La capital misionera se sumó a la Caminata Internacional por el Alzheimer, el sábado pasado, con una importante convocatoria y donde pacientes, familiares y cuidadores compartieron experiencias y testimonios de una de las enfermedades del siglo XXI que se transformó ya en un problema para la salud pública.En este contexto, Mirta Aguirre contó a PRIMERA EDICIÓN que durante años cuidó de Adela, “una bella mujer” que falleció el año pasado, tras haber “lidiado” con el mal de Alzheimer durante más de una década.Aguirre sostuvo que la contrató el hijo de Adela cuando ya no pudo estar más sola y él debía ocuparse de su trabajo. “Hacía dos años y medio que le habían diagnosticado la enfermedad cuando comencé a trabajar, al principio tres veces por semana, para hacer las tareas de la casa, estar con ella y ver que nada le falte”, comentó la cuidadora.“Pero su deterioro físico y mental se hicieron cada vez más notorios, día a día se observaba en ella que un poco de su ser ya no estaba, la mujer trabajadora, dadivosa, gentil que en algún momento fue se esfumaba rápidamente; entonces su hijo me pidió que esté con ella todos los días”, añadió.Y agregó que “llegó un momento en el que ya no reconocía a nadie de su familia, sólo a su hijo y a mí, que éramos quienes estábamos todos los días a su lado; aunque los últimos tiempos a él ya prácticamente no podía recordarlo y era terriblemente doloroso ver cómo ese hombre, que con tanta devoción cuidaba de su madre, se quebraba antes de salir de la vivienda o de la habitación del sanatorio”.Tanto Mirta como el hijo de Adela debieron aprender a gestionar ciertos sentimientos; la impotencia sobre todo, también la tristeza y la rabia. Porque “es normal sentir todo eso, pero a veces no sabes bien cómo controlarlos; es necesario aprender a tener templanza, paciencia, conocerse uno mismo para poder cuidar bien del otro”, aseguró.Buscar ayudaMirta confesó que se encariñó muchísimo con aquella mujer que un día aceptó cuidar por una simple cuestión económica, entonces decidió buscar información, capacitarse para hacer de sus últimos días intervalos felices.Así descubrió cómo distraerla cuando se obsesionaba con ciertas cosas, a calmar su angustia cuando estaba desorientada; a manejar la situación, que los juegos de naipes le daban cierta paz y a hablarle siempre con una sonrisa.Irremediablemente, la enfermedad avanzó, Adela dejó de hablar y todo se hizo aún más difícil, “no sabía si me escuchaba, reaccionaba poco; era como un bebé recién nacido, pero con el tamaño de un adulto”, subrayó.Adela falleció con 83 años, “sin recordar nada, sin saber lo que su familia hacía por ella, sin tener presente que yo estuve a su lado por mucho tiempo y que llegué a quererla como a una madre y eso es realmente desgarrador”, dijo Mirta, quien entendió que sumándose a actividades como la que se llevó a cabo el pasado fin de semana se puede lograr conciencia no sólo en la gente, sino “también en los científicos, para que se continúe investigando, para que pueda conocerse el origen de este mal y hallar una cura”.PrevenciónEl Alzheimer es una enfermedad que llegó para quedarse, que se puede detectar tempranamente, pero no anticipar quién la tendrá.El neurólogo Christian Bortoluzzi, coordinador del encuentro, explicó a este Diario que, “como en todas las enfermedades, el diagnóstico temprano es sumamente importante” y que, si bien no existe aún una cura, sí se dispone de fármacos que menguan el progreso degenerativo.Y añadió que los buenos hábitos hacen a la prevención, por ejemplo, “está comprobado que caminar treinta o cuarenta minutos por día aumenta la oxigenación cerebral, el flujo sanguíneo y eso hace que incremente la oxigenación neuronal; también llevar una dieta rica en frutas y verduras y los ejercicios mentales, además está comprobado estimular el hemisferio cerebral no dominante ayuda prevención”.
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