Señora Directora: Pasó en Buenos Aires, a veces se escuchan relatos parecidos por aquí. En las llamadas “detenciones por averiguación de identidad” muchas terminan en abusos de autoridad. Como les pasó a los dos jóvenes de la Villa 21 de capital que fueron esposados por varios prefectos torturándolos; los golpearon en la cara, les dieron palazos en el cuerpo y les hicieron un simulacro de fusilamiento. Les robaron sus pertenencias hasta las zapatillas y finalmente les dijeron que corrieran por sus vidas. Las fuerzas públicas están al servicio de la población para su seguridad y cuidado. Cuando una institución se olvida de su misión, pierde su razón de ser, prestándose para cualquier cosa. Las instituciones como los barcos, sin brújula no sirven para nada; y lo que era para bienestar general, se transforma en lo contrario. El pacto social, el que nos permite vivir en paz, está construido a base de promesas, cuando se quiebran, el pacto corre peligro, por eso no hay hechos intrascendentes. Llama la atención como periódicos que se creen universales no publicaron esta noticia. Las instituciones hacen a la sociedad y viceversa, deben ser el reflejo de legalidad. Sólo el respeto por las instituciones lleva a una sociedad ordenada y organizada. Para ello la autoridad debe mostrar el camino, porque cuando los agentes de un estado no cumplen con su deber o cuando actúan con abuso de autoridad, la población pierde la confianza en las instituciones. Y esto pone en riesgo al estado de Derecho, lo que en ciertas épocas lleva a periodos de oscuridad. Muchas veces las fuerzas policiales cargan bronca por el maltrato de los civiles, como pasó en Posadas donde una patota dio una brutal golpiza a un policía, pero esto no debe ser motivo para las fuerzas a actuar sin el debido proceso y bajo el marco de legalidad del Estado de Derecho. El respeto a la autoridad es el respeto a la ley, pero el respeto debe ser mutuo. Hay que respetar para ser respetado.
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