Un grupo de escuelas rurales de esta localidad lucha contra viento y marea para sostener en funcionamiento el último colectivo escolar que aún transita los caminos misioneros para llevar a los alumnos en forma exclusiva a la escuela. Con un motor que estuvo en marcha treinta años, neumáticos lisos de tanto andar por los caminos de la provincia, algunos vidrios de la ventanilla rotos y un tren delantero que clama reparación, este colectivo escolar no dejó nunca varados a los alumnos de las seis escuelas que traslada diariamente. Así lo aseguró orgulloso a PRIMERA EDICIÓN, Roberto Acosta, su chofer desde hace veinte años. En Misiones llegaron a funcionar seis de estos colectivos y todos formaron parte de un programa nacional implementado por el Gobierno militar, en 1981, creado y monitoreado por una organización civil. El programa se llamó “Expansión y Mejoramiento de la Educación Rural” y sus siglas Emer. Consistió en la creación de distritos educativos integrados por seis a ocho escuelas rurales y una de ellas se constituía como escuela núcleo donde, fuera del horario escolar, se ofrecen talleres de oficios para los alumnos de sexto y séptimo de las escuelas satélites. En Misiones se crearon seis distritos pero recién con la llegada de la democracia y el Gobierno radical llegaron los colectivos que hicieron posible el traslado de los alumnos, un día por escuela, a la institución núcleo. En Misiones, los colectivos fueron comprados por el Gobierno provincial de Ricardo Barrios Arrechea. Llegado el 2000, el Gobierno nacional de la Alianza anunció a las escuelas rurales que llevaban adelante el programa que, si querían seguir, lo harían por su propia cuenta. La tiranía del uso y del tiempo Según relatan los docentes, “al llegar al 2000, nuestro distrito estaba conformado por ocho escuelas ubicadas todas en zona rural, de donde los niños provienen de familias con problemas económicos porque sus productos no tienen valor, sus chacras no son rentables y la crisis que vive el país cada vez lo afecta más, por lo tanto la ayuda que la comunidad pueda aportar a las escuelas es mínima. El distrito no recibe ningún tipo de aporte por parte del Estado para el funcionamiento de los talleres o gastos del colectivo, solamente el pago del personal y la unidad para el traslado de los alumnos a los talleres”.Después de 2003, la falta de asistencia del Estado a las escuelas que aún seguían con el Emer no cambió durante el gobierno K. Como era de esperar, los colectivos escolares se fueron deteriorando y a mediados de este año sólo quedó uno en funcionamiento: el del Distrito VI, el que viaja todos los días desde una de las escuelas que forman parte del distrito (379, 903, 556, 522, 695 y la 9) hacia la escuela núcleo 411. Valor del programaEl Emer no sólo permitió a los alumnos de escuelas rurales acceder a los talleres de formación de oficios (carpintería y electricidad para los varones; y administración del hogar para las nenas donde aprenden cocina, tejido, costura, bordado y reciclaje) sino también salir y conocerse, compartir viajes y actividades deportivas.“Para la mayoría de los chicos, venir a la Escuela 411 (ubicada sobre la ruta nacional 14, a la altura del kilómetro 1.274) es la salida más lejana que tuvieron de sus casas. Muchos nos cuentan que conocieron la ruta, el asfalto, con nosotros. La escuela rural que más cerca está de la ruta es a cinco kilómetros”, detalló una de las docentes de la Escuela 411, a cargo de los talleres de cocina, Gisela Ruppel. Los talleres fueron pensados en la década del 80, aún así, los docentes aseguraron que los alumnos no piden cambios. “La verdad, es que las chicas no nos piden hacer los talleres que en su momento fueron pensados para los varones (carpintería o electricidad)… aunque sí varios varones que mostraron interés en el taller de cocina”, confió. Los chicos comienzan los talleres en sexto y terminan el ciclo al egresar de séptimo, “les damos un certificado donde consta que culminaron los talleres del Emer”, destacaron los docentes. Pero quizás lo más significativo está en las actividades que sus protagonistas bautizaron como “intremer”, las que se organizan entre las escuelas del distrito y también incluyen a otras escuelas próximas. “Queríamos que los chicos se conocieran y como van a los talleres separados por escuela y sólo se veían la cara el día del cierre del ciclo lectivo, cuando exponemos todos los trabajos realizados durante el año; empezamos a organizar jornadas deportivas y recreativas por zona donde van todos, incluso las escuelas vecinas que no son del Emer. Así se forman lazos de amistad que duran toda la vida”, destacó. Pese a las tres décadas de trabajo y al apoyo de las familias rurales de la zona, las escuelas que llevan adelante el Emer sospechan que “muy pocos funcionarios del Consejo General de Educación tienen idea de nuestra existencia. Pero existimos y seguimos funcionando”, destacó Ruppel. Pedido de ayuda Tres décadas de experiencias compartidas dan fuerza a estos docentes, alumnos y sus familias a luchar para conseguir fondos para mantener el colectivo y todo lo que ello implica: combustible, verificación técnica, renovación del carnet del chofer y reparaciones menores. Pero el móvil ya requiere reparaciones mayores: un nuevo motor, neumáticos, frente delantero, vidrios… por eso las escuelas que integran el Distrito VI del programa Emer decidieron pedir ayuda al Gobierno provincial y a toda la comunidad misionera. Pero hasta que los escuchen, no se quedarán de brazos cruzados. Hace ya varios años que los alumnos y docentes se organizaron para tratar de generar recursos que les permitan seguir con los talleres. “Todos los meses hacemos ferias americanas de ropa y calzados. Durante ese tiempo recolectamos la ropa en buen estado que nos dan las familias de la comunidad, arreglamos lo necesario para poder venderlo en la feria. También organizamos otras actividades y todo lo recaudado va para comprar los insumos para los talleres y cubrir los gastos del colectivo. Así pudimos comprar una cocina a gas, horno eléctrico y una fabripasta. Lamentablemente, nos alcanza sólo para cosas más pequeñas y urgentes, pero no podemos hacernos cargo de una reparación del motor, el chasis o el cambio de neumáticos… sólo esto último exige más de 25.000 pesos. Hace un par de meses, elevamos una nota al Consejo General de Educación (CGE) pidiendo que nos ayuden a comprar los neumáticos nuevos pero aún no tuvimos respuesta”, contó la docente. El colectivo es protagonista para estas siete escuelas rurales del Distrito VI del Emer, porque lleva “treinta años transportando ilusiones”, describieron. Y ahora esperan. “Recolecto aceite reciclado y lo cambio por biodiésel para el colectivo” La necesidad de combustible para mantener el último colectivo escolar del Emer que aún funciona en Misiones, hizo que su chofer, Roberto Acosta, comenzara hace ya cuatro a&n
tilde;os a recolectar aceite de cocina reciclado de los comercios de San Vicente a fin de canjearlo por biocombustible con una planta de biodiésel ubicada en Aristóbulo del Valle.“Dejo los bidones en los comercios y los busco cada dos meses, más o menos; entonces viajo hasta Aristóbulo del Valle donde cambio por biocombustible que luego mezclo con gasoil para el colectivo escolar, así abaratamos los costos. Lo que hacemos es para nosotros muy bueno para los chicos ”, contó Acosta. Según confió el chofer, a veces no le alcanza el tiempo para buscar los bidones de aceite de los comercios, “es que yo llevo a los chicos a la mañana y a la tarde, de lunes a viernes. Es un día por escuela, se van rotando para asistir a los talleres en la 411, son entre 25 a 40 chicos diarios, dependiendo de la escuela que le toca ese día”. Si bien en la actualidad, hay fondos nacionales que se destinan al traslado de los alumnos a las escuelas e incluso de están reparando colectivos para la escuelas técnicas, “nosotros quedamos afuera de todo, no es necesario que nos den otro colectivo, nos alcanza con que nos ayuden a mantener el nuestro. Lo mismo pasa con los talleres… si bien tiene similitudes con la jornada extendida, en el caso del Emer los chicos van a otra escuela en contraturno, no a su escuela”, analizó Acosta. Qué necesitanPara seguir funcionando, el colectivo escolar del Emer necesita “neumáticos nuevos (los cambiaron por última vez en 2011), tren delantero, vidrios para algunas ventanillas y motor nuevo (aún tiene el original)”. Según confió su chofer, Roberto Acosta, “una empresa de transporte de San Vicente nos presta las instalaciones de su taller para arreglar el colectivo. Obviamente, nosotros (refiriéndose a los docentes y a él) ponemos la mano de obra y las reparaciones las vamos haciendo nosotros pero hay cosas que no podemos hacer frente, como el cambio del motor o los neumáticos nuevos. Sólo esto último, estimamos, requiere una inversión de 28 mil pesos y eso es muchísimo dinero para juntar vendiendo ropa usada”, reflexionó el hombre. Por Gisela Fernández
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