Si decís que podés, podés. Si decís que no podés, no podés. Es así de simple.
De eso les hablaba en susurros Inés a los niños.
El sol iluminaba las caritas, llenándolas de sorpresa al escuchar a Inés, la mariposa.
_ Cuando llegue el atardecer -les dijo en la lengua dulce y armoniosa que sólo los niños entienden- tendrán todos ustedes la capacidad de cumplir sus sueños.
_Aaah -se escuchó largamente en el asombro que no sólo salía de la boca de los niños, sino también de sus miradas.
_Los últimos rayos que iluminan el día nos explicarán de qué manera vamos a lograrlo.
_ ¿Yo también podré? -preguntó Juan hamacándose nerviosamente sentado en su silla de ruedas.
Juan tenía una seriedad extraña que a veces parecía rayar la tristeza y la soledad de sentirse distinto.
_¡Claro Juan! Sí, claro que podés.
La impaciencia de los niños por hacer valer la magia que Inés les estaba prometiendo se vio coronada por un fuerte aplauso con que premiaron la respuesta.
_Comencemos a prepararnos -la hermosa mariposa volvió así a tener la atención de todos- Faltan pocos minutos para que los rayitos de sol nos den el gran secreto. Lo primero que tenemos que hacer, es tener muy claro nuestro sueño. Por lo que ahora, muy quietitos y en silencio, cada uno imagine su deseo con la mayor claridad posible. Sin contarlo, sin decir una sola palabra.
_ ¿No puedo decir que lo que más quiero es ser el arquero del equipo de fútbol de mi hermano? -preguntó Martín que tenía tan sólo cuatro años.
_ Yo quiero leer tan bien como mi Mae -dijo Martina de siete, que confundía un poco las letras.
_ No les cuento nada, mi sueño es enorme -dijo Gina.
_ Shhh… -dijo Inés con el dedo de una de sus patitas frente a la boca.
Los rayitos estaban cerca. Llegaban felices, pero de pronto, una increíble, oscura y pesada nube negra se interpuso en el cielo.
Inés vio que tenía que actuar y que no podría sola.
_¡Rápido! Vamos todos, soplemos para correr a la nube. Con mucha fuerza. Soplen, soplen, soplen.
Juan fue uno de los que más ganas puso y en segundos corrieron a la nube negra y los rayitos pudieron aterrizar en la tierra.
Los chicos estaban expectantes. El rayo más grande se aclaró la garganta.
_¡Ajam! Escuchen bien el gran secreto: tienen que creer que pueden lograr su sueño y luego sentir que ya lo lograron.
El silencio fue total.
_ ¿Y? -pronunciaron varios al unísono.
_ ¿Y qué? -dijo un rayito un tanto colorado.
_ ¿Y el secreto? -preguntó con voz decepcionada Joaquín.
Los rayitos volvieron a subir al sol que iba camino al horizonte. Las caritas de los niños mostraban desazón, desconfianza.
_ Ese es el secreto -dijo Inés en voz muy alta- Creer.
Otra vez el silencio.
_ ¡Martín!, vení que necesitamos un arquero. Dale hermano, corré.
Inés sonrió al descubrir cuánto había creído Martín en su sueño.
_¿Podemos sentarnos con vos en tu silla y abrazarte mientras seguimos soñando Juan?
_ Correte un poquito Juan que entro al lado tuyo -dijo Paloma que era una niña muy flaquita.
La mariposa azul llenó de alegría sus pulmones y regalando a todos una enorme sonrisa traviesa, batió sus alas para llegar a más niños a los que ayudar a ser felices.
Evelin Inés Rucker
Nació en Montecarlo, Misiones en 1962.
Escritora, correctora y profesora de Castellano, Literatura y Latín y de Técnica Legislativa. Maestrando en Enseñanza de la Lengua y la Literatura.
Miembro de la Asociación de Escritores de Literatura Infantil y Juvenil de Misiones (AELIJUM) y de la Asociación de Escritoras en Voz Alta (EVA).
Publicó dos novelas, libros de cuentos y una obra de teatro.