Doctora en Ciencias Políticas de la Universidad de Georgetown, Casullo transita casos paradigmáticos de izquierda como los de Hugo Chávez, Evo Morales, Néstor y Cristina Kirchner, Rafael Correa e Ignacio Lula Da Silva, e incluye como experiencias de derecha a Donald Trump en los Estados Unidos y a referentes de los partidos de extrema derecha en Austria, Hungría y Suecia.
La investigadora detalla además el anclaje del populismo político en la Argentina durante el primer yrigoyenismo y la estrategia persuasiva de Cambiemos cuando Mauricio Macri, en su primera etapa, adoptó un discurso populista de confrontación con el kirchnerismo para su ascenso al gobierno.
En diálogo con Télam, Casullo explicó que a través de este libro, editado por Siglo XXI, buscó demostrar “la resiliencia del populismo” y analizar “la capacidad transformadora del discurso en política”.
¿Qué lugar ocupa el discurso en cualquier propuesta política, más allá del discurso populista?
El discurso tiene una capacidad transformadora en política. Vale la pena pensar que a veces el discurso político tiene cierto grado de autonomía y tiene la capacidad de generar política, es un área de la acción humana donde la palabra tiene una inmensa importancia: voto de acuerdo a cómo un discurso me interpela, por eso trato al populismo como un tipo de discurso, una cierta apelación que busca construir poder.
¿Cómo caracteriza al discurso populista?
El discurso populista genera identificación, identidades y solidaridades entre las personas porque se plantea como una explicación de un daño a nivel social. El líder le dice a la sociedad: ustedes están mal porque la responsabilidad es de un actor que se identifica como un villano o adversario común, y tenemos que movilizarnos para vencerlo. Esto es muy poderoso en un momento en que ciertos sectores sociales están sufriendo. Este discurso estratégico es eficaz no solamente para ganar elecciones sino para mantenerse en el poder.
¿Cuáles son los problemas o limitaciones de esta estrategia?
Apostar a un grado de antagonismo muy fuerte genera una especie de estrés social cuando se mantiene en el tiempo, y potencialmente un cansancio social frente a una alta movilización. El segundo problema que vimos en todos los gobiernos populistas de Sudamérica es que ninguno de los líderes pudo resolver el tema de la sucesión: es difícil transferir esa autoridad a otra persona o partido, porque la centralidad de ese líder es muy fuerte.
¿Por qué el populismo tiene tantos detractores?
Estos políticos asumieron cuando se conjugaban crisis económicas y crisis de los partidos políticos establecidos; subieron sin partido fuerte que los apoyara y sin votos en el Congreso. Uno tendería a pensar que eran gobiernos muy frágiles y no iban a durar, pero fueron más sólidos porque se apostó a construir lealtad y movilización social. Ahora, si todo el mundo está tan de acuerdo con que el populismo es horrible cómo se puede entender esa resiliencia, siendo que no es fácil gobernar doce años en Latinoamérica. Me parece que esta manera de construir lazos entre líderes y seguidores es más efectiva de lo que muchos piensan. Cuanto más fuertes son los proyectos de transformación social e ingeniería social para eliminar el populismo, más regresa.
¿Por qué afirma que la Argentina es precursora de movimientos populistas desde el radicalismo?
El primer yrigoyenismo fue un populismo y si uno lee las críticas que se le hacían son prácticamente las que después van a hacerle los políticos radicales al peronismo: se los va a acusar de ser clientelistas, de utilizar las peores pasiones, de movilizar a las clases bajas en la política, porque tiene que ver con la lógica de la incorporación de los derechos políticos. Gran parte de los procesos de ampliación de derechos políticos en la Argentina vinieron de la mano de gobiernos populistas. La ampliación del voto que fue bandera del radicalismo. El voto femenino, del peronismo. La construcción de gran parte de las instituciones de la democracia se hizo durante el primer alfonsinismo, que si bien no fue populista sí tuvo un discurso con características épicas, movilizadoras.
Usted afirma que Mauricio Macri se valió de una estrategia populista para construir su figura y llegar al poder. ¿Por qué?
Macri acertó en aceptar el antagonismo: el hecho de que la política argentina entre el 2005 y 2015 estuvo explicada por el clivaje entre kirchnerismo y antikirchnerismo, que el Pro tenía que ser el vehículo del sector antikirchnerista, y para expresarlo su propio discurso tenía que tener características populistas. Macri transformó la discusión política en un problema moral: robar es inmoral, y esto explica la potencia o éxito del macrismo. Pero hoy vemos que hay un cierto desgaste de esa estrategia, porque el antagonismo populista tiene que ir cambiando de adversario, y el macrismo sigue muy centrado en pelearse con el kirchnerismo.
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