Se acabó lo que se daba. La tensa campaña presidencial de los Estados Unidos entra en su etapa definitiva y todos miran ya al “súper martes”, día en que los norteamericanos decidirán quién reemplazará a Barack Obama, el primer presidente negro de la historia del país.Tanto por los candidatos como por el contexto, la inminente contienda es compleja. Más allá de la controvertida personalidad del republicano Donald Trump y de la desgastada figura de una sobreviviente política como Hillary Clinton, la actualidad encuentra a Estados Unidos en una situación cuanto menos curiosa. Estados Unidos se ubicó en el centro del poder global desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y mucho más aún desde la caída del Muro de Berlín. A partir de la implosión de la Unión Soviética el país americano se convirtió en la única gran potencia con la voluntad y los recursos para sostener de manera indefinida su estatus de líder mundial.Hasta Barack Obama, los presidentes que lideraron el país buscaron vía económica y financiera, cultural y política y hasta militarmente sostener a Washington en el eje de las decisiones a escala global. Dichos procesos requirieron de enormes esfuerzos que, a la vuelta de los últimos tres lustros, encuentran al país en una situación diferente.Con Obama, el país debió sincerar su contexto político y económico en el mundo y a partir de los resultados se tomaron decisiones que llevaron a redistribuir su presencia a lo largo del planeta de manera más estratégica.Así las cosas y con el sostenido surgimiento tanto de China como de Rusia, el balance de poder cambió al punto de que el sistema pasó de ser unipolar a multipolar.Quien asuma el poder después de Obama se encontrará con que la influencia del país todavía se mantiene intacta en Medio Oriente. Aunque los últimos reconocimientos hacia el Estado palestino y el distanciamiento que fue tomando Obama con Israel llevan a pensar en que el conflicto con el mundo árabe terminará, más tarde o más temprano, con la derrota del modelo occidental.Quien ocupe el salón oval también deberá saber que, al menos por ahora, América Latina dejó de ser el patio trasero en el que, con operaciones políticas y de espionaje, se echaban e instalaban gobiernos. Aunque vale la repetición… “al menos por ahora”.Sea Clinton o sea Trump, el que gane deberá redifinir el rol estadounidense en una Europa muy distinta. Alemania, el gran aliado de Washington, pasó de ser el motor de la economía europea a la comisaría de las órdenes antipáticas en materia económica. Y para colmo de males Reino Unido se separa del bloque dejando el panorama en una nebulosa total.Así las cosas, el empeño estadounidense por encabezar un orden global unilateral se opone a uno multilateral que hoy tiene centros de poder en casi todas las latitudes. Clinton promete continuidad, es decir, diplomacia a la americana. Trump reclama imperialismo, es decir, volver a instalar a su país al tope de las posiciones y que los costos los paguen otros.AntecedentesSi Hillary Clinton vence en las elecciones del 8 de noviembre, será la primera mujer presidenta de Estados Unidos, pero también le dará a los demócratas su tercer mandato consecutivo: algo jamás visto desde Franklin Roosevelt, elegido cuatro veces y mandatario entre 1933 y 1945.A continuación, los resultados de las últimas seis elecciones presidenciales, con el ganador, su edad, su partido, el porcentaje de votos a nivel nacional y el número de los grandes electores que obtuvo. Hacen falta 270 para ganar. También están los que perdieron.1992Ganador: Bill Clinton, de 46 años, demócrata. Ganó un 43,01% de los votos a nivel nacional y 370 grandes electores (68,8%).Perdedores: George Bush padre, de 68 años, republicano, que se presentó para su segundo mandato. Obtuvo el 37,45% de sufragios y 168 grandes electores (31,2%). Y Ross Perot, de 62 años, del partido de la Reforma, que ganó el 18,91% de los votos y ningún gran elector.1996Ganador: Bill Clinton, de 50 años, demócrata, elegido para un segundo mandato. Con el 49,24% de sufragios a nivel nacional y 379 grandes electores (70,4%).Perdedores: Robert Dole, de 73 años, republicano. Recaudó el 40,71% de los votos, 159 grandes electores, equivalentes al 29,6%. Y Ross Perot, de 66 años, del partido de la Reforma, obtuvo el 8,40% de sufragios y ningún gran elector.2000Ganador: George W. Bush, de 54 años, republicano. Obtuvo el 47,87% de votos (50.456.002) y 271 grandes electores, es decir, el 50,4%.Perdedor: Albert Gore, de 52 años, demócrata, fue derrotado pese a haber conseguido una mayor votación a nivel nacional con el 48,38% (50.999.897). Ganó 266 grandes electores, un 49,4%.2004Ganador: George W. Bush, 58 años, republicano, elegido para un segundo mandato. Recibió el 50,73% de los votos y 286 grandes electores (53,2%).Perdedor: John Kerry, de 60 años, demócrata. Logró el 48,27% de votos y 251 grandes electores (46,7%).2008Ganador: Barack Obama, de 47 años, demócrata, con el 52,93% de votos. 365 grandes electores, que representaron un 67,8%.Perdedor: John McCain, de 72 años, republicano. Recaudó el 45,65% de sufragios y 173 grandes electores, es decir, un 32,2%.2012Ganador: Barack Obama, de 51 años, demócrata, elegido para un segundo mandato. Obtuvo el 51,06% de los votos a nivel nacional y 332 grandes electores, es decir, un 61,7%.Perdedor: Mitt Romney, de 65 años, republicano, con un 47,21% de votos a nivel nacional y 206 grandes electores, equivalentes a un 38,3%.Claves de la elecciónSistemaEstados Unidos cuenta con un sistema de elección indirecto, a través de un colegio electoral, un esquema establecido por el artículo II de la Constitución de 1878.Bajo este sistema, los votantes no eligen directamente a los candidatos a presidente sino a los electores de su estado, quienes obtienen el poder para representarlos al elegir -ellos sí- al futuro jefe de Estado, en función del mandato que reciben en las urnas.En total, son 538 electores quienes deciden quién va a gobernar el país por los cuatro años siguientes. La cantidad de electores por estado surge de la suma de sus senadores (dos) y sus representantes en el Capitolio (depende de la población de cada estado).En 48 estados y en el Distrito de Columbia, la fórmula presidencial que recibe la mayoría de los votos recibe el total de los votos electorales de ese estado. Maine y Nebraska son la excepción: allí, el ganador de todo el estado recibe dos votos electorales, y luego el ganador en cada distrito recibe un elector.Para ganar, una fórmula presidencial debe obtener la mitad más uno del total de los votos: 270. Con ese número, el pase a la Casa Blanca está asegurado.¿Qué pasa si ningún candidato lo alcanza? Entra en acción la Cámara de Representantes, que debe escoger al ganador entre los tres candidatos más votados.El 20 de enero de 2017 el presidente y el vicepresidente electos tomarán posesión de sus cargos y pondrán un punto final a dos mandatos de Barack Obama.El colegio electoral desanima a muchos ciudadanos a emitir su voto, ya que creen q
ue su sufragio no tiene peso en el panorama general.En total, 16 veces en la historia de los Estados Unidos un candidato ganó gracias al colegio electoral y pese al voto popular. El primero fue Andrew Jackson, en 1824, y el último, George W. Bush, en el año 2000.En esas elecciones, el candidato demócrata, Al Gore, obtuvo una victoria en el voto popular por 543,895 votos (0,5%), pero el republicano e hijo del expresidente logró 271 votos electorales contra 266 de su rival, después de un recuento de votos cargado de denuncias -intervención de la Corte Suprema mediante- en Florida.Cada partido político que tiene un candidato en carrera designa a su grupo de electores por estado en las convenciones partidarias. No pueden ser legisladores y por lo general son figuras fuertes y leales dentro del espacio político.Pese a que son elegidos por un partido, los electores en realidad tienen libertad a la hora de emitir su voto ante el colegio electoral. Veintinueve estados y el Distrito de Columbia requieren a los electores votar como se han comprometido, aunque no hay importantes multas para quienes cambien su voto o se abstengan.En la historia de Estados Unidos, más del 99% de los electores votaron según se habían comprometido. Una de las excepciones fue en el año 2000, con uno de los electores de Al Gore.¿Qué y cómo se vota el martes?Además del presidente y vicepresidente de Estados Unidos, ese día también se renovarán 34 de las 100 bancas del Senado y la totalidad de las 435 de la Cámara de Representantes. Allí se definirá si el nuevo mandatario contará con mayoría legislativa o si deberá lidiar, como sucedió en los últimos años, con un Capitolio opositor.En otra de las particularidades del sistema electoral de Estados Unidos, los comicios no tienen lugar durante un fin de semana. Cae martes. Como el voto no es obligatorio, no es un día de asueto para los empleados o estudiantes, por lo que se ofrecen algunas alternativas para quienes no se puedan presentar ante la urna el 8 de noviembre.LAS BATALLAS QUE DEFINIRÁN LA CONTIENDAA todo o nadaA horas de los comicios, la candidata demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump se preparan para redoblar sus esfuerzos en el puñado de estados que, año tras año, suele definir el ganador de la Casa Blanca, en virtud del sistema de elección presidencial indirecta del país.La siguiente es una lista con los doce estados identificados como realmente competitivos en las elecciones del 8 de noviembre, con datos demográficos que explican su carácter decisivo y por qué los candidatos concentran sus actos y publicidad casi exclusivamente en ellos. • Arizona: la última vez que un candidato presidencial demócrata ganó en este estado fue en 1992, y para encontrar otro ejemplo hay que remontarse a 1948. Sin embargo, los demócratas y muchos especialistas creen que este año será un estado competitivo debido a su creciente número de votantes hispanos, que rechazan las posturas antiinmigración de Trump.• Colorado: este estado montañoso ha sido competitivo en recientes elecciones presidenciales, aunque se ha vuelto más demócrata tras años de dominio republicano. Colorado fue para los demócratas en las últimas elecciones, en 2012. Hasta 2008, había votado siempre por los republicanos en todas las presidenciales desde 1964, menos en 1992. Unos 550.000 de estos latinos están habilitados para votar, constituyendo el 15% del padrón.• Florida: es el más grande, poblado y valioso de todos los estados clave. El norte del estado es muy conservador y vota siempre por los republicanos, mientras que el sur va siempre para los demócratas. La única zona realmente competitiva es el llamado corredor Interestatal 4, que cruza el centro de Florida de este a oeste y que incluye a los condados ubicados a uno y otro lado de la autopista I-4.Tiene una gran y creciente población hispana, de 4,8 millones de personas, y 1,9 millones de ellas están habilitados para votar en noviembre. Votó republicano en 2000 y 2004 y demócrata en 2008 y 2012.• Iowa: este estado rural está localizado en el corazón del cinturón granelero y maicero de Estados Unidos. Escasamente poblado, más del 90% de sus habitantes son blancos. Entre 1900 y 2012, el ganador del estado obtuvo también la Presidencia en casi el 76% de los casos -el 100% desde 2000-. En ese mismo período, Iowa apoyó más a candidatos republicanos que demócratas (65,5% contra 34,4%), aunque desde 2000 votó siempre por los demócratas menos en 2004.• Michigan: es uno de los más industrializados del país y la cuna y corazón de la industria automotriz. El 80% de sus habitantes son blancos. El sureste del estado, la región más poblada, urbana e industrial, es fuertemente demócrata, pero en el suroeste y en el norte, que son más rurales, predominan los republicanos.Votó por el ganador de la Casa Blanca en un 72% de las elecciones entre 1900 y 2000, más por los republicanos que los demócratas. Pero desde 2000, ningún republicano ha podido imponerse en el estado.• Nevada: este estado minero, montañoso y desértico se convirtió en un importante destino turístico en el siglo XX gracias a la legalización del juego y a sus permisivas leyes de matrimonio y divorcio. Su ciudad más grande es Las Vegas, famosa por sus casinos. Con su rápidamente creciente población de hispanos y no blancos, la demografía del estado favorece cada vez más a los demócratas. El 28% de sus habitantes son latinos, y 328.000 de ellos -el 17% del padrón- están habilitados para votar. En el último siglo, el ganador del estado fue también presidente electo en un pasmoso 89,7% de las elecciones. Votó republicano en 2000 y 2004 y demócrata en 2008 y 2012.• New Hampshire: está rodeado de estados que siempre votan por los demócratas. En el último siglo, los republicanos ganaron 15 veces y los demócratas 10, pero éstos se impusieron en cinco de las últimas seis elecciones. Más de la mitad de su población nació fuera del estado, muchos de ellos en distritos vecinos. Siempre ha sido dominado por una visión más o menos libertaria. Por ejemplo, es uno de los pocos estados de Estados Unidos que no tiene IVA ni impuesto a la ganancia. La ideología libertaria comparte con los demócratas su visión más liberal sobre los derechos sociales, pero coincide con los republicanos sobre la necesidad de un Estado mínimo, sin intervención en la economía.• Carolina del Norte: no es el típico estado oscilante. En el último medio siglo votó republicano excepto por tres elecciones presidenciales en las arrasaron los demócratas: en 1964, 1976 y 2008 con Barack Obama. Su población está creciendo más rápido que la media nacional y la mayoría de los nuevos habitantes -y electores- se están concentrando en las grandes ciudades, donde el desempleo es más bajo y el nivel educativo más alto, dos rasgos que en esta elección tienden a beneficiar a Clinton. Esto está ampliando la diversidad del estado, que hoy tiene proporcionalmente más afroamericanos y latinos.• Ohio: está considerado uno de los más oscilantes de los estados clave, y ha apoyado al ganador de las presidenciales de los últimos 60 años. Es un estado de fuerte base industrial pero que tam
bién cuenta con un importante sector agrícola y de servicios. Sondeos muestran que los temas que más preocupan a sus votantes son la aún difícil situación económica de la clase trabajadora, la falta de trabajo -el desempleo supera la media nacional- y la desigualdad en el ingreso. En principio, los demócratas suelen ser fuertes en las grandes ciudades, como Cleveland, donde aún hay sindicatos con alguna fuerza.• Pensilvania: rodeada por estados de mayoría demócrata u oscilantes, Pensilvania votó en las últimas seis elecciones por los demócratas, pero ningún analista lo excluye de los estados clave.Cuna de la democracia estadounidense, Pensilvania tiene una de las economías industriales más antiguas del país así como un influyente sector empresarial rural. Sus pequeños y medianos empresarios rurales han sido especialmente susceptibles al discurso incendiario y opositor de Trump. En las grandes ciudades se concentran las dos principales minorías del estado, los afroamericanos y los latinos, que suelen apoyar mayoritariamente a los demócratas.• Virginia: este estado votó por los demócratas en las últimas dos elecciones, pese a que siempre favoreció a los candidatos presidenciales republicanos en las cinco décadas precedentes. Su desempleo bajó en los últimos años, incluso hasta alcanzar un nivel mucho más bajo que la media nacional. Su población es diversa y suele recibir mucha gente de otros estados, incluso de otros países, dos elementos que favorecen a Clinton. El compañero de fórmula de Clinton, Tim Kaine, es un veterano dirigente de Virginia, que ocupó el cargo de gobernador entre 2006 y 2010, y en 2012 fue electo como senador.• Wisconsin: este estado es otra de las economías industriales más antiguas del país, con fuerte presencia sindical. Su economía se recuperó durante la gestión Obama. El desempleo está debajo de la media nacional, los ingresos familiares crecieron un poco y los niveles de pobreza bajaron.Los demócratas ganaron en Wisconsin en las últimas siete elecciones presidenciales y muchos analistas creen que los comicios de noviembre no romperán esta racha.La voz de los latinosLos latinos son la minoría más numerosa de Estados Unidos, con más de 55 millones residiendo en el país, el 17% de la población total; de ellos, unos 25 millones votarán en las próximas elecciones presidenciales, lo que les convierte en una fuerza clave para cualquier candidato que aspire a llegar a la Casa Blanca.Unos 57 millones de hispanos residen en Estados Unidos -más de 27 millones de ellos con derecho a voto- y se espera que 13 millones acudan a las urnas hasta el 8 de noviembre, en línea con el crecimiento demográfico y sin que se dé un importante aumento del porcentaje de participación, que en 2012 fue del 48% (por debajo de la media nacional).“La mitad de los votantes latinos se encuentra en sólo tres estados (Nueva York, California y Texas) y estos no son necesariamente estados competitivos. Como resultado las campañas no están contactando con latinos del mismo modo que hacen con otros grupos y eso lleva a una menor participación”, explica a la agencia Efe Mark Hugo López, director de investigación hispana en el centro de estudios Pew Research.La incógnita de estas elecciones será saber si los latinos se movilizarán en masa ante el llamado “efecto (Donald) Trump, la animadversión de colectivos que se sienten atacados por el discurso del candidato republicano a la Casa Blanca, en estados como Florida, Arizona o Texas.LOS TRES CANDIDATOS A LA SOMBRABuscan su lugarSon muchísimo menos conocidos que Hillary Clinton y Donald Trump, pero igual de perseverantes: la carrera hacia la Casa Blanca también incluye a Gary Johnson, un candidato libertario; Jill Stein, del Partido Verde; y Evan McMullin, un mormón que entró tarde en campaña. Gary JohnsonConsumidor habitual de cannabis y poco conocedor de lo que ocurre en el mundo, el libertario Gary Johnson, de 63 años, pasará principalmente a la historia como el candidato del “momento Alepo”.A finales de agosto, el exgobernador de Nuevo México (1995-2003) tenía 9% de intención de voto, un dato sorprendente para un partido minoritario que los expertos justificaron por la histórica impopularidad de Clinton y Trump. Miles de jóvenes parecían decantarse por él.Pero el 8 de septiembre fue consultado en televisión sobre la crisis que vive la ciudad de Alepo como consecuencia del conflicto armado en Siria.“¿Qué es Alepo?”, preguntó el político. “¿Bromea, no?”, respondió el periodista, que no daba crédito. Johnson salvó la situación, pero el daño ya estaba hecho.El 28 de septiembre, el candidato y licenciado en Ciencias Políticas fue incapaz de nombrar un solo mandatario extranjero en una nueva entrevista. Después de quedarse un minuto en silencio, logró decir: “Creo que es mi momento Alepo”.Los potenciales votantes se encargaron del resto. La intención de voto para Johnson cayó a 5,2%, según la consultora Real Clear Politics.El aspirante, que fue republicano durante su mandato como gobernador, está a favor de reducir la intervención del Gobierno federal, bajar los impuestos, restringir las operaciones militares en el extranjero y subir la edad de jubilación a los 72 años. En temas sociales, es progresista. Johnson ya participó en las elecciones presidenciales de 2012, en las que logró 1,3 millones de votos, el mejor resultado para un candidato libertario. Este año se presenta en todos los estados.Jill SteinEsta ecologista de 66 años quería aprovecharse de la impopularidad de los dos principales aspirantes.Pero tras una campaña que no ha tenido repercusión, la candidata de los verdes no ha podido erigirse en la tercera vía.A finales de junio, esta doctora y activista medioambiental tenía un 5% de la intención de voto. Tras la investidura de Hillary Clinton como candidata demócrata, los militantes del ala izquierda del partido, entre ellos seguidores del senador Bernie Sanders, todavía la apoyaban.Pero la falta de un proyecto claro en una campaña electoral que ha ignorado la situación del medioambiente y el cambio climático, la intención de voto a su favor cayó al 2%.Stein también se pregunta por segunda vez a la Casa Blanca. En 2012, arropada por el Partido Verde, obtuvo el 0,5% de los sufragios.El golpe de gracia fue posiblemente obra del mandatario Barack Obama, que hace poco declaró que “votar por un candidato secundario que no tiene posibilidades de ganar es como votar a Trump”. Stein se presenta en 44 de los 50 estados.Evan McMullinExagente de la CIA, exbanquero y mormón, Evan McMullin, de 40 años, ha conseguido perturbar el duelo que libran Trump y Clinton en su Utah natal, al prometer ser una alternativa a los dos candidatos fuertes para ocupar la Casa Blanca.“Nunca es tarde para hacer lo que es justo y Estados Unidos merece algo mucho mejor que lo que Donald Trump y Hillary Clinton nos ofrecen”, aseguró cuando lanzó su candidatura como independiente en agosto. “Nuestra campaña no será convencional”, prometió. En Utah, más del 60% de la población es mormona. Los mormones suelen votar al Partido Republicano, excepto en estos comicios despué
s de que uno de sus miembros más prominentes, Mitt Romney, candidato a la presidencia en 2012, criticara con dureza a Trump.McMullin, que en el pasado también fue republicano, ha logrado dar un giro a la carrera electoral. Impulsado por el lema “Todo menos Trump”, tiene el apoyo de la organización Better for America, que defiende las candidaturas rivales a las de Trump y Clinton.La mayoría de sondeos le conceden en Utah un empate con la demócrata (25,2%) y le sitúan por detrás del republicano (31%). McMullin se presenta en diez estados, además de Utah.Si gana en su estado natal, que ha votado a favor de los republicanos desde 1968, se convertirá en el primer candidato independiente en ganar un estado desde el segregacionista George Wallace en 1968.LOS PRIMEROS 100 DÍAS DE CLINTON Y TRUMPDel cielo a la tierraHillary Clinton promete continuar la era de Barack Obama desde el arranque de su eventual presidencia centrándose en la reforma migratoria e impulsando las infraestructuras. Pero si gana su rival, Donald Trump llevará a cabo un drástico cambio en Estados Unidos.La candidata demócrata, de 69 años, divulgó un detallado programa sobre sus 100 primeros días de gobierno, aunque el éxito de su inicio dependerá de numerosos factores, principalmente quién controlará el Congreso.“Empezaremos a trabajar de inmediato y a contactar a todos los que podamos para empezar a hablar de lo que podemos hacer juntos”, dijo Clinton el 22 de octubre, recordando sus esfuerzos como primera dama y senadora para trabajar con republicanos. “Y creo que hay una gran agenda en la que podemos encontrar terreno común”, añadió.Clinton ha prometido presentar dos proyectos de ley en sus primeros 100 días: uno sobre reforma migratoria y otro un plan masivo de inversión en infraestructura. “Una potencial administración Clinton tendrá a la inmigración como una prioridad muy, muy alta en 2017”, dijo Ali Noorani, director ejecutivo del Foro Nacional de Inmigración.Pero para cumplir su promesa de ofrecer una vía a una “total e igual ciudadanía” a millones de personas indocumentados, Clinton necesitará negociar con el Congreso y, por ende, con los republicanos, que van encaminados a mantener su control de la Cámara de Representantes y posiblemente del Senado también.El actual presidente de la Cámara baja, el republicano Paul Ryan, está abierto a algún tipo de reforma migratoria, pero una que avance por partes: primero, el fortalecimiento de los controles fronterizos, seguido de una revisión del sistema migratorio, y, eventualmente, algún tipo de regularización de los indocumentados.Carmel Martin, vicepresidente ejecutivo de políticas del Center for American Progress, un instituto de análisis cercano a Clinton, dijo que los demócratas esperan que una derrota de Trump el 8 de noviembre fortalezca el ala moderada del Partido Republicano. Pero si Trump gana, será otra historia. El magnate, de 70 años, ha prometido “devolver la grandeza a Estados Unidos” con dos grandes ideas: reimpulsar la economía y fortalecer la seguridad nacional.En un discurso el 22 de octubre, expuso una lista de propuestas que incluye trabajar para “comenzar a expulsar del país a los más de dos millones de inmigrantes ilegales criminales y cancelar visas de países que no los acepten de nuevo”.Además, pretende cumplir su palabra de construir un muro con México e imponer un mínimo de dos años de prisión para cualquier migrante indocumentado que intente volver a cruzar a Estados Unidos.Bajo la promesa de “cancelar cada una de las órdenes ejecutivas” dictadas por Obama y colocará a millones de inmigrantes que han vivido toda su vida en Estados Unidos en la incertidumbre de ser deportados. Por otro lado, suspendería la inmigración de regiones “propensas al terrorismo” y llevaría a cabo una “examinación extrema” de quienes busquen entrar al país.Desde el primer día, Trump ha prometido renegociar el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (Nafta) y salir de la Asociación Transpacífica (TPP).Planea levantar restricciones a la explotación de combustibles fósiles, relanzar el oleoducto Keystone XL detenido por Obama y suspender el pago de miles de millones de dólares a los programas de la ONU contra el cambio climático.“Nuestra campaña representa el tipo de cambio que sólo llega una vez en la vida”, dijo.Otra gran decisión espera al nuevo presidente: la nominación de un magistrado de la Corte Suprema, en paridad 4-4 entre conservadores y progresistas.El Senado debe aprobarlo, y si los demócratas retoman la mayoría en esa cámara, la situación podría avanzar rápidamente en favor del escogido por Clinton.Trump aseguró en cambio nombrar a jueces conservadores para proteger el derecho a poseer armas y oponerse al aborto. Y plantea avanzar rápidamente en anular la reforma sanitaria de Obama.También espera promover inversiones por un billón de dólares en infraestructura en la próxima década, a través de fuentes privadas y mixtas, estimuladas por cortes impositivos.Los dolores de cabeza en política exterior se apilarán en el escritorio del sucesor de Obama, pero ninguno tan grande como la guerra en Siria.Es “inevitable” revisar la estrategia estadounidense en Siria, según Jeffrey Rathke, del Center for Strategic and International Studies en Washington.Rathke, un experto en Europa, también señaló que será “necesario” reexaminar la política hacia el Viejo Continente y Rusia para reforzar los lazos con la Unión Europea y la Otan.En su discurso del 22 de octubre, Trump no ofreció detalles sobre política exterior, aunque al presentar en abril su lema “Primero Estados Unidos” rompió con medio siglo de doctrina estadounidense al insinuar que abandonará a países aliados que no cooperen con los costos de seguridad.Por Guillermo Baez
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