El movimiento de la quietud

No se necesitan drogas para avivar la sensibilidad: lo único que requiere es un poco de atención disciplinada. Al parecer siempre andas buscando alguna receta para llegar al paraíso: a juzgar por ti, esos espectáculos para la retina son tan brillantes manotones como el “Arte Op”. Tú puedes obtener esas sensaciones simplemente pasando de una parte a la otra de la ciudad, a una hora desusada del día, viendo los lugares familiares desde un nuevo ángulo.

Algunas veces se puede experimentar una alteración igualmente impresionante de la conciencia en una tarde cálida en el silencio del verdadero campo.

A las tres de la tarde parece eternizarse y la estupefacta del calor es como un umbral del juicio universal. Los árboles se mantienen hundidos hasta los tobillos en sus propias sombras se suspende el canto de los pájaros, se detiene el mecanismo de los insectos.

No se sabe lo que está a punto de producir el paisaje.
Lo que deseo es algún recurso para mantenerte constantemente en contacto con la extraña existencia real del mundo. Afortunadamente, el mismo mundo proporciona estímulos que sacuden la mente en esa dirección.

Por ejemplo, no hay nada como el viento repentino para poner la mente en alta velocidad. O la lluvia torrencial catastrófica que empape todo. O la noche vedada y relegada a su silencio de invalidez y oscuridad. El asunto es que el mundo es crisálida milagrosa que rompe su envoltura al calor de la atención.

No se necesita droga alguna para conseguir transformarlo: con atención.

Haiku
Paz en la casa
Se oye un canto lejano
que trae el aire

Colabora
Aurora Bitón
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