Señora Directora: Desde hace no menos de un lustro se viene hablando de la extensión del Sistema Único de Boleto Electrónico (Sube) al servicio del transporte público de pasajeros del Sistema Integrado de Transporte Metropolitano Misionero… y sigue siendo una sucesión de anuncios y promesas que nunca se cumplen. Aunque, a la luz de los más de quince años que hubo que esperar para que en Posadas se incorporará el boleto electrónico, exigido por una ordenanza de mediados de los 90 (siempre evitada con complicidad de las autoridades), parece difícil que en poco tiempo aquí se cumpla con una obligación nacional que se generalizó a principios de la presente década y que ya beneficia a muchas ciudades del interior del país y no sólo al área metropolitana de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba). La resistencia a su aplicación del sector empresario del transporte público consiguió en este tiempo que las decisiones –atadas a la concesión de los subsidios federales– se soslayaron sistemáticamente sin que hubiese alguna de las sanciones blandidas una y otra vez para extender el Sube Nacional a Misiones.La cosa parece seguir así, sin cambios. Los sucesivos plazos fueron venciéndose y nada pasó, preservándose el manejo, operación y condiciones de uso de la tarjeta Sube Misionera a la propia empresa hegemónica del servicio a través de una empresa satélite. No sólo se ignoraron las decisiones del entonces Ministerio de Interior y Transportes de la Nación (hoy vuelto a estar dividido), sino también los múltiples usos y beneficios que el Sube Nacional brinda a sus usuarios. La inercia parece ser el comportamiento de quienes hoy están en esas funciones.Días atrás conversaba con una amiga porteña, quien, muy ofendida, me contaba las peripecias que tuvo para utilizar el transporte urbano de pasajeros posadeño al llegar a la ciudad, sin el recurso de la tarjeta nacional (que poseía) y la falta de dinero en valores pequeños (cambio suficiente) para adquirir el boleto ante la carencia del Sube local. Su fastidio al intentar desplazarse en colectivo, que descargaba sobre las empresas y autoridades misioneras sobre todo, era por la sorpresa de no poder valerse del Sube Nacional y haber dado por sobrentendido que era válida también aquí, como lo había constatado en otras ciudades.Traté de disculparnos –a los misioneros, no a sus autoridades ni esos empresarios especuladores–, comentándole todas las peripecias que aquí debemos soportar para defender nuestros derechos y contar con un transporte público de pasajeros urbanos eficiente, con la regularidad necesaria y que respete los itinerarios establecidos.Pero, claro, ¡eso es una utopía difícil de lograr!
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