Señora Directora: La justicia por mano propia no es justicia, es venganza. Cuando el ser humano hace justicia por su cuenta es porque las instituciones están ausentes. El debido proceso, las pruebas, la sentencia es el camino que permite evitar errores, como el ajusticiamiento a un inocente. Las cárceles para rehabilitación, no para castigo, es lo que nos permite ir evolucionando como sociedad. El problema surge cuando se deja de creer en las instituciones por su mal manejo, por la corrupción de la ética que demanda; lo que termina convirtiendo las calles en la ley de la selva donde el hombre es lobo del hombre, en que el ser humano vive en un estado de guerra, con estrés y miedo todo el tiempo. El ministro de Justicia, Germán Garavano, aseguró: “Las leyes tienen que ser justas, no duras”, pero la sociedad también debe ser justa, debe haber justicia social para que haya justicia legal, porque la pobreza es la primera condición violenta del ser humano. Un niño pobre, es un niño maltratado; un niño maltratado es un adulto potencialmente violento. La persona que no goza de las primeras necesidades básicas satisfechas ve disminuida su condición de ser humano y ahí hay un caldo de cultivo de personas violentas, por eso. Este es el primer paso. El filósofo Michel Foucault pensaba que a mayor cantidad de crímenes, mayor será la represión para combatirlos, y mayor el control sobre la mayoría de la población para prevenirlos; lo que puede convertir a la sociedad en un panóptico donde se corre el peligro de perder la libertad por los que empiezan a dirigirlo, haciendo una sociedad cada vez más autoritaria, más paranoica y más represiva, con mayor control de parte de los que quieren aglutinar el poder, se presta a cualquier abuso de derecho. Lao Tse decía que cuanto más leyes y ordenanzas se dicten más ladrones habrá. No es cuestión de aumentar las leyes y endurecerlas, sino mejorar las costumbres, porque a mal ejemplo, mal desempeño; pues posee más fuerza que las normas.
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