Durante la última dictadura militar, secuestraron y asesinaron a dos de sus hijos y a una de sus nueras. Era un ama de casa común y corriente que venció la paralización que provoca el miedo a la muerte y se plantó en Plaza de Mayo con las rondas de las Madres para exigir por sus hijos desaparecidos. Un coraje que muchos no tenían, como aquellos que prefirieron huir a lugares alejados y sólo se animaron a denunciar primero y a impulsar castigos después, cuando los militares acusados de genocidio ya no representaban casi ningún peligro para ellos y la sociedad. Hebe Pastor de Bonafini se convirtió en un emblema de los Derechos Humanos, una personalidad reconocida y admirada en el mundo por su lucha. Cuando asumió Néstor Kirchner en 2003, él ya tenía algo decidido y lo dejó muy en claro ante la pregunta de un exgobernador mesopotámico: -“Néstor, ¿por qué ahora sos de izquierda si los dos éramos los grandes alcahuetes de Cavallo, vos primero y yo segundo? –“La izquierda te da fueros”. Ese diálogo fue reproducido por el periodista Ceferino Reato, cuando a través de una investigación, reconstruyó lo que fueron los días entre el fin de la Alianza y el surgimiento del kirchnerismo. Porque es cierto, quién iba pensar mal de un presidente que se ponía del lado de los pobres, los desamparados, los excluidos del sistema, los torturados y los desaparecidos. Para ello necesitaba envolverse con banderas ajenas.-“Nuestro punto de partida tienen que ser los Derechos Humanos”, le dijo al intelectual K de la primera hora, José Pablo Feinmann.-“¿Cómo te llevás con Hebe de Bonafini?”- La veo poco frontal. Desbocada pero necesaria. Me gusta más la cautela de Carlotto.- “Sí pero Hebe es un tanque y el más grande de todos los símbolos. La madre de las Madres”. Lo que ocurrió después abrió varias puertas. Primero, Néstor fue el primer presidente que recibió a las Madres de Plaza de Mayo en La Rosada. Segundo, abrió las puertas a un negocio de construcción de viviendas sociales. Lejos de la misión original de la Fundación de Madres, pero era el inicio del modelo que pugnaba por dar protagonismo a las organizaciones populares. Sonaba extraño, destinar millones de pesos a un ente de DDHH para que se diversificara hacia la obra pública. En definitiva era más o menos lo mismo ¿no? “Derechos Humanos- derecho a la vivienda”…con un poquito de esfuerzo era asimilable esa conjunción entre pañuelos y pingüinos, gente aniquilada y “Sueños Compartidos”.Pero si algo sonaba extraño, y se tornaba totalmente inusual y entendible solamente con la explicación de un psiquiatra, era la relación de Hebe de Bonafini con los Schoklender . En 1981, los hermanos Sergio y Pablo asesinaron a sus padres a barretazos. Fueron condenados a perpetua. Recuperaron la libertad en 1995 y 2001 al cumplirse las dos terceras partes de la pena, previa fuga y recaptura de Pablo. En tanto, Sergio el parricida, se convirtió en el “hijo adoptivo” de Hebe. Se conocieron a través de cartas. Sergio, desde la cárcel, enviaba permanentemente adhesiones a las Madres. Según Bonafini, “cada vez que hacía eso lo cagaban a palos y lo enviaban a una celda de castigo”. Se interesó en él y comenzó a visitarlo en el presidio. Se volvieron muy unidos. Apenas recuperó la libertad, el abogado y psicólogo que se había recibido tras los barrotes comenzó a trabajar en la Fundación. La idea de viviendas sociales fue de él. Posteriormente Néstor fue quien tomó esa idea y le inyectó recursos como una de las patas en las que se apoyaría el modelo nacional y popular. El proyecto “Sueños Compartidos” se extendió a varias provincias. La constructora Meldorek era central en la construcción de las casas. Con un capital de 12 mil pesos, fue creada en 2003 por dos ancianas. Pasó a ser contratada por la Fundación para realizar las obras. Sergio Schoklender se convirtió en su apoderado en 2009 y alguien se dio cuenta que los números no cerraban, desde mucho tiempo antes. Las denuncias por desvío de fondos llegaban desde las cooperativas del interior. La Unidad de Información Financiera recibía ROS (Reportes de Operaciones Sospechosas) de las cuentas de la Fundación de Madres. Pero todo se iba archivando para que sea revisado después, porque era 2010, y todavía había kirchnerismo para rato. En junio de ese año dos diputados de la Coalición Cívica presentaron una denuncia por lavado de activos contra Schoklender. Lo que siguió después comenzó como un escándalo casi farandulesco, al conocerse que Hebe y Sergio se habían peleado y este último había renunciado a la obra. El juez Oyarbide metió preso a Sergio y Pablo Schoklender por la trama de dinero desviado que comenzó a conocerse a través de las denuncias. Se hablaba de casi 1.300 millones de pesos que el Estado destinó a viviendas, de los cuales hoy siguen buscando unos $200 millones. Actualmente el juez Martínez de Giorgi llamó a indagatoria a Julio de Vido, exfuncionarios de su ministerio, exgobernadores, intendentes a Sergio y a Hebe para saber qué sucedió con ese faltante. Cuando Oyarbide aún tenía la causa se decía que consideraba a Hebe como una víctima, pero era la presidenta de la Fundación y no podía dejarla de lado. Además había firmado documentos que la comprometían en el manejo de fondos que quedaron sospechados. Ella negó que hubiera sido su firma. De los cinco peritos que analizaron su rúbrica, cuatro coincidieron que era de Hebe. El quinto, un oficial de Gendarmería opinó en contra y aparentemente no era especialista en ese tipo de análisis. Más allá de eso, alguna vez Bonafini se presentó sin inconvenientes a declarar en la causa, pero claro, eran otros tiempos. El juez que solía usar moño, el mismo que una vez cerró la causa por enriquecimiento ilícito de Néstor y Cristina Kirchner (y que según todavía denuncian hoy tampoco les siguen cerrando los números de lo que tiene declarado) fue el que le tomó declaración a la Madre. El caso era complicado pero no había peligro. Hace poco más de diez días, el país fue espectador de un escándalo que, observado desde cualquier otra sociedad institucionalmente más desarrollada que la nuestra, deberíamos aceptarles sin reproches el mote de “país bananero”. A mediados de junio, Martínez de Giorgi llamó a indagatoria a Hebe de Bonafini como imputada por el desvío de fondos de “Sueños Compartidos”. El jueves de esa semana, en la tradicional ronda en Plaza de Mayo, la Madre le contestó: “No voy a ir a declarar Martínez de Giorgi, metete en el orto la declaración. No creo en esta Justicia”. Y justificó sus palabras al contar una supuesta charla que tuvo con el juez federal. Según sus palabras, le dijo que ella “n
o tenía la misma que (Sergio) Schoklender, que cada vez que viene le pone una pilita (en referencia al dinero), por eso nos condena”. Y cargó directamente contra el magistrado blanqueando que “nunca movió un dedo porque ‘todos les ponían’ y ahora tuvo que salir a llamar a todos a declarar porque le tiraron de los huevos”. El juez volvió a citarla y le advirtió que podía llevarla por la fuerza a declarar ante la Justicia. La imagen de la Argentina volvió a caer por el piso cuando el día señalado, Hebe de Bonafini realizó la marcha en Plaza de Mayo rodeada de al menos un millar de militantes.La estrategia era burlar a la fuerza pública. Y así lo hicieron. Un móvil policial intentó impedir que la combi que transportaba a Hebe se fuera del lugar. Pero el chofer de las Madres subió el vehículo a la vereda y terminó escapando mientras partidarios festejaban a viva voz la gran hazaña. Refugiada en la sede de la Fundación en el barrio de Congreso, fue protegida por los militantes y hasta por diputados nacionales mientras regía una orden de detención contra ella. Con discursos incendiarios contra el Gobierno y la Justicia, se encargaron de avisar a la fuerza pública que sería una mala idea intentar llevarse detenida a Bonafini. Hubiera sido un suicidio político tanto para el Gobierno como para el mismo kirchnerismo si alguien se animaba a dar el primer paso. Si ocurría un intento de detención hubiera terminado muy mal en medio de tantos ánimos caldeados. Se iba saber cómo empezaba pero el final hubiera sido impredecible. Lo único que tenía que hacer Hebe en ese momento era presentarse como cualquier ciudadano ante el llamado de un juez, pero quedó claro que no somos todos iguales ante la ley. Lo que dice la Constitución es mentira. Lo ocurrido lo prueba. Pero por favor no lo intentemos, nosotros no somos Hebe de Bonafini, ni Cristina Kirchner. Aunque a decir verdad, la expresidenta se presentó cada vez que fue requerida por los jueces. Pero dicen que lo que ocurrió aquel jueves pudo haber sido un ensayo. El día que intenten llevar presa a la líder del movimiento… “si la tocan a Cristina qué quilombo se va a armar”. No importa si hubiera probadas razones judiciales: será una movida del “gobierno de la oligarquía y los jueces cipayos en contra el movimiento popular”. Pareciera que si formás parte de ese campo político, aunque estés sospechado de haber cometido delitos, nadie puede venir a tocarte. Una cuestión ontológica, de autoconvencimiento: “los del movimiento nacional y popular kirchnerista somos patriotas y buena gente”, el resto representa lo contrario per sé. Por su “amor y entrega al pueblo” están lejos del alcance de las normas y leyes de la democracia. Por ejemplo, casi ha quedado en el olvido aquella toma de una comisaria de parte del líder piquetero Luis D’Elía en 2004. Él y sus militantes reclamaron por la detención del supuesto asesino de un compañero, capturando una sede policial del barrio de La Boca. Años después fue sobreseído por la Justicia al prescribir la causa. Vecino, vecina, mejor usted no lo intente. Luego del escándalo que trajo aparejada la citación, Hebe finalmente aceptó declarar por escrito ante el juez y éste le levantó la orden de detención. Era todo tan simple, pero al parecer desde ambas partes buscaron provocar una situación que podía haberse evitado. De un lado dicen que ese tipo de cosas ocurren para desviar la atención cuando en el país sucede el tarifazo y el aumento de la pobreza. Desde enfrente afirman que el kirchnerismo se victimiza y politiza las causas judiciales porque realmente están en serios problemas. Este último jueves, con motivo de ocurrir la marcha número 2.000 en Plaza de Mayo, la expresidenta se acercó a la sede de la Fundación y almorzó con las Madres. Hebe de Bonafini brindó “por los 2.000 jueves, por nuestra querida Cristina, para que haga lo que quiera y está bien lo que haga, y para que Macri nos tenga miedo”. La exjefa de Estado se mostró en desacuerdo con ese comentario y quiso corregirla, pero la titular de Madres insistió. “¡Nos tiene miedo! ¿Qué no?”. Hace un tiempo ensayó una explicación acerca de lo que sucedió con el escándalo de “Sueños Compartidos”. A decir verdad, Bonafini tiene razón: “Los Schoklender son estafadores y traidores. Pero una cosa son ellos y otra son las Madres, que pusimos el cuerpo 40 años para reivindicar a nuestros hijos”. Es cierto, una cosa es la loable lucha de las Madres y otra muy distinta es el dinero que movió la Fundación con la construcción de viviendas. La Justicia sigue pidiendo explicaciones. Hoy faltan 200 millones de pesos. ¿Qué tiene que ver eso con los Derechos Humanos?Por Lic. Hernán Centurión
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