos 15 años. 2016 va a acabar mal, con poco hielo sobre todo en las latitudes septentrionales. La mayoría de los glaciares se repliegan. Si no se frena esta tendencia, podríamos quedarnos sin hielo marino cualquier verano de mediados de siglo. Y eso está afectando indefectiblemente al nivel del mar que sube centímetro a centímetro. Países enteros formados por archipiélagos como las Maldivas (en el Índico) o Kiribati (en el Pacífico) empiezan a estar bajo las aguas y ya piensan en cómo sobrevivir en palafitos futuristas. También urge salvar la Gran Barrera de Coral de Australia, el mayor arrecife coralino del mundo, amenazado por la climatología adversa.Cada una de las últimas tres décadas ha sido más cálida que la anterior y más que todas las precedentes. Las olas de calor tienden a ocurrir con mayor frecuencia y a durar más tiempo. A causa del calentamiento global, las zonas húmedas recibirán previsiblemente mayor cantidad de lluvia y menos en las zonas secas. Y el deshielo se está haciendo imparable. Durante los últimos 10 años, la capa de hielo que cubre Groenlandia ha perdido 215 millones de toneladas por año. Desde 1979, la superficie del hielo del Océano Ártico se ha visto reducida entre un 3 y un 4% anual.Si no mitigamos los efectos del cambio climático, la mayoría de las localidades costeras del Mediterráneo serán demasiado calientes y Lisboa se encontrará en mitad de un desierto como el del Sáhara. El impacto medioambiental provocaría cambios radicales en los animales y las plantas de la zona. Según un estudio de dos franceses recientemente publicado en la revista Science que ha reconstruido 10.000 años de cambio de ecosistema, si seguimos emitiendo CO2 a los niveles actuales, la desertización alcanzará la mayor parte de Portugal y las regiones meridionales de España (incluidas Málaga y Sevilla), Italia (Sicilia y Cerdeña) y Turquía. Este agresivo cambio climático provocaría migraciones masivas con enormes problemas económicos.Pese a todas estas investigaciones tan catastrofistas, se aprecia cierta falta de sensibilización en la sociedad. El continuo bombardeo de noticias sobre el cambio climático ha dejado insensible a la audiencia. Parece incluso que hubiera un sentimiento de resignación. Mucha gente sólo tiene en cuenta la consecuencia placentera de que los inviernos son más cómodos que antaño pues son más tibios y menos húmedos. No piensa en el desastre agrícola ni ve más allá. No es consciente de que sus nietos se verán obligados a vivir en un entorno mucho más agresivo que el suyo. Es necesario recordarles que hemos encendido el peligroso termostato del clima y que no se apaga con facilidad. El coste es enorme y exige sacrificios.El anómalo calentamiento de la atmósfera y de la superficie de los mares ha demostrado que es preciso reorientar la economía global hacia un modelo bajo en carbono, lo que supone un gigantesco reto no exento de fuertes trabas. Se trata, en definitiva, de cambiar el paradigma de civilización, basado hasta ahora en la supremacía energética de los combustibles fósiles sobre otras fórmulas. El fin de la era del petróleo se encuentra a la vuelta de la esquina. Las reservas de crudo repartidas por el planeta no son eternas y van a dar paso a formas de energía alternativas, más sostenibles y limpias. Las grandes petroleras son conscientes de que tarde o temprano se extinguirá su principal fuente de ingresos. Pero, mientras sigan exprimiendo las ubres de la tierra durante los próximos 50 años, no pondrán muchas facilidades al proceso de transición y transformación que supone el acuerdo de la Cumbre de París.Fuente: sputniknews.com
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