-Che ¿y ahora cómo hacemos para volver a intentar recuperar Malvinas?- Y, una guerra no da. A pelear van a querer ir muchos, pero nos van a hacer mierda. Vamos a ser “tirapiedras” contra el poderío de la OTAN. Hay que buscar otra forma. – ¿Y si mandamos argentinos a las islas con la misión de seducir y embarazar a una kelper? Si 500 tipos hacen eso por año, en 20, la mayoría de los isleños van a ser descendientes de argentinos. Entonces ellos van a poder hacer que Malvinas vuelva a ser parte de la Argentina. Diálogo ficticio, pero basado en el argumento real de la película “Fuckland” de 1999, juego de palabras con Falkland, el nombre con el que los británicos llaman a Malvinas. ¿Cómo encarar la política de soberanía sobre Malvinas? es la gran pregunta que los argentinos nos hacemos desde que perdimos el conflicto en 1982. Recordemos cómo se inició la contienda.Si quieren venir que venganEl teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri, presidente de facto argentino en aquellos años, fue el impulsor del desembarco en las islas. Estas habían sido ocupadas por la fuerza por Gran Bretaña en 1833. Habían echado al gobernador Luis Vernet. De los pocos argentinos que quedaron, el gaucho Antonio Rivero no pudo concretar la rebelión ¿económica? contra los ingleses. La dictadura argentina 1976- 1983, había entrado en crisis luego de las medidas económicas que habían sido implementadas por Martínez de Hoz. Aún era presidente Roberto Viola y el régimen necesitaba de un salvavidas. Galtieri se lo puso cuando visitó Washington. En el marco de la Asamblea de Comandantes Americanos, los elogios del Secretario de Defensa, Caspar Weinberger y de Richard Allen, asesor en Seguridad Nacional sobre el jefe del Ejército Argentino, habría sido determinante. Ese general que “impresionaba mucho” y era visto como un líder dotado de una “personalidad majestuosa”, hicieron convencer de hacer una locura a quien después sería puesto como presidente. Según relata el libro “Malvinas, la trama secreta”, Galtieri confiaba que el apoyo implícito en la guerra contra el comunismo en Centroamérica y el posible envío de buques a la Península del Sinaí que ofrecía Argentina, sería además, suficiente para que ante un conflicto con Gran Bretaña, Washington fuera neutral. Pero como recitaba el Martín Fierro, “los hermanos sean unidos”. Así fue que Estados Unidos salió en apoyo de Inglaterra luego que el gobierno militar argentino lanzara la Operación Rosario para tomar las islas y aspirar luego una negociación diplomática con el Gobierno de Margaret Thatcher. Plaza de Mayo colmada vitoreando a una dictadura. Aunque con algunos silbidos de la masa uniforme, Galtieri estaba su mejor momento. La arenga bajó del balcón de La Rosada: “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”. Los muchachos de la CGT asintieron con el cantito “lo vamo a reventar, lo vamo a reventar”. Ceguera nacionalista que anestesió el razonamiento de millones de argentinos. La Marcha de las Malvinas obligatoriamente la volvían a cantar con orgullo los chicos de las escuelas de todo el país. Para ayudar a los soldados, colectas millonarias en toda la Argentina. Para convencernos que se podía, el pulgar arriba y el slogan “Venceremos” en la tele. “Estamos ganando”. Mentiras, mentiras y más mentiras. Otra vez Galtieri hablando al pueblo, pero ahora escondido en el Salón Sur de la Rosada. “El combate de Puerto Argentino ha finalizado”. 649 muertos (323 en el hundimiento del General Belgrano) y una nación que no supo qué hacer con algo nuevo, la primer derrota bélica de su historia. Chau Proceso de Reorganización Nacional, hola Democracia. El Gobierno de Alfonsín poco podía hacer con el reclamo soberano. El olor a la guerra era aún muy fuerte. Se limitó a reiterar ante las Naciones Unidas la obligatoriedad del diálogo entre Gran Bretaña y Argentina por la soberanía de Malvinas, en base a las resoluciones de vieja data del organismo internacional. A los británicos no se les movía un pelo, tal vez por lo bajo reconocían la ocupación que ya llevaba entonces más de 151 años. Pero Argentina había iniciado la agresión hacía poco. “Muerdan el polvo argies”. Diplomacia de pelucheEl reclamo por las islas en la década de la “pizza con champagne” dejó una anécdota que hasta hoy nos parece increíble. Un Gobierno que transmitía frivolidad a una sociedad que en sintonía pasaba sus días adormecida con un dólar baratísimo, reality shows y basura en la TV, mientras crecía la desocupación y la miseria. En la navidad de 1998, al ministro de Relaciones Exteriores, Guido Di Tella, se le ocurrió mandar osos de peluche Winnie The Pooh, videos de Pingu y ejemplares de El Principito, a los niños de las islas. Una irrisoria política de seducción a los kelpers en línea con lo que pasaba en el país. Dicen que los obsequios nunca fueron abiertos, terminaron en la basura o bien fueron a parar a manos de los chicos que sufrían el conflicto de los Balcanes. Lo bueno que dejó esa década fue la recomposición de relaciones diplomáticas con Inglaterra. La visita de Carlos Menem y su hija Zulemita a Londres, trajo la posibilidad de que los argentinos pudieran visitar las islas. Fuera de acáSiguió “La década ganada” del kirchnerismo, que vista a la distancia respecto a lo que ocurrió en 2012, fue una década perdida en cuanto al reclamo de soberanía. Y les voy a explicar por qué. Por mandato constitucional todos los gobiernos argentinos tienen la obligación de declarar ante foros internacionales la imprescriptibilidad del reclamo soberano de la nación Argentina sobre Malvinas. El problema fue el tono con el que se llevó adelante ese reclamo. Con discursos altisonantes y golpes sobre la mesa. El Gobierno argentino cumplió con su obligación mientras se ganaba los aplausos de la tribuna militante. Lograron que el Mercosur, Unasur, Celac se uniera en defensa de ese territorio argentino en posesión colonialista de parte de Inglaterra. Hasta ahí puede verse como un avance, pero en realidad parece que ocurrió lo contrario. Las bravuconadas disfrazadas de diplomacia del Gobierno argentino provocaron una reacción de los isleños. Entre el 10 y el 11 de marzo de 2013 llevaron a cabo un referéndum en el que por Sí o por No, debían decidir si querían seguir bajo el mando de Gran Bretaña. De 1517 votantes el 99,83% votó por el Sí. Aunque la ONU no reconoció la legitimidad de esa consulta, desde ese momento el Gobierno de Londres tuvo un argumento más para decir que las Falklands son británicas. En este tramo de la historia se puede decir que el reclamo sirvió políticamente sólo puertas adentro del país. Porque el que realmente valía, el que a los gritos pedía que sentaran a negociar, sólo sirvió para que corran la silla
y radicalicen la postura. 1, 2, 3 probandoY ahora comenzó una nueva historia. Mauricio Macri llegó con un discurso de amigarse con el mundo. Pero esta semana que pasó demostró más que nunca que es un ingeniero convertido en presidente de la nación. Los años de conducción política en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no lo prepararon para la alta política internacional. Las ganas de sacar adelante al país en todos los aspectos lo llevaron a tropezarse con sus propias palabras. Ante la Asamblea General de las Naciones Unidas insistió: “el diálogo y la solución pacífica de controversias es la piedra basal de la Argentina democrática, por eso reitero nuestro llamado al diálogo con el Reino Unido para solucionar amigablemente la disputa de soberanía que tenemos por las islas Malvinas, Sándwich y Georgias del Sur. Hemos dado muestras de interés en avanzar en nuestra relación bilateral, que debe ser mutuamente beneficiosa”. Hasta ahí todo correcto pero minutos después, durante un almuerzo, se cruzó en la punta de la mesa con la primera ministra británica Theresa May y de ese intercambio de palabras surgieron los titulares “Macri afirmó que el Reino Unido concedería hablar de la soberanía de Malvinas”. Urgente desmentida de la Canciller Susana Malcorra. “Lo que entiendo es que la primer ministra británica tuvo una reacción positiva de cortesía a la noción de hacer una agenda, que es parte de lo que intentamos hacer como hoja de ruta en la declaración conjunta de la semana pasada; pero soy absolutamente franca, no creo que haya dicho ‘sí suscribo que agendemos esto y que la soberanía sea el primer tema’, porque no es pensable que así sea”.Lo que ya venía calentando el ambiente había sido esa declaración conjunta firmada entre Malcorra y el vicecanciller británico Alan Duncan en Buenos Aires. En el texto se mostraba la apertura a la exploración y explotación conjunta de los recursos hidrocarburíferos e ictícolas en la zona de las islas Malvinas. “Remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo comercio, pesca, navegación e hidrocarburos”. Eso fue visto como una concesión de soberanía porque “cómo se puede permitir colaborar para que el país ocupante desarrolle la explotación de recursos naturales”. Lo cierto es que no fue un acuerdo, sino una declaración de intenciones y una forma de encarar de otra forma la relación diplomática con Inglaterra, que en la última década quedó en la peor posición para ensayar un diálogo. Por ese escándalo político, esta semana el vicecanciller Carlos Foradori fue convocado a la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara baja para que de explicaciones sobre ese acercamiento a Londres respecto a Malvinas. Como vimos las políticas argentinas de soberanía sobre las islas del Atlántico Sur han sido pendulares. De la voz tenue pasamos a la ridiculez. Y de la bravuconería a la falta de tacto diplomático, como hipótesis de mínima. A modo de opinión personal, con esa guerra maldita que nunca tuvo que haber ocurrido, y francamente con una visión pesimista, tal vez las Malvinas vuelvan a ser argentinas cuando geoestratégicamente y militarmente ya no representen valor alguno para el Reino Unido ni su gran aliado, Estados Unidos. Pero para quedarnos con alguna esperanza vale citar las palabras del ex vicecanciller del menemismo Andrés Cisneros respecto a esta polémica. “La cuestión de soberanía no la va resolver Macri ni el próximo Gobierno que le siga. Puede tardar 20 o 30 años. Hay que insistir en el reclamo pero a la vez Argentina tiene que volver a ser un país serio y respetado en el mundo. Cuando logremos eso, a Gran Bretaña no le va quedar otra que sentarse a negociar”.Hasta que eso pase, nos quedaremos recitando como consuelo algunas estrofas de la marcha: “Tras su manto de neblinas no las hemos de olvidar…las Malvinas argentinas… la perdida perla austral”. Colaboración: Lic. Hernán Centurión
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