Los años pasaron pero quedaron intactos miles de recuerdos y esas inmensas ganas de volver. Aunque para que ello suceda habría que reorganizarse y volver a inculcar en los vecinos aquella pasión por hacer las cosas bien. Algunos de los que vivieron la “época dorada de los corsos jardinenses” estarían dispuestos una vez más a dejarlo todo sobre la convocante avenida Libertad para ver brillar a las comparsas y a su gente, como era entonces.
Anastasio “Tatín” Dejesús es uno de ellos, fue el presidente del Club Jardín y animador de los corsos jardinenses entre los años 80 y 90. Al recordar esos viejos tiempos entre plumas, lentejuelas y estruendosos instrumentos, no puede dejar de emocionarse.
Contó que la gente de los diversos barrios trataba de juntarse para compartir los corsos jardinenses porque “era algo muy lindo, atractivo, y tenía la aceptación de toda la comunidad. Era algo que nos pasaba una vez al año pero todo era pasión”. Dejesús se involucró en la actividad entre 1989 y 1993, cuando el recorrido comenzaba cerca de la comisaría y abarcaba toda la avenida Libertad, con el público agolpándose en los costados para no perderse los detalles.
Hincha de independiente, admitió que la época dorada fue entre 1985 y 1993, “donde fue prácticamente el mejor corso de la provincia. Nos decían que éramos la cuna del carnaval provincial, pero después San Ignacio, Corpus, Gobernador Roca, Santo Pipó, fueron creciendo y acaparando el espacio”.
“A los que nos gustaban los corsos fuimos tratando de que haya una mayor cantidad de clubes, de agrandarlo, que hubiera más participantes, aunque el Club Timbó y el Club Jardín eran los tradicionales y los que más adeptos tenían en esa época”, contó quien con apenas doce años ya participaba de la batucada.
Dejesús extraña mucho que en Jardín América no se sienta el ritmo del carnaval en esa época. Y si bien “hace muchos años que estoy fuera del club, que era mi pasión, fui uno de los trabajadores de las comparsas. Hoy, por diversos motivos, no podemos participar, pero se extraña. Mi familia fue ayudando, haciendo los trajes, bailaba con dos hijas. Y todo eso fue quedando”, dijo y agregó que “cuando éramos el mejor corso de la provincia nos invitaron a participar de los desfiles que se hacían en Apóstoles, Puerto Rico, Montecarlo. Bailamos prácticamente en todo Misiones. El entusiasmo era tal que terminábamos de pasar acá y nos íbamos hacia el municipio que nos convocaba”.
Para graficar la magnitud del evento, confió que “teníamos una comparsa de unos 300 integrantes. Cerca de 150 participaba de la batucada y el resto eran bailarines. Era una de las más grandes de Jardín América, pero para eso trabajábamos muchísimo. Desempeñábamos tareas durante todo el año para lograr una de las comparsas más bellas”.
Eso implicaba que dos supervisores venían desde Corrientes capital “para traernos las carpetas desde donde elegíamos cuál sería la temática a utilizar en la ocasión. Venían a ayudarnos, a enseñarnos cómo se hace un traje, la ornamentación y distribución de las plumas, eran una especie de instructores de comparsa. Ellos nos habían invitado a viajar hasta allá pero por temas económicos no pudimos. De todos modos, estuvieron tres o cuatro años seguidos junto a nosotros”, subrayó.
Por curiosidad, Dejesús fue a observar los corsos de Corrientes y de Gualeguaychú. Manifestó que en la provincia están participando las distintas comparsas porque las municipalidades “apoyan un montón. Veo bien a las de Concepción de la Sierra, a las de San Javier y San Ignacio, pero decayó mucho. Las veo más abajo que lo que fueron nuestras mejores épocas”. Es que se presentaban “unas carrozas hermosas. Una de las últimas era un elefante que tenía más de quince movimientos, levantaba la trompa, movía las patas, la cola y le entregaba una rosa a la reina. Fue una obra de los hermanos Miguel y Luis Gómez. Ellos fueron los grandes colaboradores en la temática”, describió.
Gran conocedor del tema, sostuvo que “hoy por hoy está difícil volver a empezar pero al que le gusta, al que le interesa trabajar, tiene que empezar ya. Como primera instancia presentar varias opciones de diseño y en base a eso, empezar a trabajar, con más plumas o con menos plumas, pero en fin comenzar. Y sería lindo porque la gente va a participar. Pero tiene que ser comparsa. En los últimos tiempos veía que terminaban de bailar y traían a grupos musicales que nada que ver con el espíritu carnestolendo. La gente dejó de participar por cuestiones organizativas de las distintas comisiones que había. Las cosas cambiaron mucho”.
Entre las diversas anécdotas que a Dejesús le vienen a la memoria, mencionó una que mueve a risa. Relató que un día “le dije a ‘Luti’ Florentín: ‘nuestra comparsa está bien, nuestra batucada está bien, pero estamos todos muy serios, muy tensos. ¿Qué podemos hacer para mejorar eso?’ Y sin dudar me respondió que preparara unos veinte litros de caipirihna, que es la tradicional bebida de los corsos, y que le diera un trago a cada uno de los integrantes antes de empezar a bailar. Esa noche había muchísima gente y nos aplaudían desde que entrábamos hasta que salíamos del ‘corsódromo’, que tenía unas cinco o seis cuadras”. De acuerdo a la ocasión, Dejesús tocaba o bailaba pero “la participación de la gente” es una de las cosas “más lindas que recuerdo de los corsos. Muy buenos recuerdos tengo”.
Destacó el clima de camaradería existente en la localidad y comentó que “nuestro clásico rival en los carnavales era el Club Timbó. Pero íbamos todos juntos, y apoyábamos a nuestro club. El que ganó, ganó, y seguíamos el año que viene”.
Las comisiones estaban integradas por los clubes Jardín y Timbó y una comparsa del barrio San Martín. “Nosotros formamos a comisiones con el apoyo logístico de la Municipalidad. Pero las decisiones las tomábamos nosotros y lo que había que resolver lo hacíamos nosotros en el seno de la comisión”, aclaró, con un dejo de nostalgia.