En las últimas décadas, los avances de la ciencia y de la tecnología han producido importantes transformaciones sociales y económicas que afectaron las condiciones de ingreso y permanencia en el mundo del trabajo. Los cambios originados por la estructura del empleo, la modernización de los procesos productivos, los avances tecnológicos, la utilización de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, como así también, la globalización e internalización de la cultura, la economía y la educación afectaron a la producción, determinando una nueva competitividad que requiere calidad y diseño. Diferentes autores coinciden en que estos cambios, sumados al paso de la organización fordista a la especialización flexible, al surgimiento del sector informal con una gran variedad de ocupaciones, a la flexibilidad laboral que promueve el desempeño alternativo de varias ocupaciones calificadas y al manejo de maquinarias costosas, fueron factores que incidieron para que la lógica de las competencias adquieran relevancia para las empresas. Es decir, la creciente complejidad de la sociedad actual ha aumentado las exigencias que se presentan a los individuos para insertarse en ella.A partir de las nuevas características de la sociedad contemporánea, el entorno de las universidades está modificándose para responder a las demandas. Existe mayor conciencia de que la innovación científica y tecnológica está transformando el mundo del conocimiento y se le otorga un nuevo rol a las actividades académicas y a la formación profesional. En este sentido, se ha entrado en la tendencia a evaluar la calidad en las universidades, de modo tal que se logre una mayor vinculación entre el mundo académico y el mundo laboral. Por ello, uno de los propósitos de la formación superior que cobra importancia, es formar a los individuos en un conjunto amplio de competencias que involucren conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes que son vitales para un buen desempeño en el actual mundo laboral. Entre las demandas que la sociedad actual establece a la Universidad y en general a la Formación Superior se encuentran: el desempeño autónomo, la capacidad de integrar equipos de trabajo multidisciplinarios, la movilidad profesional internacional y la capacidad de auto emprendimiento. Para responder a estas demandas y, con el fin de cumplir exitosamente con sus funciones, en lo referente a la docencia, la investigación y la extensión en el siglo XXI, las Instituciones de Educación Superior tienen que ser capaces de responder a las necesidades cambiantes de la formación, de adaptarse a un panorama de educación dinámico y de adoptar modalidades más flexibles de organización y gestión. Desde esta realidad, la Formación Curricular basada en Competencias se ha convertido en columna fundamental de los cambios y transformaciones que se vienen produciendo, en la Educación Superior, ya que busca vincular al sector educativo con el productivo, proporcionando a los estudiantes herramientas para que puedan enfrentar las variables que se le presentan en el contexto laboral. En este sentido, la integración de las competencias en la formación universitaria es una respuesta concreta al objetivo de promover una educación más pertinente y efectiva diferente. La gestión del docente adquiere un papel fundamental dentro del Enfoque Curricular basado en Competencias, ya que este modelo modifica las funciones tradicionales del docente, referidas al diseño y planificación, gestión del aprendizaje, evaluación, revisión y mejora de las prácticas. En este modelo de formación, el aprendizaje de los alumnos se ubica en el centro de las preocupaciones del docente, favoreciéndose el conocimiento interdisciplinario, el aprender a aprender, el aprendizaje independiente, el trabajo en equipo y la gestión de proyectos. Colaboración: Mgter. Ana María Teresita Foth Vicerrectora Académica a Cargo de Rectorado – Universidad Católica de las Misiones – UCAMI
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