El próximo 4 de septiembre es la fecha prevista para la ceremonia en la que el papa Francisco ha de elevar a los altares a la beata Madre Teresa de Calcuta. “No puedo parar de trabajar. Tendré toda la eternidad para descansar”, era una de las tantas frases que pronunciaba y hacía realidad en su vida.Por eso creo que no podemos renunciar esta ocasión para valorar su testimonio de vida e imitar sus ejemplos de fe como cristiana. Es oportuno que rumiemos sobre tantos valores que nos ha dejado esta “gran mujer” que hoy es ejemplo de amor y solidaridad para todos nosotros. La orden que fundó, cuyo objetivo es ayudar a “los más pobres de los pobres”, es la parte menor de su legado; la mayor fue erigirse en un ejemplo inspirador reciente, en la prueba palpable y viva de cómo la generosidad, la abnegación y la entrega a los demás también tienen sentido en tiempos modernos.Este modelo de mujer, digno de imitar, nos llama a mirar la vida desde el amor y la misericordia de Dios. Nos invita a ser evangelizadores de ese amor en una sociedad donde las noticias que ocupan los primeros lugares en nuestros medios de comunicación son los escándalos, hechos delictivos llenos de violencias e injusticias. Nos invita a ser protagonistas de hechos de amor y solidaridad por encima de un afán sensacionalista, en el cual todos miramos como espectadores, “de lo que otros hicieron bien o mal”. Es un llamado para involucrarnos y comprometernos con la vida de nuestros hermanos.La Madre Teresa de Calcuta ha sido una “gran mujer” por su fe en Cristo, la que le daba fuerzas para enfrentar las adversidades de la vida. Pero además fue testimonio vivo de amor a Jesucristo, por su entrega total de servicio a los “más pobres entre los pobres”. Tuve la oportunidad de conocer varias de sus comunidades en la India y lo que tal vez nos sorprenderá a muchos de nosotros, es que detrás de este gran trabajo humanitario de amor y caridad había la misma cantidad de horas de oración y adoración al Santísimo. Para muchos, en esta sociedad moderna que vivimos, permanecer de rodillas frente al Sagrario puede sonar como una “tortura”; sin embargo para la Madre Teresa era el camino que la llenaba con la fuerza de Dios y la dotaba de esa autodisciplina necesaria para enfrentar el trabajo duro que le exigía el acompañar el dolor de los más vulnerables de la sociedad. Vivimos en un mundo lleno de ruidos y los silencios suelen relacionarse solo con el dolor y la soledad. Sin embargo, la Madre Teresa de Calcuta nos invita a transformar el silencio en oración. Y nos confirma con su testimonio de vida que la verdadera paz es el fruto del silencio interior y la oración. Ella nos dice: “El fruto del silencio es la oración, el fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz” (Madre Teresa, M.C.) Que la canonización de Madre Teresa sea un llamado a cada uno de nosotros, a ser testimonios vivos de fe, amor y caridad en un mundo cada vez más individualista e insensible a las necesidades de los demás. Como ella misma dijo al recibir el Premio Nobel de la Paz: “No basta con que digamos: yo amo a Dios, pero no amo a mi prójimo. San Juan dice que somos mentirosos si afirmamos que amamos a Dios y no amamos a nuestro prójimo. Es muy importante para nosotros darnos cuenta de que el amor para que sea auténtico tiene que doler”. Que su vida nos anime a creer en Dios y amar más a nuestros hermanos, para tener muy presente lo que ella pregonaba: “Jamás permitimos que alguien se aleje de nosotras sin sentirse mejor y más feliz” porque “el trabajo que hacemos no tiene nada de heroico. Cualquiera que tenga la gracia de Dios puede hacerlo”.
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