Muchas veces me he preguntado cómo reaccionaría de encontrarme en una situación como la del incendio que se produjo en la mueblería El Acuerdo este miércoles por la noche. Pues desgraciadamente pude comprobarlo. Impotente es la palabra que mejor describe la sensación.Impotente por no poder hacer más de lo poco que hicimos, como si de algo sirvieran nuestros minúsculos baldes de agua, los que eran agradecidos por los dueños de las casas cual hidrantes de bomberos.Pero más allá del fuego, el esfuerzo y la desesperación, la indignación me invadía convirtiéndose de a poco en bronca. Casi un centenar de personas estaba en el lugar, mirando hipnotizadas cómo las lenguas de fuego se alzaban hacia el cielo y de reojo, sí de reojo, observaban a esos locos que iban y venían o simplemente cargaban los baldes, en un intento desesperado por hacer algo, LO QUE FUERA.Mientras corríamos, mientras veíamos la impotencia de los bomberos cuando a alguna de las autobombas se les agotaba el agua (hasta que finalmente llegaron camiones de la Municipalidad y Samsa para ayudarlos), pensaba que si todos los presentes hubiéramos trabajado en conjunto se podría haber hecho mucho más. Pero al parecer, lo que le pasa al otro jamás me puede pasar a mí, o al menos muchos de los presentes así deben pensarlo. No movieron un sólo dedo.Nadie pedía que ingresaran donde las llamas no daban tregua, sólo se arrojaba agua a los muros lindantes para que el fuego no se trasladara hacia otras casas, pero el "no te metas" ganó de lejos a la solidaridad.Incluso cuando un policía pidió que alguien se ofreciera como testigo para labrar un simple acta recibió la negativa de muchos y su rostro mostró una imagen de impotencia tal que me pareció estar mirando un espejo. Él sólo pedía un testigo para un acta, un rato antes los que corríamos con los baldes mirábamos alrededor en busca de más ayuda, sin embargo, NADA.El humano es un ser muy particular, en los peores momentos suele sacar lo mejor de sí, lastimosamente no siempre sucede esto.Las familias afectadas van a necesitar de todo, las imágenes del después así lo demuestran. Quedarse en la calle, sin lo material, es sumamente doloroso; pero si a eso agregamos que se está en una vidriera o en un espectáculo circense y entre el público no hay suficientes almas solidarias por lo menos con lo que sienten los protagonistas, en este caso las familias damnificadas, la sensación de soledad debe ser más que devastadora y creo que nadie debe sentirse así.Gabriela Loreiro
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