Hace escasos días, el pasado 13 de agosto, el líder máximo de la Revolución Cubana cumplió 90 años. Volvió a aparecer en público después de que se lo viera (en fotos) junto a Francisco en septiembre de 2015 y en abril último, en una ceremonia en honor a la fallecida esposa de su hermano Raúl. El presidente venezolano Nicolás Maduro formó parte de los festejos realizados en el teatro Karl?Marx de La Habana, donde se le rindió homenaje con obras de teatro que recordaban la Revolución y se exhibieron fotografías históricas del líder junto a grandes personajes como Hugo Chávez, el papa Francisco y mandatarios latinoamericanos. Por su parte la expresidenta Cristina Kirchner le envió salutaciones y realizó publicaciones en las redes sociales resaltando la amistad que la une con Fidel. Y nos vienen a la memoria vínculos anteriores del comandante con Diego Maradona y la admiración de periodistas como Gustavo Silvestre y muchos otros argentinos para quien durante más de 56 años lideró la imposición del modelo comunista en Cuba. Durante todo ese tiempo Fidel Castro encabezó la resistencia ante intentos de desestabilización, de asesinato y el durísimo bloqueo impuesto por los Estados Unidos sobre la isla y sus habitantes. Si continuamos con la mirada histórica podemos ver que la lucha política de los ‘70 de Argentina estuvo directamente vinculada a los ideales de los guerrilleros que derrocaron al dictador cubano Fulgencio Batista, en aquel lejano (en todo sentido) enero de 1959. Inspirados por la revolución bolchevique de 1917, Fidel, el Che Guevara y Camilo Cienfuegos fueron los nombres más destacados de los combatientes que a bordo del yate Granma, llegaron a las costas cubanas para combatir al gobierno. Asentados en la Sierra Maestra y con apoyo de los campesinos, atacaron e hicieron caer a la dictadura que de por sí ya estaba débil. La noticia de esa revolución se extendió como reguero de pólvora por toda Latinoamérica. Estaba en línea con la fuerte lucha internacional enmarcada en la Guerra Fría. El poder político y económico de Washington en contraposición a las ideas del partido y el gobierno de Moscú. El mundo entero era el escenario de disputa ideológica y económica de esas dos superpotencias. Estados Unidos concibió a Latinoamérica como su “patio trasero”. La doctrina Monroe “América para los americanos” se sintió con fuerza durante prácticamente todo el siglo XX. En esa lucha contra el capitalismo, el éxito de la revolución cubana se convirtió en el faro de jóvenes argentinos que con ideas antiimperialistas pero más cercanas al socialismo que al comunismo, vieron en las armas el medio para instaurar un gobierno popular y sacar del Gobierno argentino a los intereses de la oligarquía y las élites. Muchos simpatizantes de la izquierda en Latinoamérica viajaron a Cuba para interiorizarse de ese fenómeno incandescente, adentrarse aún más en la doctrina política y también para recibir instrucción militar para la guerra de guerrillas. Desde argentina viajaron hombres que hoy pueden sonar bastante conocidos: Mario Firmenich, Julio Roqué, Fernando Abal Medina, Fernando Vaca Narvaja, Roberto Cirilo Perdía y Roberto Santucho, entre muchos otros. Allí se convencieron que la lucha armada no era un fin, sino un medio para que el socialismo llegara al poder y desterrara así la desigualdad económica en nuestro país. Con esa inspiración en la Cuba revolucionaria de Fidel, Santucho fue uno de los ideólogos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), con el objetivo de encarar una lucha armada al estilo del vietcong (Vietnam) para tomar las riendas del país.Vieron posible el control de territorio (Tucumán) desde donde se impulsaría la lucha para que a medida que transcurriera, los obreros y los trabajadores rurales explotados del campo argentino se fueran sumando a su cruzada. Argentina no era Cuba y el enemigo al que debían enfrentar era mucho más poderoso que el de las fuerzas de Batista. Por el otro lado estaban los Montoneros. Firmenich,?Vaca Narvaja, Abal Medina y otros se unieron con la idea de luchar contra la dictadura de la Revolución Argentina (1966-1973). Además veían en la justicia social pregonada por Juan Domingo Perón el reflejo de sus ideales. La Tercera Posición de la que hablaba el general (ni capitalismo ni marxismo) fue tomada como una vía hacia el socialismo por los Montoneros. Su primera acción pública fue el secuestro y asesinato del general Aramburu, el 29 de mayo de 1970, Día del Ejército argentino. Colaboraron con el regreso de Perón al país y fueron acogidos por el general, pero a medida que pasaba el tiempo entendieron que esa “evolución natural” del peronismo hacia el socialismo estaba lejos de concretarse. Lo cuestionaron porque no se despegaba de los intereses de la burguesía. Se produjo la ruptura política. El sector “militar” de Montoneros asesinó al dirigente sindical peronista José Ignacio Rucci y provocó la irrupción del grupo armado paraestatal Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). Mientras este brazo parapolicial liderado por el ministro de Bienestar Social, José López Rega, cometía secuestros y asesinatos de dirigentes y militantes de izquierda, se recrudecieron los enfrentamientos entre las facciones. Muerto Perón en julio de 1974, Montoneros se enfiló hacia el combate contra el Gobierno de María Estela Martínez de Perón. La presidenta dio la primera orden formal para iniciar acciones contra la guerrilla. A través del decreto 262/75, se desplegó el Operativo Independencia. El Ejército y la Fuerza Aérea iniciaron las acciones para aniquilar a los grupos del ERP y los Montoneros que se habían aglutinado en la selva tucumana para continuar las acciones contra el poder constitucional argentino. La crisis económica, la guerrilla, la represión del ejército y la debilidad política de María Estela Martínez, fueron el caldo de cultivo de la época más oscura de la historia argentina: el Golpe de marzo de 1976. Hoy, a la luz de los hechos, uno puede preguntarse si Argentina hubiera vivido esos años de violencia política que marcaron a fuego nuestra historia reciente. Qué hubiera pasado si no ocurría la Revolución Cubana. O si no hubiera habido un argentino como el Che en esas filas. Las ideas y los ejemplos de los gobiernos de la Unión Soviética, la China de Mao Tse Tung, o el Vietnam comunista que hizo frente a potencias como Francia primero y Estados Unidos después, ¿hubieran sido suficientes para envalentonar a los idealistas de la lucha armada local?La discusión actual acerca de si el Gobierno cubano es una dictadura, que no acepta disidentes, que tiene presos políticos, que tiene un buen sistema de educación, de salud, pero donde el hombre no tiene libertades es otro tema. Lo que sí es indiscutible es que es el único lugar de Latinoamérica donde triunfó una revolución fue en Cuba. 
;El mismo Fidel Castro incitaba a la liberación de los pueblos. En agosto de 1967, durante la convención de Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (Olas), el líder profetizaba: “Este continente trae en su vientre una revolución, tardará más o menos en nacer, tendrá un parto más o menos difícil, pero inevitable. Nosotros no tenemos la menor duda. Habrá victorias, habrá reveses, habrá avances, habrá retrocesos, pero el advenimiento de una nueva era, la de los pueblos frente a la injusticia, frente a la explotación, frente al imperialismo, cualesquiera que sean las concepciones equivocadas que puedan tratar de entorpecer el camino, es inevitable”. Esa “revolución inevitable” dejó miles de muertos y desaparecidos en nuestras tierras. Cayó gente que había empuñado las armas pero también murió gente inocente. A decir verdad, nadie discute la lucha por la justicia social y el fin de la explotación, pero en nuestro caso hubiera sido mejor que esa pelea hubiera ocurrido en el marco de la democracia y no en el de la lucha armada. Eran otras épocas, otros paradigmas, dirán algunos, pero quedamos a merced de unos idealistas violentos que importaron una lucha funesta para nuestra historia, y que todavía hoy se discute sobre cuál fue la cantidad exacta de muertos. Es apasionante hurgar en la historia de Fidel Castro y la realidad latinoamericana de los ‘60 y ‘70. Hay muchísimo material para investigar y aquí tan sólo se ha intentado mostrar esa vinculación antes descripta. Fueron recortes históricos, faltará muchísima más contextualización, pero la tesis inicial acerca del objetivo y la inspiración cubana de las organizaciones guerrilleras argentinas no tiene discusión. ¿O sí?Fidel se ganó un lugar en la historia mundial, por su lucha, por sus ideales y por su legado polémico. Hoy parecerá un personaje pintoresco, inofensivo, algunos lo llevarán impregnado en una remera, pero en la dura realidad material histórica, por su influencia, nada bueno ha representado para Argentina. Entonces ¿feliz cumpleaños? Por Lic. Hernán Centurión
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