Jugar un partido internacional, una Copa Libertadores, es un sueño al que aspiran, incluso, muchos jugadores que llevan varios años como profesionales en Primera División. Pisar el césped del Centenario uruguayo, vivir los sofocones de la altura en el Hernando Siles de La Paz o jugar en el mítico Maracaná por los puntos y ante miles de almas es un privilegio reservado para unos pocos elegidos por la pelota.
Sergio Orlando “Teco” Recalde eligió la humildad y la sencillez propias de la vida en familia. Quizás por eso, pasa desapercibido cuando camina por las calles posadeñas. Sin embargo, detrás de su nombre se esconde una apasionante historia ligada al fútbol en toda su magnitud. Una película de sacrificio, esfuerzo y, como todo film, con un final feliz.
“Teco” recibió a EL DEPORTIVO y contó en detalle su amor por la pelota, esa que lo cautivó de chico en el club San Miguel de Posadas y que, sin imaginarlo, lo llevaría a jugar cinco Libertadores (con varias semifinales incluidas), salir seis veces campeón del torneo paraguayo, jugar en Europa, enfrentar en el césped a Enzo Francescoli o ser entrenado por monstruos como Gerardo “Tata” Martino o Jorge Sampaoli. Sergio es un verdadero privilegiado. Recalde es, como lo dice su increíble colección, el dueño de la camiseta.
Sergio, ¿cómo te atrapó el fútbol?
Bueno, empecé a jugar en el club San Miguel porque con mis viejos vivíamos cerca, por avenida Francisco De Haro. De ahí pasé a Mitre y a Guaraní, ya en fútbol de campo. Tenía 15 años cuando Pancho Sá (N.de R: figura de Boca e Independiente, entrenador de La Franja entre 1985 y 1988) me subió a Primera. Debuté una tarde contra Atlético Posadas. Y un día vino Jorge Griffa a probar jugadores en cancha de Mitre… Ese día anduve bien, fuimos a probar a Rosario y a las dos semanas me convocaron para jugar un torneo latinoamericano en Mar del Plata. Tenía 17 años.
Toda una experiencia…
Sí, sí. Imaginate que llegué y entrenaba con el ‘Caio’ Enría, el ‘Cebolla’ Fernández, Pablo Del Vecchio. Fuimos a Mar del Plata y salimos campeones. En ese torneo jugamos contra Estudiantes, donde estaba Martín Palermo; Gimnasia, con los mellizos Barros Schelotto; y River, donde ya todos hablaban de lo bien que jugaba un tal Matías Almeyda.
Los que mencionaste, jugadores que marcaron el fútbol argentino…
Se notaba la calidad que tenían. Jugabas contra River y sabías que Almeyda era el mejor. Y los mellizos, siempre ‘quilomberos’. Te cuento una anécdota: contra Gimnasia, recibí la pelota y me salió tirar un caño. Imaginate que toda la gente en la cancha gritó. A la siguiente jugada, vino Guillermo Barros Schelotto y me devolvió el caño, pero esa vez él gritó… Personalidad propia.
¿Fue difícil adaptarse?
Empecé a jugar en la Quinta de Newell’s en el 91. Fue duro, yo era enganche y acá estaba acostumbrado a otro juego. Allá había más roce. Y para colmo, no tuvimos un buen año: la Cuarta fue campeona, la Sexta también y nosotros, nada. Y como allá tienen un equipo que juega en AFA y otro que juega en la Liga Rosarina, me pasaron a esta última. A empezar de nuevo.
¿Volviste al equipo de AFA?
Sí, pero no fue fácil. Empecé a jugar de ocho y a meter mucho físico. Comenzamos a andar bien y me ascendieron a la Primera de la Liga Rosarina. Ahí teníamos un equipazo, estaba Pablo Bezombe, que después jugó en Racing y Unión; Diego Osella, que ahora dirige a Belgrano; el “Flaco” Rolando Schiavi, campeón intercontinental y figura de Boca. A la mayoría le hicieron contrato y a mí me subieron a la reserva de AFA. Había hecho el camino más largo. Y ahí con la reserva salimos campeones. Pasé a jugar de cuatro y me quedé. Me hicieron contrato junto a Pablo Paz, que fue medalla de plata en Atlanta 1996. Somos muy amigos, imaginate que le salí como testigo en su casamiento.
¿Cuándo debutaste en Primera?
Fue en el 94, con Jorge Castelli. Era el último partido, contra Huracán, en cancha de Newell’s, y ganamos 1-0. En el 95 me tocó jugar contra el San Lorenzo del “Bambino” Veira que fue campeón. Perdimos 3-0 y ese día debutó en Newell’s como delantero Lionel Scaloni, hoy técnico de la selección. Tenía 16 años. Ese año también jugué contra River. Entré en el segundo tiempo y enfrenté a Enzo Francescoli, Amato, el “Burrito” Ortega. Eran todos monstruos. Me acuerdo que quise cambiar la camiseta con Hernán Díaz, pero me dijo que no. Después me di cuenta… Claro… Si él es de Rosario Central.
¿Jugaste el clásico rosarino?
Sí, fue una cosa de locos. Fue un partido difícil. Yo con todos los nervios, y encima me tocó marcar al “Kily” González, que tenía un ida y vuelta terrible.
¿Qué pasó después?
Bueno, yo ya estaba jugando de cuatro y llegó Fabián Basualdo, en mi puesto. Me fui a préstamo a Quilmes, pero no jugué mucho. Después a Almirante Brown de Arrecifes, con el que ascendimos al Argentino A. Volví y fue en la época del recordado presidente de Newell’s, Eduardo López, que después quedó marcado por desmanejos. El club vivía momentos difíciles y, en medio de todos esos problemas, tomó como filial a Argentino de Rosario y nos mandaron a varios a jugar ahí.
No habrá sido una etapa feliz…
No queríamos irnos. Pero bueno, siempre cuento una anécdota. Ya en Argentino, nos dijeron que iba a venir un técnico nuevo… Y como varios ya teníamos experiencia en Primera, decíamos que quién era ese fulano que venía. ¿Sabés quién era? Jorge Sampaoli… Estaba haciendo sus primeras armas. Lo recuerdo efusivo, que le gustaba lo que hacía. Eso fue en el 96.
¿Cómo llegaste al fútbol paraguayo?
En el 97 finalmente agarré mi pase y empecé a buscar club. Entrené en Platense, en el Estudiantes del “Profe” Córdoba, pero no hubo caso. Ese año quedé colgado, no pude jugar. Y al año siguiente estaba en Posadas y me crucé con Daniel Raschle. Me consiguió una prueba en Cerro Porteño y quedé en la reserva. Tenía 25 años…
¿Y cómo se dio toda esa etapa de éxito en Cerro?
No va que empieza la Copa Libertadores y Cerro pierde 5-1 con Olimpia. Entonces lo echan al técnico y asume el de reserva. Ganó un partido, otro y otro. Empezó a andar. Yo seguía en reserva. Lo cierto es que Cerro va pasando de fase, le gana a Peñarol de Uruguay y se clasifica a la semifinal de la Libertadores. Y entonces justo llega el receso por el Mundial de Francia. En ese parate se lesiona Diego Gavilán, el ocho titular. Me suben, empezamos a hacer amistosos y anduve bien. Y cuando se reanuda el fútbol, me encuentro jugando semis en Ecuador contra Barcelona, de titular. Fue todo muy loco. Al final, quedamos afuera en Asunción por penales.
¿Ahí te asentaste en Primera?
Sí sí, pero al otro año arrancó el Clausura, empiezo de titular y me lesiono. Volví para los cuartos y semis del torneo paraguayo. La primera final perdimos 4-1 contra Olimpia, pero no jugué por sumatoria de amarillas. Sí jugué la revancha, que ganamos 3-0, fuimos a penales y salimos campeones.
¿Y la Copa?
Bueno, fuimos a jugar contra el Corinthians y nos comimos una goleada terrible. Entonces lo echaron al técnico y ahí volvió el de reserva. Y otra vez Cerro empezó a ganar. En esa etapa me tocó jugar contra Sylvinho (exBarcelona de España), Marcelinho Carioca, Vampeta, Freddy Rincón. Al Corinthians le ganamos 3-0 en Asunción. Y ahí jugué en octavos contra Nacional de Uruguay, ganamos 5-0; ante Estudiantes de Mérida, en Venezuela, que allá perdimos 3-0 y en Paraguay ganamos 4-0. Y estábamos otra vez en semis, entre los cuatro mejores de América. Nos tocó con Deportivo Cali, donde jugaban Dudamel y Yepes. En Colombia perdimos 4-0 y en Asunción ganamos, pero no alcanzó.
¿Cuántas Libertadores jugaste?
Tuve la suerte de jugar cinco Libertadores, con Cerro en 1998, 1999, y 2000; y con Libertad en 2001 y 2003, cuando el “Tata” Martino era el director técnico.
¿Cómo lo recordás al “Tata”?
Estuve con él un año y medio. Sobre todas las cosas, es una buena persona. Un tipo muy simple, frontal, muy buena gente. Como técnico era espectacular. Aprendí muchas cosas con él. Esas eran sus primeras armas como DT, seguramente evolucionó en todo este tiempo. Pero sobre todo, recuerdo la calidad humana. Ahí jugaba con Paulo Da Silva (N.deR: jugó los mundiales Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 con Paraguay), que no tenía una vida muy ordenada que digamos. Y el “Tata” siempre le hablaba, lo aconsejaba. Martino es una persona muy simple.
¿Cómo se dio el pase a Italia?
De Libertad pasé a 12 de Octubre de Itauguá. Y ahí me llama un amigo, Germán Portanova, que había jugado conmigo en Cerro. Estaba en Italia. Terminé en la isla de Cerdeña, en un equipo que se llama Budoni y que jugaba lo que vendría a ser el Federal B. Del Budoni pasé al Celardi, cerca de Cagliari. Y después al Muravera, con el que ascendimos.
¿Cómo es la vida allá?
Es totalmente diferente. Un lugar hermoso, de verano, con playas paradisíacas. Me fui con mi señora, mi hijo que hoy tiene 19 años y el más chico, de 10, que nació allá. No hay inflación, es otra calidad de vida. Nos daban casa y un auto, pasajes. No jugábamos en la Serie A, pero vivíamos del fútbol. No nos faltaba nada. Fue más que nada, la experiencia. Allá todo es puntualidad. Y hay cosas muy diferentes. Por ejemplo, si apoyás el pie en el asfalto para cruzar la calle, todos paran. O que los chicos van a la escuela de lunes a sábados y nadie dice nada, están acostumbrados. El italiano es cálido, habla fuerte y quizás es un poco agrandado, pero no cae mal.
¿Alguna anécdota en particular?
Muchas, pero me acuerdo de una. Fuimos a jugar un desempate a Módena, donde nació Enzo Ferrari. Y ahí Maranello está pegada, como si fuera acá Garupá. Suena inverosímil, pero ves ferraris dando vueltas como si fueran un Fiat Uno. En todas las cuadras, por todos lados. Después, justo estábamos en la plaza y había un casamiento… Los novios llegaron en bicicleta, pero con trajes de alta moda, de miles de dólares. En esa zona viven muchos multimillonarios.
¿La vida del jugador es sacrificada?
El fútbol es muy sacrificado. Cuando escucho a un hincha hablar livianamente de un jugador…. no es así. No se tiene una idea de lo sacrificado que es. Imaginate que yo acá era enganche, considerado muy bueno, y me fui a Rosario para jugar de cuatro, corriendo como loco, a la Liga Rosarina. Me costó muchísimo llegar a Primera.
¿Qué es el fútbol en tu vida?
Yo soy un agradecido al fútbol. Me hizo conocer mucha gente, otros países, pude jugar cinco Libertadores, tres Mercosur y una Sudamericana. Jugué 40 partidos internacionales en el Hernando Siles de La Paz, en el Pascual Guerrero de Colombia, en el Pacaembú, en el Parque Antártica y dos veces en el Maracaná de Brasil, en Chile, Perú, en Uruguay. Tuve la suerte de jugar en las mejores canchas y estar dos veces entre los cuatro mejores equipos del continente. Esas son las satisfacciones que les quedan a uno. Hasta mi familia pude formar gracias al fútbol. El fútbol me dio todo. Por eso lo repito, soy un agradecido al fútbol y siempre lo voy a ser.