El crimen de la niña misionera Naiara Valentina Abigail Briones Benítez -de ocho años-, quien fue asesinada por su tiastro el 6 de julio de 2017 quedó a un paso de ventilarse en un juicio oral en los tribunales de España, donde fue perpetrado el homicidio.
La víctima, como publicó este Diario en su momento, había viajado junto a su madre, María Alejandra Benítez, de 32 años y oriunda de Candelaria, a vivir a dicho país europeo por cuestiones laborales.
Según el expediente, Iván Pardo, su tiastro, confesó el escalofriante crimen.
El hombre ese día entró en la cocina donde estaba Naiara para comprobar si había copiado veinte hojas de la lección que le habían dado el día anterior, obligándola a estar toda la noche de rodillas con piedras debajo, y cuando la pequeña le dijo que no, le empezó a propinar golpes y a aplicarle descargas con una raqueta eléctrica.
Tras desmayarse por las brutales agresiones, la metió en la bañera, pero la niña no dejó de sangrar, por lo que mandó a sus dos sobrinas que la limpiaran y recogieran todos los restos de las torturas, que fueron hallados en la basura por la Guardia Civil. El informe de los forenses reveló múltiples hematomas y un traumatismo craneoencefálico que fue el desencadenante de la muerte, después de 30 horas de agonía, en el hospital Miguel Servet de Zaragoza.
Benítez tomó conocimiento del caso en una localidad distante a poco más de 100 kilómetros de donde todo ocurrió. Sucede que allí había conseguido trabajo y, por ello, dejó al cuidado de su suegra y de su cuñado a la niña. “Jamás fue maltratada en casa. Vivía feliz con su familia. Creo que hubo un momento en que mi cuñado perdió la cabeza, y Naiara estaba entonces en el sitio equivocado”, explicó la mujer al brindar su primera entrevista ante distintos medios internacionales que se hicieron eco de la noticia.
Los mensajes de whatsapp
No era la primera vez que la niña sufría de ese modo. Diez días antes del asesinato, Iván -el acusado- envió a su hermano, el padrastro de la niña, un mensaje de whatsapp en el que Naiara permanece de rodillas sobre ese material que parece arroz, o incluso gravilla:
“Bueno, ya se lo dije a mamá, que es masoca”, dice el padrastro.
Iván Pardo: “Jajaja. Pues mañana guijarros del río”.
Pasan unos minutos hasta que Iván vuelve a escribir.
“Anda que no te lo pierdas, se apoyaba en la mesa para que no le hiciese efecto, y yo la veo y mamá (la abuelastra) no se daba cuenta, y la puse recta y le digo, no, no, así no te tienes que poner. Y ahora se queja y ahora llora de que le duele, de que tiene las rodillas… (se ríe Iván) que le duelen. Pues de momento ahora, hasta cenar se va a quedar así”.
Otra de las conversaciones de whatsapp que revelan el modo en que se la torturó fue enviado por una sobrina del acusado: “Si puedes, antes de venir a casa trae más piedras y ortigas para la tigresa. Que las ha tirado todas por ahí”.
La menor murió tras doce horas de torturas.