Este dicho se hermana con otro que dice: “Pasamos la vida deseando bienes y aguantando males”, según el cual debemos aceptar el dolor como parte necesaria de la vida si queremos obtener cosas, por lo que debemos prepararnos para entenderlo, aceptarlo y no agigantarlo, tratando de disminuir sus efectos dañinos.La sensación angustiosa de nuestra muerte que nos persigue como sombra, es quizás la fuente de mayor sufrimiento que podemos tener junto al deterioro de nuestra salud dejando paso a la enfermedad, por lo que nadie se puede desprender de este padecimiento psicológico. Debido a esto el camino del entendimiento de cómo poder amortiguar este sufrir, es en parte nuestra meta.Saber sufrir no sólo es aguantar el dolor, sino que debemos encontrarle un sentido, es entender porqué y para qué se sufre, tratando de descifrar el mensaje que nos trae para comprenderlo y superarlo.Para superar el sufrimiento debemos construir respuestas mentales de estrategia y emocionales, que nos ayuden a verlo en forma más positiva y constructiva.Para la mayoría el sufrimiento es un peligro monstruoso del cual sólo se quiere escapar, aguantando, o por medio de bebidas alcohólicas, drogas o medicamentos, sexo, ejerciendo el poder, buscando prestigio, usando dinero, consumiendo sin freno… con la esperanza de que algunas de estas opciones nos calmen. Pero no es tan fácil, debemos buscar su sentido para aceptarlo sin miedo, no ignorarlo ni evadirlo, entender la causa de porqué, si lo “imaginamos” o es “real”, para no evaluarlo de forma tan negativa, dramática y extrema.El sufrimiento es inevitable, pero podemos comprender su sentido, haciendo del dolor un camino de crecimiento y plenitud, como decía F. Nietzsche: “Cuando un hombre tiene un por qué vivir, soporta cualquier cómo vivirlo”. Tengamos presente que la mayoría de los que consideramos problemas suelen no ser tales, sino simples molestias o contrariedades, que debido a tendencias negativas que poseemos, interpretamos los hechos como catástrofes, por lo que un análisis cuidadoso posterior nos puede reorientar. Por ejemplo cuántos de nosotros habremos sufrido por la decepción de un primer amor, que con los años fue un recuerdo lejano.Los seres humanos vemos la realidad percibida por los sentidos, en forma incompleta y a veces distorsionada según nuestros gustos o deseos, o nuestros defectos o valores y prioridades, por ejemplo si soy racista y acepto sólo a los de mi color, cuando me enfrente a alguien de otro color de piel lo rechazaré y agrediré.Nuestro cerebro funciona pasando cada dato que percibe, por un sistema de “filtros” mentales formados por nuestras creencias, interpretando así todos los hechos y adaptándolos a nuestros valores y esquemas mentales predeterminados, para luego dar una respuesta, por ejemplo si somos hinchas de algún club de fútbol y estamos viendo un partido de este club, toleraremos más sus faltas que las del equipo contrario.Nuestras emociones, sentimientos y espiritualidad, hacen de filtro para que todo dato que ingrese sea “pintado” por ellos, es como si cada ser tuviera lentes de un color determinado, por lo tanto todo lo que observa estará matizado con dicho color, esta deformación que hacemos de la realidad según nuestras creencias y gustos es importante entenderla para comprender el sufrimiento.Los seres que miran todas las situaciones de la vida en forma “pesimista” y negativa, contaminarán todos los hechos con esa negatividad, sufriendo más de lo necesario en su vida; en cambio la persona cuya base de creencias es “optimista”, tendrá interpretaciones de la realidad más positivas y con menor sufrimiento. Hay sufrimientos que son producto de nuestras equivocaciones, de decisiones erróneas, producto de malos hábitos como el alcoholismo o la drogodependencia, de los engaños o de las infidelidades, donde nuestras desgracias tienen su explicación, y por lo tanto serían más soportables si las rectificáramos, pues interpretamos que el sufrir se debe a una consecuencia por conductas equivocadas.A menudo debido al sufrimiento nos convenceremos de que hemos actuado erróneamente, y evitaremos en el futuro que se repitan estas acciones, esto obedece a una ley muy simple que afirma que si hacemos algo, cosecharemos algo similar, por lo que si nos equivocamos en nuestras decisiones sufriremos dolor y penalidades, así que si somos sagaces aprenderemos como evitarlas en el futuro, como cuando alguien comente un robo, va a la cárcel y luego no quiere volver a caer.También podrán sucedernos hechos adversos que parecerán caer sobre nosotros de forma arbitraria, sin que lo merezcamos, que lo adjudicamos a un destino cruel y por azar, tal vez guiado por la “mala suerte”, como accidentes o enfermedades graves e inesperadas.Ante este tipo de sufrimientos podemos resignarnos y dejarnos llevar por las consecuencias, o podemos enfocarnos positivamente en la situación dolorosa para sacar lo mejor y evitar lo peor de nosotros mismos. Lo importante ante un hecho doloroso es la actitud mental con que nos paremos frente a él, podemos mostrar calma y seguridad, o quizás irritarnos, otros permanecerán indiferentes, otros se inmovilizarán petrificados, otros se mostrarán desesperados o agresivos. Un buen método para tener en cuenta es pensar que todo suceso tiene su tiempo de evolución y cambio, por lo que luego de un tiempo “pasará”, basado en el refrán de que “no hay mal que dure cien años”, y luego será sólo un recuerdo, o por lo menos tendrá la perspectiva de mejoramiento, este pensar calmaría en parte nuestro sufrimiento. Si exploramos nuestro pasado en busca de situaciones dolorosas similares, seguramente nos encontraremos con problemas que en aquellos tiempos parecían ser muy graves; pero que luego el tiempo y la distancia los transformó en un triste recuerdo, mostrándonos su real importancia, que “no era para tanto”, entendiendo que nuestro sufrimiento fue desproporcionadamente grande en relación al hecho, y que nosotros en ese momento no fuimos sabios como para entenderlo.Estas son sólo algunas de las tácticas que podemos desplegar ante una situación dolorosa, ¡Pero hay más!Colaboración: Bazán J. L. – MédicoDeseo tu opinió[email protected]
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