Después de seis años del siniestro vial de la empresa Águila Viajes que dejó cuatro muertos y varios heridos, el chofer Victor Zarski (41), se sentó en el banquillo de los acusados.
El juez le hizo saber la opción constitucional de hablar o callar en el juicio en su contra. Él eligió decir su verdad. Su testimonio se contrapuso en parte con lo relatado por los testigos. Sí reconoció la tragedia que provocó, y pidió disculpas.
La audiencia fue presidida por el Dr. César Jiménez, titular del Juzgado Correccional y de Menores 2, quien conformó el Tribunal unipersonal que juzga a Zarski. La imputación en su contra es la de “homicidio culposo y lesiones culposas en concurso ideal”, la cual estipula una pena de hasta 5 años.
Al ser llamado ante el Tribunal, el acusado señaló: “En primer lugar, pido disculpas, pido perdón. Yo no quise hacerlo. Fue la necesidad laboral con un vehículo en mal estado”.
Zarski indicó que había terminado su turno en la noche anterior a las 22.30. Durmió dentro del colectivo para poder cuidar la unidad y estar listo para volver a iniciar el servicio a las 5.30, de aquel 7 de noviembre de 2012.
“No iba a excesiva velocidad como dicen algunos. Iba a una velocidad normal”.
“Recibimos (él y el guarda) un llamado diciéndonos que nos apuremos porque estábamos atrasados. Yo sólo traté de hacer lo que me pedían. No había ido a mi casa en el mes entero. Porque terminaba mi recorrido en Concepción de la Sierra, me quedaba a dormir ahí y así empezaba de nuevo mi turno. Solamente veía a mi señora en el semáforo, ahí ella me daba ropa limpia para cambiarme y seguir trabajando”.
Por otra parte mencionó al interno 09 que le tocó guiar en aquella oportunidad. “Ese vehículo no andaba bien, no tenía tacómetro, ni velocímetro”. Sabía a la velocidad que andaba calculando las revoluciones que le marcaba el reloj. “Cuando llegaba a cierta RPM la velocidad estimada era de 90 km/h”, indicó.
“Me da pena porque yo necesitaba trabajar, me arriesgué a andar en un colectivo en malas condiciones por no perder el trabajo. Tenía mi familia con tres chicos que dependían de mí. Hacía lo que podía. Me siento inocente, jamás pensé en poner en riesgo mi vida ni la de la gente. No soy un asesino”.
Ante la consulta del magistrado acerca de cómo creía él que se inició el siniestro respondió: “Las gomas delanteras se desinflaron, porque no estaban en condiciones. Estaban prácticamente lisas. En este sentido, Jiménez le preguntó: ¿y usted no constata el estado del vehículo antes de hacer el servicio? “Sí, pero el tema es que uno no podía decir nada porque sino me despedían”.
A su turno, la fiscal María Laura Álvarez le preguntó acerca de por qué no hizo caso a los pasajeros que le decían que bajara la velocidad.
-“En ningún momento escuché que me dijeran nada”. -”¿Usted trabajada 17 horas por día? – “Exactamente”, respondió.
La defensa del imputado estuvo a cargo de los doctores Pablo Luján y Mónica Olivera. En este sentido, la letrada le preguntó al acusado quién los llamaba y qué les decían.
– “Las llamadas las atendió el guarda y me dio a entender que el patrón nos exigía que agilicemos la marcha porque íbamos atrasados”.
Testigos
El primero en declarar fue Gerardo Alvarenga, quien aquella mañana viajaba como pasajero en un colectivo de la línea Horianski. Iba sentado del lado izquierdo y vio pasar a gran velocidad a la unidad de Águila Viajes. Luego se bajó a ayudar.
Seguidamente fue el turno de Juan Ramón Silva Viera, un gendarme que iba como pasajero en el interno 09 y terminó con la muñeca fracturada. Recordó que alguien se había bajado antes y en ese momento los frenos habían respondido. Señaló que el chofer dijo “qué hice, qué hice”. Rememoró que el guarda le respondió “te dije que frenaras”.
Las testimoniales ante el Tribunal siguieron con María Rosa Báez, una ama de casa que viajaba como pasajera, como así también Alba Neli Claudino. Esta remarcó que “el chofer iba demasiado fuerte. Me levanté a pedirle que bajara la velocidad y en ese momento ocurrió el accidente. Yo terminé entre las piernas del conductor”.
“El colectivo se movía de lado a lado y la gente se desesperaba”, relató Claudino.
Luego, José Ramón Milhen dijo que hicieron el trasbordo porque el interno 05 de la empresa se había descompuesto. Fue allí que el 09, guiado por Zarski hizo subir a los demás pasajeros a su unidad, la cual había tenido que volver de su recorrido para buscar a la gente.
Completó la ronda de testigos María Pedrozo, quien recordó que mientras esperaban el trasbordo su hija le había pedido que no subieran al colectivo. “Ella iba con miedo, mientras, yo rezaba para que no nos pasara nada”.
Por último fue convocado el perito Juan Carlos Vazquez.
Entre los puntos sobresalientes destacó que las cubiertas del colectivo no eran aptas para que fueran usadas. Señaló que en base al cálculo, el colectivo se desplazaba a 140 km por hora antes de volcar. Subrayó que aún con otro método de medición, esa velocidad no hubiera sido menor a los 125 km/h.