Donald Trump parece empeñado en hundir su campaña hacia la Casa Blanca. En los términos actuales de la carrera presidencial, la demócrata Hillary Clinton sólo debe limitarse a responder las acusaciones de su contrincante y enrostrarle sus propios exabruptos. Así las cosas y de no mediar sorpresas, Estados Unidos quizás tenga a su primera Presidenta de la historia.Pero el mundo es un gran laboratorio de la política y la economía, y las sociedades se mueven por impulsos circunstanciales, por lo que hablar hoy de lo que pueda ocurrir en unas pocas semanas en el seno de una sociedad tan compleja como la estadounidense, termina siendo hasta temerario. El No al acuerdo con las Farc en Colombia, o el Brexit en el Reino Unido ilustran esa idea de que aquello que antes era seguro se vuelve un dilema en su momento más álgido. Conviene entonces ubicarse al medio y proponer un análisis lo más desapasionado posible.Ella es demócrata (el partido gobernante), él republicano (la oposición). Ella es abogada y profesional de la política (fue primera dama, senadora y secretaria de Estado), él es multimillonario (posee muchas propiedades, hoteles y casinos). Aunque no la distinga de la mayoría de los políticos del mundo, ella denuncia el racismo y las desigualdades económicas y de género. Y es importante decirlo porque él no soporta a los mexicanos, ni a los musulmanes y hace comentarios sexistas sobre las mujeres.Ella es apoyada por su partido. Él… bueno a él parece que no lo quieren ni los propios republicanos. Ella propone una reforma progresiva de Wall Street, el símbolo del sistema capitalista global. Quiere además promover restricciones al uso de armas, un drama endémico en su país. Su plataforma de campaña propone un aumento de becas para estudios y una reforma para simplificar los pedidos de ciudadanía estadounidense.Él está en el otro extremo. Tanto así que plantea la necesidad de construir un muro en la frontera con México, expulsar a millones de inmigrantes, ponerle un tope a China y volver a hacer de Estados Unidos la Nación llamada a liderar el planeta.Puesto así, casi no quedan dudas acerca de lo que ocurrirá en las urnas el próximo 8 de noviembre en Estados Unidos. Sin embargo es aquí que cabe preguntarse cómo es que un personaje tan particular como Trump logró la nominación de su partido para representarlo en las elecciones presidenciales.Tal y como ocurrió en el plebiscito colombiano y en el británico, existe una posibilidad real de que ocurra lo inesperado y el magnate sea el nuevo dueño de la oficina oval, lo que se constituiría en el tercer hito electoral de un año que no deja de arrojar sorpresas.Una de las explicaciones es que a la vuelta de los últimos dos o tres lustros la sociedad civil comenzó a diferenciarse de la clase política y ahora intenta enviar mensajes a través de su voto. La matriz del sufragio va cambiando. Antes se votaban proyectos económico y políticos (que al final se plasmaban o no), ahora se votan idearios como el combate a la corrupción, el fin de la impunidad, la tolerancia, el proteccionismo, etc.En el caso puntual de Estados Unidos y de Trump, sucede que la expansión política, económica y cultural de un país acostumbrado a observar desde arriba, se fue relativizando y hoy otros actores de la escena mundial le disputan esos espacios (Rusia y China). La multipolaridad se transforma en una amenaza al “way of life” y gran parte de la sociedad estadounidense cree necesario enviar un mensaje. Trump promueve la devolución de grandeza a Estados Unidos y alimenta el deseo de los que anhelan una “América para los americanos”.Otro de los indicadores que contemplan una victoria de Trump es que, al final de una interna compleja y turbulenta, Hillary Clinton resultó ser algo así como la opción menos peor del Partido Demócrata. Mientras Trump liquidó su interna mucho antes de su finalización, Clinton debió esperar casi hasta último momento. Eso potenció en un primer instante la figura del republicano que, en poco tiempo, escaló en las encuestas y se transformó en la sensación política para los medios estadounidenses. Después llegó el turno para que, como sucede tradicionalmente, los mismos medios apoyaran a uno u otro candidato y entonces sí hubo un rechazo casi masivo para Trump, pero a esas alturas “el daño ya estaba hecho”.Otro aspecto que juega a favor del republicano es que a pesar de su edad (69, contra los 68 de Clinton) representa “lo nuevo”. Y es que la demócrata proviene de la vieja clase política, la que llevó a Estados Unidos a un cambio brutal que hoy pone al país en igualdad de condiciones frente a otras potencias. Trump en cambio, no tiene antecedentes políticos (al menos oficiales) que lo condenen. “¿Por qué no apostar por él entonces?”, lanzan quienes lo apoyan.Otra explicación más cruda y contundente es que Trump es un blanco en un país que jamás logró resolver del todo sus problemas de segregación racial. Las numerosas muertes de afroamericanos a manos de policías blancos dejaron al desnudo las tensiones raciales latentes. Trump incluso va más allá y plantea la construcción de un muro para frenar la llegada de los inmigrantes. Una vez más “América para los americanos”.Un último aspecto guarda relación con el estado de las cosas para uno de los sectores más emblemáticos de la sociedad estadounidense. La crisis económica que padeció el mundo y que comenzó en 2008 en Estados Unidos con la burbuja inmobiliaria, pegó de lleno a actores sensibles como la clase obrera sobre la que se apoya gran parte del poderío estadounidense. Esos sectores (instalados principalmente en los estados de Michigan, Ohio, Pennsylvania y Wisconsin) también desean enviar un mensaje al poder político. No quieren, por ejemplo, que las empresas manufactureras trasladen sus plantas a otros países buscando menores costos. Trump tiene un plan para ellos y es sancionar a los dueños de esas empresas que se vayan del país.Ella parece haber ganado los dos primeros debates televisivos. Él está tan a la derecha de su partido que los propios republicanos le temen.Ella y él se enfrentarán en las urnas el próximo 8 de noviembre, pero la política no es una línea recta y serán los otros los que decidan el destino del país y de buena parte del mundo por los próximos años.“Mi consejo a los demócratas (…) es que sigan preocupados hasta que se emitan y cuenten los votos, porque uno de los peligros en unas elecciones como éstas es que la gente no se tome en serio las cosas y se quede en casa, y acabemos quedándonos con lo inesperado. Todo es posible”, dijo Obama a fines de julio del año pasado. Quizás esa sola frase hubiera bastado al principio.TIEMPOS• En Estados Unidos el presidente se elige para un período de cuatro años y desde 1951, con la introducción de la Enmienda 22 en la Constitución, no puede ejercer más de dos mandatos. • El calendario de las elecciones se definió poco despu&e
acute;s de la independencia de Estados Unidos y se ha mantenido hasta la actualidad.• La elección presidencial se realiza el primer martes después del primer lunes de noviembre de los años bisiestos y de los divisibles por cien. La decisión se hizo en función de la organización y costumbres de la época. Se estableció el mes de noviembre porque no es invierno y el transporte era más fácil; y el primer martes después del primer lunes para evitar celebrar las elecciones el día 1, día de Todos los Santos.• El primer lunes después del segundo miércoles de diciembre, los electores del Colegio Electoral emiten formalmente sus votos.• El 6 de enero, el Congreso recibe los votos electorales de los estados, los recuenta y certifica.• El 20 de enero se celebra la ceremonia de investidura. El Presidente jura el cargo en las escaleras del Capitolio ante el Presidente del Tribunal Supremo e inicia oficialmente su mandato.FORMAS• El sistema de elección presidencial es indirecto. Los ciudadanos eligen a compromisarios o electores dentro de cada estado que emitirán votos electorales en su nombre. • Para ganar las elecciones se necesita una mayoría absoluta de votos electorales que no siempre coincide con el voto popular.• Compromisarios o electores. Son los representantes designados para emitir el voto electoral que definirá al Presidente. El número total es de 538, equivalente al número de diputados de la Cámara de Representantes (435) más el de Senadores (100) más los 3 delegados de Washington DC.• Los compromisarios se distribuyen entre los 50 Estados y el Distrito de Columbia en función de su población y su número coincide con el número de diputados y senadores.• El conjunto de compromisarios forma el Colegio Electoral y cada uno de ellos emite un voto electoral. El compromisario debe votar al candidato que corresponda según las normas electorales del estado.• El Colegio Electoral nunca se reúne como cuerpo. Pasadas las elecciones, los compromisarios de cada estado se reúnen en las capitales de su estado para emitir formalmente su voto que se envía a Washington DC para que sea certificado por el Congreso.• El sistema de Colegio Electoral funciona únicamente para las elecciones presidenciales. El número de votos para las elecciones de 2016 está determinado por los datos del Censo 2010.Colaboración: Guillermo BaezPeriodista
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