Señora Directora: Con un bono de unos pocos pesos pretende el gobierno nacional “compensar” la caída del poder adquisitivo de los salarios que, porcentualmente, se incrementaron más de diez puntos por debajo de la inflación. Entre los trabajadores activos la situación no es muy diferente y aunque hubo sectores que negociaron mejor que otro en sus paritarias, la depreciación del salario fue general. Y muchos de estos fueron engañados ya que se les prometió nuevas paritarias para equiparar a la inflación una suba salarial que, con esa promesa, se acordó en valores paupérrimos.Aunque esa realidad está presente en todas partes, menciono como ejemplo –y por ser bien conocida por todos- que las dos “mejoras” de haberes brindadas a los jubilados –siempre relegados y, la mayor de las veces, abandonados a su suerte— apenas rozan el 30% cuando la inflación ya superó esa cifra y se estima que a fin de año será superior a 40% en relación al principio de año (el “bono” que ellos recibirían sería de mil pesos y solo para quienes cobren haberes mínimos).Paralelamente, aumentan cesantías y suspensiones en muchas empresas privadas, y pese a que parece haberse desacelerado los despidos en el Estado estos aún continúan a un ritmo menor que a principios de 2016, muchos de ellos en áreas claves para el crecimiento de la Argentina. En tanto, se sigue alejando la zanahoria de que la mejora se evidenciaría en el segundo semestre, primero; en el último trimestre del año, luego; y en 2017, por último, para cuando –dicen desde el gobierno- se recuperará el salario ya que el aumento de éstos será superior a la inflación prevista.Por contrapartida y mientras crece sostenidamente el número de mendigos en las calles de las grandes urbes –hace poco estuve en Buenos Aires y otra vez se los ve por todas partes–, hubo un aumento sustancial de la fuga de divisas –sin que aparezcan mayores inversiones extranjeras (solo se oyen promesas)–, pese a la liberación del mercado de monedas y a que se anunciara, con bombos y platillos, un blanqueo de capitales que se ve muy poco. Además de una “reparación” histórica a los jubilados que da vergüenza el solo mencionar sus valores tan menguados que vuelven a ser estafados por un nuevo gobierno que prometió vindicarlos; a la vez que estudia una reforma del sistema previsional que significaría un enorme salto hacia atrás y abriría la puerta al retorno a la jubilación privada, tan cuestionada en otros países.A ello se suma una dirigencia sindical incapaz de hacer valer los derechos de los trabajadores que confiaron en ella. Y aparece más preocupada por la aplicación del impuesto a las ganancias en los salarios –que pagan los menos— y en lograr más aportes para sus organizaciones (y negocios privados) que en asumir con coraje y desinterés el papel que históricamente le cupo. Crearon una corporación parasitaria e inútil para los propósitos que alguna vez la hicieron, gracias a la presión y la lucha, en responsable de importantes avances en el derecho laboral argentino.Lo cierto es que, como trabajador y ciudadano argentino, a once meses del nuevo gobierno me siento más pobre y relegado que hace un año. Mi capacidad de compra y de responder a cualquier emergencia de tipo económico se ha reducido en una buena proporción.Me siento traicionado, relegado y abandonado.
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