Si bien hace muchos años existe la especialidad en clínica psicológica infantil, en la última década la práctica de la psicología con niños ha sido mucho más aceptada y demandada por la población en general. Así lo indicó la licenciada en psicología, posgrado en Clínica Psicoanalítica Infantil, magíster en Psicoanálisis, coordinadora y docente de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Católica de las Misiones (Ucami), Valeria Guirland. Al respecto, señaló además que ampliaron los motivos de consulta yendo desde aquellos motivados por la psicopatología infantil, pasando por los trastornos de aprendizaje y llegando hasta la dificultad en la aceptación de los límites por parte de los niños.“En la actualidad, nos encontramos con múltiples motivos de consulta, o bien podríamos decir, pedidos de ayuda de los padres, que demandan a su vez del psicólogo una especificidad en su formación y en su práctica, para así poder responder desde la forma más ética posible, teniendo en cuenta que se trata de un paciente que tiene la particularidad de tener un psiquismo en estructuración; o bien, una mente que se está ‘formando’”, indicó. A su entender, es bien conocida por todos la importancia de los cinco primeros años de vida en esta construcción; “por ello muchos padres son cuestionados o se autocuestionan en el desempeño de sus funciones parentales. Este cuestionamiento aumenta el número de consultas: ¿Cuándo pongo límites? ¿Cómo? ¿Hay que poner límites? ¿No se va a traumar? ¿Cree Ud. que soy muy flojo o soy muy duro?, como si buscaran del psicólogo una autorización, una aprobación en la forma de educar a sus hijos”, reflexionó.Orientación para padres Guirland señaló que para este pedido, la psicoterapia de línea psicoanalítica ha planteado una herramienta, denominada “Orientación a padres”. La misma es una indicación realizada posteriormente a un psicodiagnóstico. “¿Qué es un psicodiagnóstico? Digámoslo de este modo: no todo niño que es traído a consulta es tomado en tratamiento. Primero se realizan, como mínimo, tres sesiones, donde el niño juega, habla, y eventualmente dibuja. También se les pueden administrar algunos tests y técnicas proyectivas en este proceso. A partir de allí el psicólogo deberá decidir si hay o no necesidad de tratamiento, de derivación, y de qué tipo. Entonces tomaremos como línea básica, los indicadores de salud, y patología, del niño y de su medio, pero también como parámetro muy importante a la Psicología del Desarrollo, ya que una conducta es considerada sintomática o no, psicopatológica o no de acuerdo a la edad y etapa evolutiva que transita el mismo. A partir de allí decidiremos si es necesario comenzar el trabajo con ese niño y su familia, aclarando que no es lo mismo un psicólogo de niños, que un terapeuta familiar”, precisó. Principales motivos de consulta En cuanto a los motivos de consulta que llevarían a iniciar un tratamiento psicológico en la infancia, la especialista señaló a los diagnósticos psicopatológicos, como autismo, psicosis infantil, neurosis infantiles (fobias, ataques de angustia, inhibiciones, etc.), anorexia nerviosa, entre otros. Incluyó también a síntomas aislados como terrores nocturnos o pesadillas recurrentes. A los trastornos conductuales como la dificultad para aceptar límites, hiperkinesia, marcada agresividad, manifestaciones sexuales no acordes a la edad. Además, los trastornos de aprendizaje, “entre ellos el famoso y sobre diagnosticado déficit de atención con o sin hiperactividad”, observó. En tanto, agregó que otro gran cúmulo de consultas se realizan a modo de prevención posterior a algún evento que haya modificado la rutina familiar: divorcio, mudanzas, o muerte de alguien cercano. También son llevados a tratamiento aquellos niños que han sido víctimas de maltratos, abandono o algún tipo de abuso sexual. “Pero más allá de estos motivos que resultan familiares a la población en general, hay casos en los que la participación de un psicólogo puede ser de gran utilidad: me refiero a las enfermedades médicas crónicas como ser: pacientes asmáticos, obesos, con afecciones cardíacas, alimentarias o incluso de la piel. En estos casos también suele ser de gran utilidad la orientación a padres”, destacó. Los riesgos del “disfrute pasivo”Es importante, por otra parte, evitar la identificación del paciente con su síntoma, la definición del niño o de sus padres a través de su padecimiento: “soy celíaco”, “soy asmático”. Puede llegar a generar una particular modalidad relacional, que puede llegar incluso al aislamiento del niño en pro de su salud física sin notar que puede a su vez estar siendo afectada su salud psicológica.Además, según contó Guirland, “nos encontramos cada vez con mayores consultas por sobrepeso infantil. Se observa con gran intensidad la influencia de la subjetividad de la época, como en los casos de anorexia infantil. Ya que es un tiempo caracterizado por proponer formas de disfrute pasivo y seguro. Pasivo tanto desde el punto de vista físico como psicológico que puede llegar a afectar tanto su cuerpo como su mente atrofiando la capacidad de fantasear, propia de un niño. Seguro, porque el niño no sale de su casa, y por estar quieto ‘no se va a lastimar, ni lo van a lastimar’”.Precoz preocupación por la estética La especialista señaló además que “es notable la disminución de la edad en la que comienza la preocupación por la estética del cuerpo; favorecida por la cultura actual, e intensificada por la identificación con las personas más cercanas del ambiente familiar. Como nos enseñó el gran pediatra y psicoanalista Donald Winnicott, debemos trabajar para devolver estos hijos a sus padres; no culpabilizarlos pero sí implicarlos en el malestar de ese niño, enfrentarlos con su deseo en relación con él y así ayudarlos a volver a confiar y a explotar al máximo sus capacidades parentales; ofreciéndoles un espacio de contención y de descarga de sus ansiedades e inseguridades”.En este contexto, Guirland indicó que “a la hora de consultar a un psicólogo por un niño es necesario saber, que como nos enseñó Françoise Doltó, cuando un niño no puede decirnos aquello que le pasa, por lo que sufre, lo que duele, lo que lo angustia… el que nos dice, el que sigue hablando es el cuerpo o la conducta. ¿Habrá quién lo escuche?”.
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