Cuando perdemos seres queridos, el sufrimiento suele ser más intenso y extendido que lo habitual, dándonos la sensación de no detenerse, perdiendo toda alegría.La profundidad del vínculo que la persona tenía con el fallecido, está asociado a la intensidad de las reacciones de duelo, siendo el duelo por un hijo fallecido uno de los más difíciles de superar.Las pérdidas pueden ocurrir por situaciones esperadas, como por una enfermedad grave luego de un período prolongado de sufrimiento, o muertes inesperadas por accidentes, robos, asaltos o enfermedades inesperadas y súbitas como infartos o accidentes cerebro-vasculares. Sin embargo, todo tipo de pérdidas puede desencadenar un cuadro de duelo prolongado, donde al dolor se le suma tristeza más impotencia y bronca por la pérdida que consideramos injusta, siendo una reacción normal para adaptarse a la nueva situación.También hay sentimientos intensos de extrañar a la persona por falta de contacto físico, donde no se cambia nada del cuarto durante muchos años, se busca además el aislamiento social, se evitan objetos o situaciones que le recuerden a la persona, también se tienen sentimientos de culpa relacionados exclusivamente con la pérdida, como por ejemplo el haberlo retado, o no haber compartido más tiempo. Expresiones o pensamientos como “Daría cualquier cosa por volver a verlo”, o “Porqué se fue ahora si le sobraba vida”, son frecuentes.Una pérdida cercana e irreparable con su duelo prolongado, se traduce en un ataque emocional que amenaza la integridad física, psíquica y espiritual, llamándose “estrés postraumático”. El estrés postraumático tiene posibilidades de tratamientos múltiples, que van desde psicoterapia, medicamentos o ambos, cuyo objetivo consiste en manejar las reacciones de depresión, de tristeza y de bronca que siguen a la pérdida, como también ayudar a la persona a adaptarse a su nueva situación.La mayoría se recupera con el tiempo, pero si se prolonga el dolor y sufrimiento por más de seis meses podemos sospechar que no es “sano”.Cuando se transforma en un dolor enfermizo por lo intenso y crónico, debemos estar atentos para reconocerlo tempranamente, debido a que pueden durar muchos años y relacionarse con un deterioro importante en la calidad de la vida cotidiana de la persona, dado que muchas de las actividades que se compartían y disfrutaban dejan de realizarse.El duelo enfermizo o prolongado, incluye síntomas persistentes de pensamientos y recuerdos estresantes sobre el momento de la pérdida, ensoñaciones sobre la persona ida, dificultad para aceptar la pérdida, tener sentimientos de soledad, sentir que una parte de uno mismo se fue con la persona fallecida, accesos de llanto frecuentes, y también se busca la forma de estar con la persona, como por ejemplo hablarle y dialogar.Muchas personas con “duelos por pérdidas” suelen tener manifestaciones de enfermedades físicas, dolores abdominales, cefaleas, gastritis y úlceras y presión arterial alta.Los que nos desempeñamos en el ámbito de la Salud, acompañamos a numerosas personas para ayudarles con sus dolencias y sufrimientos, explicándoles con conocimiento de lo que les está pasando.La mayoría nos tornamos sensibles y compasivos con lo que le sucede “al otro”, ¡Pero!, cuando uno sufre una dolencia “en carne propia” entenderemos el verdadero significado de lo que es sufrir.Una cirujana oncológica que decía “me pasé la vida sacando mamas por tumores, pero cuando me sacaron la mía, supe recién de que se trataba”, la verdadera comprensión y compasión, se despierta cuando se experimenta el dolor en carne propia.Los profesionales que trabajamos dentro del ambiente Médico, somos educados para tratar de mantener cierta distancia de los pacientes, argumentando que así se logra evitar ser “vulnerables emocionalmente”, para poder encarar con claridad las exigencias profesionales.Aunque toda distancia que se fabrica voluntariamente para no acercarse emocionalmente ante otro ser, nos coloca una “capa impermeable” a todo tipo de compasión y gesto de humanidad.Esta impermeabilidad frente a las emociones del paciente, buscada para no perder “objetividad”, por un lado evita la “sobrecarga emocional” del profesional, pero al mismo tiempo le impide comprender a la persona en su totalidad, sin sus emociones, sin sus sentimientos y sin su espiritualidad.El secreto de la “relación médico-paciente” no es eliminar los sentimientos, sino controlarlos, “domarlos” y equilibrarlos, para que nos permitan la vivencia completa de la relación, una vez hecho el control se podrá tener una relación más sensible, comprometida y completa con el bienestar físico, emocional y espiritual de sus pacientes. “Mulla Nasrudin se cayó de una escalera y se hizo mucho daño. A pesar de los emplastos y las pociones, el dolor le hacía sufrir terriblemente. Sus amigos fueron a consolarle: – ¡Hubiera podido ser mucho peor! – dijo uno.– Después de todo, no te has roto nada – dijo otro.– Pronto te repondrás – dijo un tercero.En el colmo del dolor, Nasrudin se puso a pegar alaridos: – ¡Salud todos de aquí!– ¡Abandonad esta habitación en el acto!– ¡Madre, no dejes entrar a nadie a menos que se haya caído alguna vez de una escalera!”.Moraleja: Si no has sufrido nunca, ¿cómo puedes ponerte en lugar de aquellos que sufren?. Es la experiencia la que vale, la teoría no la puede sustituir. -A. JodorowskyMuchos de nosotros nos pasamos la vida creando sufrimientos por causas justificadas o injustificadas, por causas verdaderas o ficticias que imaginamos con nuestra mente, por lo que pasa o lo que inventamos, por lo que sucedió en nuestro pasado o lo que va a suceder en el futuro, por lo que nos sucedió a nosotros o le sucede a los otros.Muchas veces el sufrimiento es tan importante que nos hace desesperar, pensamos que seguir viviendo no vale la pena y buscamos quitarnos la vida.Si queremos podemos buscar muchas causas y motivos para sufrir, lo que debemos valorar es; si es necesario hacerlo, si es el momentos justo y si es la medida justa.La vida tiene diferentes tipos o niveles de compromiso, uno de ellos es vivir lo mejor posible, y hacer que los que están alrededor nuestro también lo hagan, como siempre la solución es dejar de pensar demasiado en nosotros mismos.Colaboración: J.L. Bazán – MédicoDeseo tu opinión: [email protected]
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