Subirse al Tren Transiberiano supone viajar en el sistema ferroviario más extenso del planeta. El recorrido completo de esta línea férrea, de 8.000 kilómetros de largo, une Moscú y Pekín. Desde el punto de partida al de llegada, el tren cruza siete husos horarios, aunque dentro del convoy y en las estaciones de todo el recorrido se utiliza siempre el de Moscú; esto hay que tenerlo muy en cuenta a la hora de hacer las escalas y planificar los posibles trasbordos.Este tren mítico hace numerosas paradas a lo largo de todo el trayecto. Para los viajeros, hay algunas que son clave pues permiten ir conociendo la transición entre los territorios europeos y la lejana siberia asiática. Las ciudades más importantes de la ruta son, Ekaterinburg (en plena cordillera de los Urales), Novosibirsk (ya en Asia), Irkutsk (muy cerca del impresionante Lago Baikal), Ulan Ude (ciudad que permite la conexión con el Transmongoliano), Ulaanbaatar, capital de Mongolia, y finalmente Pekín.La vida a bordo del tren va por etapas. Al principio todo es emoción; se está en el mítico Transiberiano y se viaja como lo hacen los propios rusos. Con el pasar de los días la emoción cesa, uno cae en la realidad de que está encerrado en un tren y que sólo puede bajarse en las numerosas paradas diarias de 30 minutos que hace el convoy a lo largo del trayecto. Si el tren para en una zona donde hay un pueblo, se podrá ver a cientos de personas vendiendo comida y bebidas. Es un buen momento para aprovisionarse. En fin es un viaje incomparable, apto más que nada para aventureros que no están condicionados por el tiempo, pero viajar en el Transiberiano es una experiencia que nadie que se considere viajero del mundo debe perder. Si desea más información con respecto a éste y otros destinos, la agencia de Turismo?GAP lo espera con la mejor información.
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